No hay edad para gozar (I)
La Dolce Vita
Que el flirteo existe y nos gusta durante toda la vida es un hecho probado. Aún recuerdo a mi abuela (sí, mi abuela) con casi 90 años sentada en un banco del parque con un señor de buen ver al lado que alababa el color de sus ojos mientras ella respondía coqueta con una sonrisa.
A día de hoy no deja de encantarme escuchar a mi padre mientras se baña en colonia, cuando me pide consejo para saber si el cuello vuelto le rejuvenece, cada vez que se prepara para su cita con una tal Conchita.
Y es que, digamos lo que digamos, nos encanta gustar, las mujeres somos y nos gusta sentirnos sensuales, y nos vestimos sexy para ellas… Porque si otra mujer nos dice lo bien que nos queda una faldita hasta nos corremos de gusto… Y para ellos, porque si quien nos halaga es el novio de nuestra mejor amiga, sube el ego hasta tal punto que hasta desearíamos tirárnoslo.
Aunque nos encantaría tener la seguridad del sexo de por vida, la realidad es que surgen dudas al pensar que eso de follar continúa cuando somos mayores. De niños nos hace gracia y nos cuesta pensar en la imagen de nuestros padres dale que te pego. ¡Pero lo hacen! ¡Vaya que lo hacen!
Creo que toda la vida me perseguirá el recuerdo de la noche en la que yo con ocho o nueve años compartía la habitación con mis padres en unas vacaciones. Yo tirada en una colchoneta hinchable de esas azul y rojas y mis padres en la cama. Aquella frase de “¡Uhmmm cariño, si no llevas braguitas!” Aún me aturde. Aquel “¡Venga tonta si está dormida!” para terminar entre susurros intentando no hacer ruido con un: “Métemela más que me encanta” mientras yo me tapaba la cabeza pero agudizaba el oído debajo de la manta.
Toda la vida he tenido curiosidad por saber cómo es el sexo maduro, ese que pensamos que tiene fecha de caducidad. Los hombres no tienen problema, ya lo sabemos, y pueden meterla si están sanos, hasta los 100 si se les pone tiesa.
Con todos estos pensamientos y cargada de preguntas, me animé a encuestar a amigas, compañeras, conocidas y desconocidas sobre sus experiencias y debo decir que me he sorprendido gratamente. Hasta la más beata se atreve a acudir a la oficina sin bragas por si surge algún que otro revolcón por parte de ese compañero que le pone cachonda y que ha percibido su descaro.
Vamos a la encuesta con dos grandes apartados:
1.- Los juguetitos ayudan
María me dice que estaba aburrida de su marido, que había perdido ese apetito voraz que le caracterizaba de joven cuando se metían mano en cualquier portal y que el psicólogo en la última consulta la animó a que visitara un sexshop. Avisó a unas amigas y allí se dirigieron divertidas.
– Mi vida no ha vuelto a ser igual, – me dice sonriendo, – con los hijos fuera y la casa entera para mi Toño y para mí no hay juguete que no probemos ni sitio de la casa donde no hayamos follado; me encanta que me la meta sobre la mesa del salón, y la encimera de la cocina me queda muy cómoda para poder chupársela hasta el final.
– ¿Qué es lo que más te gusta? – le pregunto.
– Resulta que he descubierto que le encanta que le introduzca un dedo por el culo y lo mueva dentro mientras que él me la mete, justo antes de correrse. También nos gusta jugar con un falo en forma de serpiente, me lo introduce varias veces antes de penetrarme y me vuelve loca, puedo tocarme mientras lo hace mirándole a la cara, dice que le excita mucho y nuestro sexo es mejor que nunca.
Josefina me cuenta que empezó a informarse por internet, tenía curiosidad desde hacía tiempo y el divorcio la liberó por completo de ataduras en todos los sentidos. Desde entonces recibe discretas cajas en su domicilio que abre entre ilusionada y excitada; se trata de juguetitos que le divierte probar.
– Me pone cachonda el simple hecho de pensar en el próximo juguete que voy a probar, antes de pedirlo me informo bien respecto a todas las posibilidades, – me dice pícara, – empecé con las bolas chinas, pero estoy enganchada a uno que estimula el clítoris mientras te lo metes, puedo decirte que me ha proporcionado los mejores orgasmos de mi vida.
– ¿No piensas usarlos en compañía? – le pregunto, y me responde sonriendo que de momento prefiere seguir gozando de su placer a solas, a su manera. Por lo visto con estos juguetes ha descubierto sensaciones que no había experimentado nunca y que satisfacen sus deseos, ahora empieza a grabar sus propios vídeos y no sabe si compartirlos en la red… ¡Bueno! Es otra forma de jugar.
2.- Abrirse… de mente
Es cierto que en la actualidad disponemos de mucha más información que hace años, y atrás quedaron los tabúes donde ella se abría de piernas, aún vestida, mientras él le metía la polla por ese agujerito y ella clavaba la mirada en el techo rezando para que terminara pronto “la faena”.
Hoy existen los geles frío/calor para gozar de unos buenos preliminares; ellas acuden al gimnasio para relacionarse, hablan con libertad de los que les gusta, e incluso se animan a probar “yogurines” de 40 para hacer realidad esas fantasías nunca satisfechas.
Rosa me comentaba con su acento gallego: “Yo es que, neniña, necesito de lo mío tú ya sabes, y al final me pedí un puto” ¿Qué? “Que si muller, un puto, un neno joven para que me acompañe a tomar unos “vinines” y luego lo que surja, que a una también le gusta la fiesta, ¡qué carallo!”
-Pues mira, – contesto, – me parece ideal, y a todo esto… ¿Qué tal con tu puto?
-Aaaay neniña, ¡nunca fui más feliz, mira! Un chico fornido, educado, un chulazo, y tiene una tranca de aquí a Roma, ¡ni te imaginas que placer!
Y yo voy y me acuerdo del chiste: ¡Ay Pepiño que me abrumas! ¿Ay que te gusta? ¡No, que si me abru máis! No lo puedo remediar, cosas de haber vivido en Galicia.
Vuelvo a prestar atención a Rosiña que sigue diciendo:
– Que sí, que sí, menudo armamento, me ha sacado las mejores mamadiñas de mi vida, y él, ¡bufff! ¡Él me come la cona como ninguno! ¡Vamos, que estoy por ponerle un apartamento al maromo con tal de no perderle, qué gozada, chica!
Y es que a mí me encanta ver feliz a Rosa. ¡Ah! y resulta que el tal puto de chaval nada de nada, el andoba pasaba de los 40 pero el gimnasio es lo que tiene, te mantiene de un macizo cachondo que da igual que te saquen 10 o que se la saques… Quiero decir, que se los saques tú a él, y si no que se lo digan a Madonna o a otras tantas, que se los buscan de hasta 20 añitos menos para poder gozar de unos buenos repasos y atracones de sexo de esos que te hacen recobrar la juventud sí o sí. Si es que yo por uno de esos, hasta me propongo proclamarme donante de placer.
En el tema de apertura de mente estoy pensando cuando me viene a la cabeza Sonia. Tengo que entrevistarla, ¡madre mía Sonia! La Loba se la llamaba en el instituto, 50 años, me pregunto si los años la habrán cambiado… ¡Voy a llamarle!
Continuará…
Foto de portada: Manday