La modista
Barbarella
Después de mi último fracaso mis expectativas sexuales estaban por el suelo, y nada como un vestidazo nuevo para subirme la moral. En estas circunstancias sin duda merecía uno a medida. Tenía claro que quería el clásico modelo de los años 50: escote corazón, entallado a la cintura y falda de vuelo ideal para mostrar coquetamente mis ligueros.
Una vez aclarado el modelo la modista me tomó medidas con suave rigor, casi acariciándome, o eso me parecía. Me sugirió que me quitara el sujetador, porque el escote corazón, para que siente como un guante, tiene que encajar perfectamente con la forma de los senos. Todo muy profesional, hasta que ¡zás!
No recuerdo si me besó ella, me temo que fui yo. El caso es que estábamos desnudas en el suelo ¿Comiéndonos a besos? ¿Haciendo el amor? Pero si no me gustan las chicas. Bueno reconozco que las tetas están bien, siempre me han agradado a la vista y al tacto. Pero nunca había besado a una mujer…
Era todo tan agradable, estaba como en una nube, y de repente me entró un horrible miedo escénico, como en mi olvidada primera vez. La lógica me decía que tenía que tocar justo como me tocaba, pero me faltaba histórico, mi acumulado feedback masculino ahora era inútil. En cuanto a ella, simplemente era una artista, con un leve roce hacía que un placentero escalofrío recorriera todo mi cuerpo. Si esto eran los preliminares no podía ni imaginar el clímax.
Malita me pongo solo de recordarlo, simplemente brutal.
En fin, siguen sin gustarme las mujeres como sustituto del masculino, pero fue el momento más placentero de la temporada y me hizo recuperar la fe en mi búsqueda.
Continuará…