¿Me estás poniendo los cuernos?
Ángel del Hogar
Las niñas juegan en su cuarto, nosotros vemos “Qué tiempo tan feliz” en la tele. Es sábado y no quiero recurrir a la típica frasecita sábado, sabadete pero mira, yo sigo con mi propia revolución sexual sin atender y según las encuestas este es el día preferido por millones de parejas.
¿Qué, no somos la típica pareja de edad media? ¿No figuramos en las estadísticas? No hablo de batir récords pero ¡cumplamos con los mínimos! Estiro una pierna hacia el otro extremo del sofá para hacerme la encontradiza. Antonio despierta de su cabezadita, mira el reloj y dice:
-¡Huy! Llego tarde al mus.
Mi gozo en un pozo.
-Niñas, voy a darme un baño. No me molestéis a menos que una de las dos se caiga por la ventana.
Lleno la bañera hasta arriba con agua caliente para acompañar mi temperatura corporal, a estas horas no sé si estoy caliente o si echo chispas. Me sumerjo en espuma e intento relajarme. La cabeza me va a mil por hora. ¿Quién en su sano juicio prefiere jugar al mus a echar un polvo? Me pregunto mientras me acaricio los pezones. Siempre he tenido unos pezones muy agradecidos, responden enseguida al estímulo. Las tetas piden lo suyo, me da vergüenza tocarme los pechos así porque sí, sin una excusa como un chequeo rutinario o ponerme protección solar en la playa. Me acaricio los pechos para proporcionarme placer.
PRO POR CIO NAR ME PLA CER.
¡GLUPS!
Soy una pecadora. ¡Angelita! ¡Hija, eres una mujer casada! Esto debería hacerlo tu marido… Sor Amelia, la monja del colegio que nos daba clases avanzadas de sexualidad aparece en mi cerebro. Pero mi mano no se está quieta y necesito cambiar la imagen con urgencia para entregarme al placer. Al auto placer ¿hay algo más egoísta?
Las niñas chillan en su cuarto y yo solo puedo pensar en mí misma. En acariciarme un pecho con una mano mientras la otra se sumerge en el agua para buscar mi clítoris. Respiro, me relajo, me toco. Me imagino al sr X metiendo su cabeza en el agua… Estás sola Angelita. Relájate y disfruta, hija. Intento no pensar en nada y seguir mi deseo, me sigo tocando, averiguando…
Empiezo a fantasear con los señores X que veo por la calle, son ellos los que me tocan, los que no pueden resistirse a mi cuerpo, a mis ganas… Mi cuerpo entero se tensa y entonces un espasmo…
No sé cómo pero la tarde se ha echado encima y es casi la hora de cenar. Antonio llama, que se ha liado. Las niñas se ponen pesadas y no quieren irse a la cama y yo necesito que se vayan. No puedo parar de acariciarme.
Antonio llega a las 2 de la mañana:
– Antonio, ¿tú me pones los cuernos?
– ¿Yo? No digas tonterías ¿cuándo te voy a poner los cuernos?
– Mira Antonio, es que si me pones los cuernos facilitaría mucho las cosas, porque yo ardo en deseos de acostarme con otros tíos, con todos los señores X que veo por la calle…
– Anda, duérmete.