Educación sexual castiza
El Barón de Pt
Recuerdo que cuando me encontraba en tercero de la ESO, contábamos con una asignatura que se llamaba salud. Mientras que en el primer trimestre y el segundo tratábamos temas como la correcta alimentación y las drogas, en el tercero nos dieron clases de educación sexual. Poco recuerdo de aquellas clases específicamente, pero sí tengo en el recuerdo el buen sabor de boca que a todos nos dejó. La verdad es que el profesor trataba los temas sin tapujos llamando a las cosas por su nombre, pero si os estoy hablando de educación sexual no es para mentar estas clases magistrales, sino para compartir con todos vosotros aquellas que han llegado a mis oídos que distaron mucho de serlo.
La primera nos aconteció cuando estábamos en quinto de primaria tratando el tema de la reproducción. No sabemos si la profesora pasaba de los alumnos o la pillamos a contratiempo, pero a la pregunta de: “¿Por qué las mujeres sangran una vez al mes?” Nos contestó: “por que el óvulo está lleno de sangre”.
Otra gran lección me dio mi querido abuelo cunado yo tenía diecinueve años. Me hizo toda una revelación: “la culpa de que exista el Sida es claramente de las mujeres”. Tú piénsalo bien; si una mujer que tiene una gripe se acuesta con un hombre que tiene sarampión y luego se vuelve a acostar con otro que tenga otra enfermedad y sigue así con varios, al final hace un caldo de cultivo para que salgan estas enfermedades nuevas. Posteriormente me reveló que en las cadenas autonómicas disponía de porno todos los viernes y sábados a lo que yo claramente respondí: Pues no tenía ni idea abuelo (una vez conseguí identificar una película y a su actriz principal con el canal plus codificado). En fin.
Y finalmente llegamos a mi favorita. La mítica. La que todos hemos oído. Le ocurrió a un chico con el que trabajo, el cual lo recuerda perfectamente: -Yo estaba paseando a los perros cuando me encontré con mi padre y hablando un poco de todo le dije que me apetecía irme de putas. Tiempo le faltó a mi padre que le levantó como movido por un resorte diciéndome que ya me llevaba él. Cuando entramos, le saluda al de la barra y me pregunta que cuál es la que me gusta y cuando me la voy a subir a la habitación me dice: -esta vez te lo pago yo, pero a partir de ahora, los vicios de cada uno se los paga cada uno-.
Triste, jodidamente triste.