Ella
Moonlight
Fue una noche de fiesta habitual por aquel entonces. Las chicas salíamos a bailar y divertirnos como todos los sábados, e incluso algún viernes. El plan era claro: alcohol, coqueteos tontos, bailoteo y diversión.
Todo el grupo ya, hiper maqueadas y pintarrajeadas como petardas. Eramos un grupo de guapas, la verdad sea dicha. Y entre nosotras estaba ella. Poco iba a tardar en darme cuenta sin saberlo. Es increíble como, en un pub abarrotadísimo con la música a tope en el que casi no te escuchas al hablar, el alcohol hacía que surgieran conversaciones interesantisimas.
Había estado bailando con ella inocentemente, como siempre, meneando y rozándonos los traseros y los pechos. Y después, conversando, oigo que me esta confesando que siente curiosidad por estar con una chica. No era la única. Se nos acabaron las copas y los vasos quedaron abandonados en la barra a merced de los camareros. Yo, divertida, le miré a los ojos con un brillo pícaro en los míos, y le cogí suavemente de la mano. Es increíble lo fácil que lo tenemos las chicas en estas situaciones. Ya estamos acostumbradas a ir juntas al baño y nadie se sorprende si coges a tu amiga, la llevas hasta el baño y cierras con pestillo después de entrar.
Allí estabamos. Ella estaba nerviosa, riéndose como una colegiala. No podía ser mas bella. Se reía y temblaba… ¨¿Qué vas a hacer? ¿Me vas a besar?» Me lancé a su boca, profunda y suave. Acaricie sus labios con los míos. También era nuevo para mi, aunque muchas veces lo había imaginado. La arrinconé más contra la pared, nuestros pechos se pegaban. Una sensación nueva y diferente, nunca antes vivida. Ella empezó a juguetear con su lengua en mi boca y me agarró el culo. Sin dejar de besarla agarré sus pechos. Dios… firmes como rocas. Una sensación increíble. Comencé a jugar con ellos, sujetándolos, amasándolos, y…. aporrearon desde fuera la puerta del baño.
Salimos (¡qué remedio!) y con el resto de chicas, elegimos otro bar de los habituales, menos concurrido. Ella me miraba con una sonrisa de medio lado mientras bailabamos con el grupo. Esos ojos claros de color indefinido se tornaron en un verde llameante. Fingiendo estar más borracha de lo que realmente estaba, le dijo al grupo que tenía que volver al baño. De nuevo la excusa fácil, solo que esta vez fue ella la que me cogió de la mano y me arrastró tras de si. Nada más entrar, se abalanzó sobre mi casi sin cerrar la puerta. Me arrinconó contra una esquina, me besó con fiereza y agarró mis pechos con una lujuria animal. Gemía y se movía rozándose contra mi cuerpo. Me bajó de una sola vez la camiseta de tirantes y el sujetador. Murmuró «¡Quiero besártelas, joder!» Bajó por mi cuello con sus labios, rápido, agarró uno de mis pechos y se llevó mi pezón a la boca. Comenzó a jugar con su lengua en uno de mis pezones y con sus dedos en el otro, tirando de él suave y firmemente.
Yo estallé de placer, mi coño nunca había estado tan húmedo. Aún sorprendida y extasiada, no podía dejar de gemir. Un espejo a un lado del baño me permitía ver que lo que estaba pasando era real, tanto tiempo soñándolo… Quería poseerla. Ella estaba sonrojada del calor. Yo disfrutaba plenamente de sus caricias, pero las ganas de ver y comerme sus pechos eran infinitas. Le cogí la cara para volver a besarla y la empujé suavemente hasta arrinconarla en la otra pared, justo enfrente del espejo. Ahora estaba sometida a mi. No podía aguantarme las ganas ni hacerme más de rogar, quería sus tetas y las quería ¡YA! Como ella había hecho conmigo, le bajé a la vez los tirantes de camiseta y sujetador, de nuevo ¡qué fácil lo tenemos las hembras en algunas ocasiones! Allí estaban por fin sus pechos, preciosos, fragantes, como una delicatessen lista para degustar. Me deleité lamiéndole los pezones hasta la saciedad, acariciando con los dientes, tocándolos rítmicamente con un dedo, tal y como a mi me gustaba recibir esas caricias. Ella se retorcía, gemía de placer y se mordía el labio inferior con un gesto que me volvía más loca.
Nunca olvidaré mi imagen en el espejo entreteniéndome a gusto con esas tetas sublimes. Sin dejar de chupar uno de los pezones, bajé mi mano acariciando su ombligo y la cinturilla del pantalón. Desabroché el botón y bajé la cremallera. De su pubis asomaba un pequeño tatuaje que, hasta ese momento, solo conocía de oídas. Mi dedo se deslizó en aquella hendidura cálida, ardiente y húmeda. Ella gimió más fuerte. Hundí mi mano hasta llegar a sus fluídos y humedecer mis dedos, que justo despues volvieron a acariciar su clítoris. Algo nuevo para mi también, pero que gracias a mis cariños a mi misma sabía manejar. El movimiento circular y constante de mis dedos la volvió loca. Arqueaba su espalda y volvía a ofrecerme esos pechos magníficos de los que mi cara no quería separarse. Ejerciendo presion sobre su clítoris, le bajé los pantalones, separé su piernas, y metí mi dedo en su interior. Ella gritó y comenzó a mover su cadera rítmicamente. Mientras mi dedo acariciaba las paredes de su interior, la base de mi mano seguía presionando su clítoris. Pegué mis pechos a los suyos y apoyé mi cabeza en su cuello. El aroma de su pelo largo mientras le hacía gozar me embriagó, sus gemidos se hacían cada vez más fuertes y más profundos, no podía parar de moverse, presionaba mi mano contra su coño notando el ritmo frenético de mi dedo moviéndose en su interior, mientras notaba mi respiracion acelerada en su oído. Gemía, gemía profundamente, cada vez más… hasta que su sexo estalló en mi mano como una cascada de agua tibia. Un orgasmo intenso, mi mano ya parada presionó su coño y sentí su palpitar.
Su pelo en mi cara, sus tetas desnudas, su cara relajada y su cuerpo sudado. Abrió los ojos lentamente, que ahora eran grises. Sonreí y la besé deleitandome en nuestro último beso del momento… – Creo que es hora de salir, nuestras amigas se van a preocupar. – Afortunadamente, nuestras amigas estaban demasiado ocupadas bailando y tonteando con los chicos de al lado como para darse cuenta del rato que habíamos pasado dentro del baño.
Por mi parte… lo siento chicos, pero esa noche nosotras ya estabamos servidas.