Me voy a dar un baño
Barbarella
Durante una temporada los baños no han tenido muy buena fama, un despilfarro de agua con lo limpita que puedes quedar con una buena ducha. Podéis llamarme viciosa, yo a veces necesito un baño.
Empiezo mi ritual escogiendo una espuma de baño acorde con mi estado de ánimo. Dicen que el jazmín se usaba para seducir a los masculinos en épocas de los sultanes de oriente y que el sutil aroma de la vainilla nos despierta los mejores instintos, pero hoy me apetece el aroma de canela; sin duda es lo que más me relaja.
Para crear ambiente pongo velas aromáticas alrededor de la bañera creando una luz ambiental que me transporta a mis mundos de fantasías donde puedo imaginar multitud de situaciones excitantes.
Mientras se va llenando la bañera elijo mis compañeros de baño de entre mi colección de patitos: tengo mi preferido, el típico amarillo juguetón, pero suelo incluir alguno más para diversificar mis juegos. Hoy voy a incluir el patito negro, que tiene la manía de sumergirse y buscarse escondites entre mi cuerpo, malo malote…
Escojo la música de fondo, algo dulce y suave, Mina, que me trae el cielo, Il cielo in una stanza, ummm me temo que hoy estoy muy melosa, hoy me va a gustar mucho mi baño…
Ya está todo listo, solo me queda sumergirme, pero como soy muy peliculera, me gusta crear un caminito de ropa mientras me voy desvistiendo desde la habitación al baño. Como si algún amante sorpresa tuviera que seguir las prendas para encontrar mi pequeño oasis en el que sin duda siempre es bien recibido.
Me sumerjo, y entre burbujas empiezo a acariciarme. Hay quien prefiere frotarse enérgicamente y pasarse un guante de crin, me les imagino en plena batalla contra las células muertas; a mi hoy no me apetece ser tan agresiva, quiero caricias, una esponja suave y natural me basta. Puede que luego a poco a poco me vaya animando, a mi ritmo, no tengo otro…
Mis patitos están muy juguetones. El amarillo empieza a hacerme cosquillitas entre las piernas, y el negro, que no se queda atrás, se pierde entre mis senos. Llega un momento que tanta cosquillita me trae unos escalofríos que me recorren todo el cuerpo, y empiezo a tener ganas de algo más fuerte. Mientras los patitos siguen jugando al escondite, incluyo entre mis juegos un dildo sumergible, y empiezo a soñar.
En este momento me imagino que no estoy sola: aunque has intentado sorprenderme y has llegado sin hacer ruido, te presiento. Tal como había planeado estás siguiendo las sedas y encajes, entreabres la puerta, tardas un tiempo en hacer notar tu presencia, quieres observarme, te gusta mirarme a través de la rendija mientras me toco, dices que es una forma de aprender mis secretos de placer, y a mi me gusta sentir que me espías. Por fin entras y, en un alarde irónico, me preguntas ¿estabas tocándote? Y yo luciendo la mejor de las pícaras sonrisas te lo niego.