Tenemos que hablar
Ángel del Hogar
Hoy Antonio ha venido antes del trabajo. No me había avisado y eso me pone del mal humor. No me gusta que altere mi rutina, que se quede con mi tiempo. No me gusta que llegue sin previo aviso y tener que cambiar mis planes para ajustarme a su agenda. A sus necesidades. Me siento mal por enfadarme cuando llega antes, especialmente si viene de buen humor, como hoy.
Se quita los zapatos y la corbata. Le brillan los ojos. Yo creo que ha estado follando porque se le ve radiante.
– Angelita, – me dice, – tenemos que hablar.
Siento un pinchazo en el corazón. Me va a dejar. Siento entre alivio y tristeza. Mi vida se derrumba mientras él se recuesta en el sofá y enciende el ordenador portátil. ¡Diosas! ¿Qué va a hacer ahora?
– He estado pensando en lo que me dijiste…
¿Qué te dije? ¿Qué te dije? Te he dicho muchas cosas estos últimos 10 años… Pensaba que no me escuchabas, madremía, ¿cómo le vamos a decir a las niñas que nos separamos?
– …Y creo que tenemos que probar el intercambio de parejas.
– ¿QUÉ? – Cuando he dicho YO que quería hacer un intercambio de parejas? ¿Lo he soñado en voz alta? ¿Estoy tan enloquecida que no sé lo que digo?
– Bueno, fuiste tú la que dijiste que querías acostarte con otros hombres… Creo que nos vendría bien probar, he encontrado esta web que…
De repente mi imaginación vuela al lado del Sr. X. Su esposa es una señora despampanante, guapa hasta decir basta. He visto a Antonio mirándola y deseándola. Me lo he imaginado poniendo a la Sra. X contra la pared, apretándola fuerte, besándola con ganas, cogiéndole los muslos, arrancándole las bragas. Me lo imagino fuerte, con la polla bien dura, bajándose la bragueta, mordiéndole el cuello, cogiéndola por las piernas para subirla y penetrarla en el baño del restaurante mientras el Sr. X y yo tomamos el último trago de un cubata. He tenido tanta envidia de la Sra. X…
– No pienso acostarme con el Sr. X para que tú puedas follarte a la Sra.
– ¿Quién ha dicho que tiene que ser el Sr. X? ¿Piensas que quiero tirármela a ella? Señor ¡NO! La que me pone loco es su hermana.
– ¿Su hermana mayor? ¿La de las mechas imposibles?
– Sí. Me vuelve loco esa mujer.
¡Nunca voy a terminar de conocer a este hombre! pienso mientras miro de reojo la web de intercambio de parejas. No me gusta lo que veo y a la vez me entran unas ganas locas de abalanzarme sobre Antonio, quitarle los pantalones, subirme sobre él a horcajadas y follármelo como si no hubiera un mañana, como si no fuese él, como si fuera un desconocido…
¡Oh! Wait! ¡Es un desconocido!
Y me lo follo. Me lo follo en el sofá. Como el día que nos lo compramos, solo que ahora se me hunden las rodillas en el asiento desvencijado. Me quito el sujetador y boto sobre sus piernas con la polla más dura que jamás he sentido dentro de mi vagina. Antonio me agarra las tetas, me las estruja, me chupa los pezones, me muerde el cuello, me coge de la cintura y me sube y me baja rítmicamente.
¡Cómo me gusta este hombre!
Antonio se corre, me tumbo en el sofá y abro las piernas. Le miro y le digo:
-Mi turno.
Se arrodilla ante mí y hunde su cabeza. Le doy órdenes precisas: más rápido, más lento, más arriba, un poco más bajo, cada centímetro de mi coño tiene un estallido de placer guardado, quiero abrirlos todos, quiero sentir como esos escalofríos salen de sus guaridas y me recorren el cuerpo entero. Me siento grande, ocupando todo mi cuerpo, siento placer hasta en el pelo, necesito abrir la boca y gritárselo al mundo entero. Empujo su cabeza contra mi sexo. No quiero que acabe nunca. No quiero volver a la rutina, ni a las niñas, ni las facturas. Quiero quedarme en el sofá de casa toda la vida…
– No quiero hablar, Antonio, quiero follarte de nuevo.