Me gustas pero me das miedo…
Barbarella
Si pensaba que tenía suficiente con la maldición que afecta a las féminas de mi familia, me sale otra: ya no solo estoy destinada a no encontrar el amor, eso ya lo tengo asumido, además ahora resulta que doy miedo. Todo esto me pasa por ser sincera, libre de pensamiento y consecuente, esto último porque intento realizar todo lo que deseo, sin doble moral ni tapujos.
Nunca he sido la más guapa de la cuadrilla, más bien he sido la lista de la cuadrilla, y cuando me deshice de mi timidez empecé a desarrollar mi sensualidad. Ahora soy sexy, no puedo evitarlo, me sale natural. Como dice un amigo mío “en casa de Barbarella no existen las bragas de algodón”. Así es mi vida, nada de algodón, solo sedas, encajes, cuero y, si me dejan, vinilo. Por un lado tengo desarrollada mi sensualidad y sexualidad, por otro, soy generosa en mis relaciones aunque sea un encuentro puntual, en ese momento comparto mi búsqueda de placer pleno y lo doy todo. Con esto se conoce que reúno todos los requisitos para dar miedo.
En el lado opuesto están las personas oscuras, con prejuicios, posesivas, esas que ponen una correa invisible a su pareja para que con un chasqueo de dedos coman de su mano. Personas que castigan a sus parejas con abstinencia sexual, que utilizan el refuerzo positivo de Pavlov, «venga, hoy te la chupo, ya puedes ser mi esclavo toda la vida». Estas no dan miedo, a estas se acostumbra uno, estas son las que consiguen una eterna agradecida dependencia. Es como lo de “la suerte de las feas, las guapas la desean”, pero en plan “cuanto más bruja mejor te irá”. Las brujas no dan miedo, crean dependencia, si ya lo dicen las leyendas, hechizan de mil maneras, mientras que las princesas del cuento comen perdices hasta que las ponen a dieta y eso nunca se cuenta.
En fin, es mi destino, doy miedo, tienen miedo a quedar atrapados en un mundo de placer, a que siga sin pedirles nada, me iría mejor si fuera una bruja castradora. A los masculinos les pone la castración, creo que les produce un hormigueo en los huevos muy placentero.
Ahora que lo pienso, en lugar de lamentarme tengo que probarlo, voy a ser mala, malota, si eres el próximo, lo siento cariño pero te ha tocado, te voy a torturar, me vas a desear, pero no me vas a poseer hasta que me plazcan tus súplicas, que te arrastres. No más regalos sexuales, no más «principio de equidad», pagarás como justo los pecados ajenos, sin más, no lo hago con la mejor de mis intenciones, quiero el que sufras seas tú, sólo porque eres el próximo. Te va a tocar ser mi perrito faldero, vas a suplicar mis atenciones, sufrirás la peor de las castraciones. Y lo peor o mejor de todo es que te va a encantar.
Y ahora sí podrás decir con toda razón «me gustas pero me das miedo»…