El otro, que no la otra
Barbarella
He incorporado un masculino nuevo a mi minizoo, uno de esos raros que tanto me gustan. Además no requiere muchas atenciones porque está casadoy, entre que yo no tengo mucho tiempo y que él tiene que cumplir en su hogar, de momento es un fichaje bastante cómodo en mi lista. Cuando puedo, si puede pues me entretengo y si no a otra cosa mariposa.
Me hacen mucha gracia estos masculinos felizmente casados, parece que entran en el mundo del sexo por primera vez, ¿pero dónde han estado todo este tiempo? Yo lo comparo con el letargo de los osos en invierno, que se meten en su cavernas a pasar el frío pero sin perder todos los sentidos. Supongo que es por el exceso de la grasa acumulada porque esto a los pequeños mamíferos no les pasa. Los osos, por tanto, mantienen sus principales funciones, pero como es invierno se olvidan de aquellas que pegan más con el «calorcito», sean o no de las básicas.
Entonces llego yo, que tanto en verano como en invierno, derrocho fuego, rompiendo la tranquilidad de este preciado letargo invernal, maldita crueldad. Pobrecito, mi nuevo masculino me asegura y promete que él no está en el mercado, curioso pensamiento cuando la realidad es que está en el mercado al menos tanto como yo, de otra forma no nos hubiéramos encontrado. Pero lo peor no es eso, lo peor es cuando me empezó a tocar la moral con lo de que su mujer tal y cual y que yo es que era la otra…
La otra…
No sé cómo nos lo montamos las féminas de menta abierta que acabamos siendo encasilladas como la «otra». Es una segmentación curiosa, la buenina con pinta de mosquita muerta queda ideal como novia de esas que se presentan a los padres, pero como tengas un poco de personalidad, feminidad y sensualidad, te ha tocado, eres la otra. Da igual que el masculino en cuestión no tenga novia, tu eres y serás la otra, tiempo al tiempo, ya llegará una más formal que pasará inmediatamente al lugar de novia, sin importar la antigüedad. Y no digamos si estás con un masculino casado, termine como termine el asunto serás la otra. La verdad es que queda muy claro en todas las películas, pero nos empeñamos en lo mismo de siempre, eso de sentirse especial, pero la especialidad es otra rareza que no se valora lo suficiente como para transformarte en «la princesa».
Hace tiempo que dejé de sentirme la otra, aunque se empeñen en ello. Para eso me he currado una lista digna del mejor de los minizoos, llena de especímenes de todas las naturalezas. Cada uno de ellos es el otro, y voy escogiendo otros según se portan o según me da. El peor de mis fallos es que a veces les mantengo demasiado tiempo, pasándoles al final de la lista, sin que casi me acuerde de ellos, cuando lo que tenía que hacer era haberlos expulsado sin honores. No puedo evitarlo: soy una sentimental.
Volviendo al otro, este masculino, me he propuesto devolverle a sus tiempos adolescentes. Eso de ir a un hotel está muy bien, pero hay que salir de la caverna, por lo que le propuse dar un inocente paseo. Por el camino, tomamos algún que otro pote para ir adaptándole al medio. «El otro» en la intimidad de una habitación temía que la pantera que hay en mí acabara con sus entrañas, pero así paseando con su linda gatita se sentía cómodo y seguro. Cuando ya parecía que la noche había sido tranquila, y de camino a un taxi, le empotré contra un portal en plena explosión de pasión. El portal no estaba cerrado, curioso y extraño en pleno centro de Madrid, pero las oportunidades hay que aprovecharlas y me le llevé al rincón más oscuro de ese inmueble. Le puse la mano en mi muslo, me encanta que descubran que soy de las que usas liguero sin braguitas, y entre los vinos, y la vuelta a la adolescencia es fácil imaginarse el resto. Le cabalgué, sin importarme que alguien pudiera entrar, quien sabe, a lo mejor la fiesta hasta se ponía más interesante…
Al día siguiente me llamó, me contó lo desconcertado que se quedó con el encuentro del día anterior, y que quería volver a verme, que ese mismo día podía hacerme hueco. Lo que rechacé con un «ohh que pena hoy no puedo», mostrando el interés que se merece un masculino a prueba en mi minizoo, por si no sabe aún lo que tiene ser el otro.