Menú de Noche Buena
Barbarella
INGREDIENTES:
- Un pardillo recién adoptado
- La ratita presumida (conocida del gym)
- El empotrador (novio de la ratita)
- Mi modista personal
- El pezqueñín, mi nuevo becario
- Barbarella «al gusto»
Éramos seis para cenar, sin lazos familiares, lo que sería normal en una cena de Nochebuena típica. Como promotora y anfitriona me había encargado de escoger el menú y de que fuera todo perfecto. Sinceramente había invitado a casi todos los de mi minizoo, pero algunas ausencias eran más que esperadas, como alguno que tenía que ejercer del perfecto maridín al menos en estos eventos… A pesar de todo otros sí vinieron.
El pardillo estaba ansioso por probar nuevas experiencias, sin duda era el más aplicado de todos los habitantes de mi minizoo, compensaba con creces su «justito atractivo», y por alguna extraña razón es uno de mis favoritos, es más, mi protegido. El pezqueñín no pudo negarse, últimamente en la oficina se había tomado muchas libertades – un día me palmeó el culo delante de un compañero, sonrojada y como pude me hice la loca, pero tenía que castigarle a venir a mi cena si quería seguir con sus jugueteos. A la modista la invité casi por compromiso, una par de días antes fuí a recoger un vestido que me había diseñado, sexy a la par que elegante, y entre puntada y puntada me contó que estaba sola en Nochebuena. Me ayudó a recordar lo bien que se le daban los besos y la invité. En el gim coincidí con mi casi amiga «la ratita presumida», le conté mi plan de nochebuena y fue ella la que se autoinvitó junto con su novio. Su novio solía visitarme con la excusa de sacar el perro, y era de los empotradores más talentosos que había tenido el gusto de catar.
La primera en llegar fue la modista, siempre se busca excusas tontas para estar conmigo a solas, como «vengo a ayudarte a ponerte el vestido», pero vino demasiado pronto si esas eran sus intenciones, porque estaba en la ducha. Supongo que enjabonarme era una alternativa mucho más atractiva porque sin pensarlo dos veces lo hizo hasta mi clímax. «Ummm, delicioso», siempre que estoy con una fémina pienso lo mismo: «por qué te gustarán los masculinos con lo bien que tocan las féminas», ains malditos masculinos, mi debilidad. El resto de invitados estaban a punto de llegar y quería estar divina y al menos de momento vestida, así que prometí compensarla y me dispuse a prepararme. Llegó el pezqueñín, demasiado pronto también, le dije que esperara en el salón con la modista. Me imaginé al pezqueñín atacando sin piedad, pero a la modista no le van los masculinos, así que como mínimo se ganaría una cobra. ¡Plás! Ya estaba, el pezqueñín se había ganado un bofetón. Me hubiera gustado verles por un agujerito jijijiji. Llegaron el pardillo y la parejita y sin más dilación la cena comenzó.
El menú era sencillo, 3 masculinos y 3 féminas, aunque como a la modista no le iban los masculinos, la ratita presumida y yo salíamos ganando. El primero en lanzarse, como no, el pezqueñín audaz por juventud y naturaleza, y me escogió como su primer bocado. La modista tenía que ser rápida porque no le quedaba más que una opción de su gusto, sin dilación optó por catar a la linda ratita. El empotrador prefirió dejarlas a su aire y probar otras alternativa, nos tomó al pezqueñín y a mí como entrante. En este trío el líder por carisma y destreza era el empotrador y el pezqueñín cubría los huecos que éste le dejaba. Por mi parte estaba encantada dejándoles hacer, se les estaba dando bastante bien. Sentado, en una esquina, estaba el pardillo. Este chico no aprende, tantos años de rechazos habían minado su confianza y no se atrevía a participar, pero yo tenía esperanza en desarrollar todo su empuje invitándole a unirse. Al fin y al cabo pensé que podría con los tres. Umm hacían un buen equipo, claro que, bajo el liderazgo del empotrador, el triunfo estaba asegurado.
El pardillo no duró mucho, no estaba acostumbrado a jugar en esta liga, por lo que fue el primero en retirarse al banquillo. Recordé a la ratita y la modista, casi me había olvidado de ellas; miré de reojo, y me reconfortó ver que estaban entretenidas. La ratita presumida dispone del mejor de los chuletones en casa, pero le gustan los sabores exóticos y aprovecha cualquier ocasión para deleitarse. Mi empotrador y el pezqueñin aprovechaban conmigo todas las sinergias posibles, y yo encantada me limitaba a disfrutar. Finalmente la linda ratita se unió a nosotros, y la dejé el camino libre para que disfrutara de este dúo.
La velada terminó a altas horas de la madrugada, todos me dijeron que había sido todo un placer y que teníamos que repetir sin falta. Mi menú ha gustado y teniendo en cuenta que no sé cocinar ha sido todo un logro.
¡Feliz sexy navidad!