Historia del hombre cobarde
Mandrake Scream
Hacía ya más de 6 años que conocía a Koldar y su esposa Uccidecavie.
Desde el primer momento, entre él y yo se respiraba una química que a duras penas lográbamos ocultar al resto del mundo y a nosotros mismos. Ellos eran amigos de unos amigos, puesto que sus cachorros iban juntos al colegio y mi cachorrillo también hizo amistad con el suyo. Cuando les conocí me parecieron, en una primera impresión, una pareja de esas que salen en las portadas de las revistas. Koldar era un hombre francamente atractivo y de aspecto elegante, y Uccidecavie una mujer exuberante.
En aquel entonces el Hombre y yo aún teníamos un matrimonio bastante convencional, de esos de al menos un cohete por semana. Y yo era fiel a mi disfraz de hembra humana enamorada de su hombre hasta las trancas.
En seguida congeniamos con ellos y pasaron a formar parte del grupo de amigos. No nos veíamos muy a menudo, quizás 3 ó 4 veces al año, pero yo siempre encontraba esa excusa para poder recrearme la vista. Entre Koldar y yo empezó a crecer una tensión sexual no resuelta cada vez mayor. Ambos buscábamos el pretexto para rozar nuestras manos y cuando esto sucedía saltaban chispas eléctricas.
Pero ya se sabe, existen leyes no escritas que, por algún motivo, te ves obligado a cumplir; como esa que tienen los machos humanos de que se puede prestar todo salvo la mujer o el coche, o esa de las hembras humanas de que los amigos de tus amigos son tus amigos y es tabú tirarle los trastos a la pareja de un amigo. Por eso aunque en múltiples ocasiones tuvimos oportunidad y la tensión sexual era cada vez mayor, seguíamos siendo fieles a nuestros respectivos.
Al poco tiempo de conocernos yo cometí el error en mi matrimonio de creer que si yo dejaba de impulsar mi relación, el Hombre tomaría las riendas de la misma y sería él quien la impulsara, ¡craso error! Ese fue el comienzo del declive e hizo que desapareciese por completo de mi casa el sexo. Aunque yo, ilusa de mí, siempre pensé que sería una crisis pasajera. ¡Bueno, que me estoy yendo de la historia y no es plan!
Como os iba diciendo, siempre encontraba alguna que otra excusa para quedar con los amigos que teníamos en común, y así poder estar cerca de Koldar, aún a sabiendas que él era la fruta prohibida y que no iba a suceder nada entre nosotros. Así fue como a medida que iba conociéndolo a él también iba conociendo más a Uccidecavie, y la que en un principio me pareció una mujer de bandera poco a poco iba demostrando ser una déspota inaguantable. Para ella el mundo tenía que girar a su alrededor, y todo aquello que se saliese de su propia satisfacción era simplemente basura.
Yo veía como Koldar se desvivía por agradarle y ella continuamente le pagaba con palabras venenosas y despectivas. Si él le hacía un regalo ella siempre lo calificaba de ¡Pues vaya mierda! y nos repetía hasta la saciedad que él nunca le regalaba nada y que ella se merecía regalos (¿?). Si él le hacía un halago, ella lo tildaba de idiota y si por un casual a él se le ocurría acercarse a ella un poco más de la cuenta, lo espantaba de un manotazo como si de un molesto mosquito se tratara. A mí al principio eso no me molestaba lo más mínimo, cada cual en su casa es libre de hacer lo que le plazca, pero con el tiempo me llevó a replantearme la idea de que las leyes están hechas para ser incumplidas.
Había transcurrido ya más de un lustro desde el fatídico día que decidí que estaría bien que por una vez fuese el Hombre quien me pidiese guerra, y claro tanto tiempo sin sexo me había hecho creer que ya no tenía yo nada que hacer como mujer.
Eran fiestas en la tierra donde yo vivo, ocasión ideal para quedar con mis amigos, y por supuesto con ellos. En las últimas veces que Koldar y yo nos habíamos visto, ya había dejado bastante claro con mis frases encubiertas y de dobles sentidos que entre el Hombre y yo prácticamente ya no existía nada, es más creo que incluso había llegado a mencionar mi conocimiento de sus infidelidades de una forma casual y desenfadada (porque como bien sabéis jamás he entendido los celos, y para mí, si el Hombre era así feliz… al fin de cuentas sigue siendo un amigo).
Así que Koldar iba siempre buscando una excusa para que saltasen esas chispas eléctricas que ya os he comentado. Y yo halagada de tener casi cumplido el primero de mis objetivos, podía comprobar que seguía atrayendo al menos a un hombre.
Aquella tarde tanto el Hombre como Uccidecavie estaban de un ácido insoportable subido. Hablaban entre ellos y para el grupo criticando nuestra forma de ser y halagándose entre ellos de su actitud totalmente contraria. El Hombre le decía que si yo soy desordenada (¡vale, lo admito! Siempre he pensado que si el universo tiende al incremento de su entropía quién soy yo para ir en contra de las leyes del universo) y ella por contra nos relataba como le gustaba tener la casa impoluta, y que al menos una vez por semana se ponía de rodillas a limpiar el suelo (¡Demonios, qué horror! ¡Jamás se me ocurriría semejante vileza! Con la cantidad de armatostes e inventos que existen para hacer esa odiosa tarea…) y se quejaba de que si Koldar la veía a cuatro patas intentaba provocarla (eso a mi me recordó a una escena del Imperio de los Sentidos, y ahí si que me entraron ganas de limpiar el suelo con la esponja y la bayeta), por lo que ella procuraba hacer esa tarea aprovechando que él estuviese en el gimnasio, en el cine o enganchado al ordenador. Dado que según ella Koldar era un obseso sexual (¡Frígida de las narices! Y yo a dos velas. ¡Hummm!).
La conversación entre ellos cada vez se me hacía más inaguantable, y no por la crítica de Hombre hacia mi forma de ser, si no porque ella trataba a su marido como si se tratase de un trapo sucio. Así que me levanté de la silla de la terraza en la que estábamos sentados y me dirigí al baño. Al ser fiestas había mucha gente en el bar por lo que me estaba costando mucho llegar a mi destino y de repente noté que alguien me agarraba por la cintura, me giré y Koldar me miró a los ojos como pidiendo permiso, le sonreí y nos dirigimos juntos al baño mientras él deslizaba sus manos por mi cuerpo ocultos ambos entre la multitud de las miradas de Hombre, Uccidecavie, nuestros amigos comunes y todos nuestros cachorros.
Una vez entramos al baño se abalanzó a mi boca como una lengua de lava y el fuego que despedían nuestros cuerpos era mayor que el que montó Nerón para su entretenimiento. Fueron 5 minutos intensos de besarnos y tocarnos. La verdad es que debajo de la ropa no me esperaba semejante cuerpo. Era como acariciar al David de Miguel Ángel, no tenía ni un gramo de grasa en su pétreo abdomen, todo músculo y bajo los pantalones lo que había allí nada tenía que envidiar a Nacho Vidal o a Rocco Siffredi en sus mejores años. Con el hambre que llevaba yo entonces me hubiese conformado con un burger mal hecho y me encontré con un solomillo de primera.
Cuando salimos del baño yo seguía alucinando y aluciné aún más cuando mi cachorro me dio a guardar el refresco que llevaba y comprobé que tenían el mismo diámetro. Por fin se había resuelto la tensión sexual entre nosotros y el morbo de haber estado juntos a escasos metros de nuestros respectivos todavía lo hizo más intenso. Así que al día siguiente repetimos, y el siguiente fin de semana repetimos, y el siguiente, y el siguiente… Se convirtió en un excitante juego que hacía que desde el lunes estuviese deseando que llegase el sábado para poner del revés nuestro mundo durante esos 5 minutos nuestros, con el riesgo añadido de que cualquiera de los otros, incluso nuestros cachorros, pudiese pillarnos en cualquier momento. Pero 5 minutos al final siempre resultaba ser poco para desatar los volcanes que teníamos dentro, así que uno de esos días le pasé mi número de teléfono para poder quedar y dedicarnos más tiempo.
Tardó 3 días en llamarme y cuando lo hizo no estaba muy seguro de aceptar mi propuesta de quedar en mi casa un viernes en el que el Hombre y mi cachorro no iban a estar, prefería quedar en un terreno más neutral, pero yo le insistí y al final dijo que sí.
Toda la semana estuve esperando a que el tiempo se acelerase y llegase el momento. Por fin llegó el día y la hora señalada. Pero él no apareció, esperé 50 minutos y decidí llamarle, me dijo que él estaba esperándome en el terreno neutral que había propuesto, pero que ya se había echado el tiempo encima y tenía que ir a buscar a Uccidecavie y a su cachorro, que nos veríamos al día siguiente donde siempre y como siempre.
Acepté sus excusas aunque no sin una pequeña decepción. Y al día siguiente cuando nos reunimos en el baño me dijo que él no podía hacerle esos a su mujer, que una cosa eran nuestros escarceos y otra muy distinta era el tener una casa y una cama donde serle infiel (¡Claro! A su modo de ver, si no hay empotramiento la fidelidad permanece intacta, ¡debe ser como el virgo! ¡Increíble, qué cínico se puede llegar a ser!). Como mi intención no era hacerle daño a nadie si no cumplir el primero de mis objetivos (volver a sentirme deseada por un hombre) estuve de acuerdo con él. Pero aún así queríamos disfrutar juntos de algo más de intimidad y de tiempo, por lo que quedamos en vernos el miércoles e ir juntos al cine en un centro comercial cuyo garaje subterráneo está muy poco transitado y con zonas ocultas de miradas indiscretas (¡Qué bien lo conocía!).
De nuevo llegó la fecha prefijada y esta vez llegamos los dos con 20 minutos de adelanto sobre la hora señalada, eso nos daba un margen de casi una hora antes de que empezase la película. Así que bajamos al párking, nos montamos en su coche y nos adentramos en el lado oscuro.
Un lustro sin sexo y el deseo de montármelo con él reprimido hicieron que la lascivia se apoderase de todos los poros de mi cuerpo, y le practiqué la felación de su vida, hasta el punto que sólo era capaz de decir que jamás hubiese imaginado que nadie pudiese ser tan ardiente. Dudamos si seguir en el coche o ir a ver la película, y él optó por el cine por miedo a no poder contener sus instintos y acabar «siendo infiel».
El sábado siguiente en nuestro peregrinar de costumbre al baño me dijo que teníamos que dejar de hacerlo, que creía que Uccidecavie estaba con la mosca en la oreja. Pero al día siguiente no se cortó un pelo y volvió a seguirme al baño, lo mismo que el fin de semana siguiente, y el siguiente, y… Yo me conformaba con eso, cuando no se tiene nada en casa cualquier cosa es bueno.
De vez en cuando él insistía en que ella sospechaba algo. Yo lo único que había percibido era que él había adquirido algo más de coraje y ya no se dejaba pisotear del mismo modo.
Se acercaba el fin de año y ella nos propuso a Hombre y a mi que saliésemos a festejar Nochevieja con ellos. El Hombre dijo que él prefería no salir y quedarse en casa cuidando de nuestro cachorro, pero ella me insistió a mi que me animase y fuera (pensé que para sospechar que entre su marido y yo había algo era un poco extraño), así que me animé y salimos toda la cuadrilla a excepción de el Hombre.
Yo me lo pasé de miedo aprovechando cada ocasión tumultuosa para meterle mano delante de todos sin que nadie se enterase. Al día siguiente Uccidecavie nos contaba como le había tirado los trastos un jovenzuelo y que ella le había dicho que no podía porque su marido no hacía más que mirarla (yo pensé para mis adentros, por supuesto que no hacía más que mirarte pero no por lo que tú imaginas si no para que no pillases lo que yo le estaba haciendo).
Y así seguimos jugando Koldar y yo durante otro tiempo, por más que él insistía en que teníamos que dejar de hacerlo, pero nunca ponía remedio. Se acercaba carnaval, y por una de esas casualidades que de vez en cuando ocurren coincidía con San Valentín. De nuevo fue Uccidecavie quien nos invitó a Hombre y a mí a que nos uniéramos al grupo y saliéramos a cenar y divertirnos. Y nuevamente Hombre rehusó cortésmente la invitación y yo la acepté.
La noche empezó de un modo divertido, dos matrimonios y yo de cena juntos para celebrar el día de los enamorados. Durante unos dias estuvimos pensando en salir disfrazados, pero en el último momento todos se habían rajado y Koldar y yo nos quedamos con las ganas de disfraz (menos mal para él porque mi disfraz de Hilda se quedó en el armario, si no no sé si hubiese podido vencer la tentación). Cenamos, entre otras cosas, ibéricos y cochinillo asado, y me pasé toda la cena haciendo piececitos con Koldar.
Antes de llegar al restaurante Uccidecavie se empeñó en contarme las virtudes sexuales de su marido y lo poco que a ella le motivaba que él quisiese sexo a todas horas (pensé que Dios le da pan a quien no tiene dientes), esa conversación no me daba pie a pensar que ella sospechase nada que pudiese existir entre Koldar y yo.
Después de cenar nos fuimos a bailar a un local que solía frecuentar yo, saludé a uno de los bomboncitos del local y cual fue mi sorpresa cuando Koldar le saludó también, eran compañeros de gimnasio. Más tarde fuimos a otro local y mientras bailábamos se me acercó un pezqueñín con ganas de marcha, al principio no le hice ni caso, pero ese acentillo francés que tenía llamó mi atención. Empecé a bailar con él, a charlar, y decidimos largarnos juntos. Me despedí de todos y me fui con mi nueva conquista. ¡Por fin alguien con quien tener sexo! ¡Qué 26 añitos más bien puestos! ¡Cuatro cohetes de vértigo! Había logrado cumplir el segundo de mis objetivos (quitarme las telarañas después de tanto tiempo). Eso sí, cuando llegué a casa mi pensamiento fue de pecadora total (no recordaba que yo soy un diablo), el pezqueñín era musulmán y yo aparte de ser una mujer casada (¡prohibido!), que casi le doblaba la edad (¡extraño!), había estado cenando cerdo (¡más impura no podía haberla elegido!).
Al día siguiente mi otra amiga me comentó que a Uccidecavie le había mosqueado que me fuese con el pezqueñín (¡puta envidiosa!) y 3 días más tarde Koldar me llamó para decirme que su mujer le había montado un pollo porque creía que él y yo teníamos algo, que si hablaba conmigo, por favor yo lo negase todo. Y eso hice cuando ella se lanzó a mi yugular para que dejase en paz a su marido. Lo negué todo.
Lo extraño de esta historia es que si Koldar no hubiese sido un cobarde y no se lo hubiese contado a ella, o se hubiese atrevido a no seguir jugando conmigo, Uccidecavie jamás habría desconfiado de la «fidelidad» de su marido.
Bueno, pecadores, acordaos:
Gestad luchas de saber
Orquestad vuestras vidas
Zambullíos en el placer
Amad sin medida, y
Deleitaos con vuestro ser.