Viaje en barco
Moonlight
Comenzaban mis vacaciones, unos días fuera con unas compañeras de clase. Un viajecito de dos días en barco, visitar una ciudad británica y volver. Llegamos al puerto y embarcamos. Compartía camarote con otras dos chicas de clase.
Era invierno, así que no era demasiado agradable salir a cubierta, un frío y un viento del carajo. Un rato bien abrigada sí, pero nada más. El barco tenía un salón de espectáculos, para tomar algo, ver el show y bailar un rato. También tenía piscina, jacuzzi y gimnasio.
Paseábamos por el barco y fuimos a ver el gimnasio, y ahí estaban dos chicos ejercitando en las máquinas. Mis compañeras, jóvenes y llenas de hormonas, empezaron a admirarles jocósamente, Los chicos estaban buenos. Me fijé intensamente en el que estaba en la máquina de remo. Cuerpo marcado, melena ondulada y rubia por los hombros, tez morena, una sonrisa bastante bonita. Mmmmm… inalcanzable, me dije a mí misma. Me alegré la vista mirándole solo un poquito más, y nos fuimos.
Por la noche, después de cenar, las compañeras estábamos tomando algo en el salón. Terminó el espectáculo, canciones y magia. Y aparecieron ellos también con intención de tomar algo. Alguna de mis compañeras les reconoció, y al preguntarles si eran los chicos del gimnasio, ya tuvieron excusa para quedarse conversando con nosotras. Yo me mantuve al margen, pero, afortunadamente, era de las que mejor me defendía hablando inglés entre el grupo de compañeras, así que empecé traduciendo, y acabé conversando animadamente con mi inalcanzable. Al parecer era profesor de surf, no me extrañó. Pusieron música, Shania Twain me ayudó a hacerle ver que me gustaba. Entonces él me dijo su número de camarote y me dijo que nos viéramos ahí en media hora. Los dos se fueron. Pensé si ir o no, ¿me estaría tomando el pelo? ni siquiera me besó. Me aventuré.
Me excusé de las compañeras y fuí a buscar su camarote. Era uno de los del final del barco. Después de unos minutos buscando encontré el pasillo correcto. Mi rubio estaba en la puerta, al parecer él también compartía camarote y su amigo estaba ya descansando. Me tomó de la mano y me llevó al último pasillo. Por las ventanas se veía la estela que iba dejando el barco en el mar a su paso.
Se apoyó en la pared, me sujetó de la cintura y me acercó a él. Me besó, y gimió desde el primer beso. Ese detalle me activó por completo. Sólo nos besamos y sus gemidos ya habían conseguido que me mojara por completo. Yo en brazos de mi inalcanzable, no me lo podía creer. Me acarició los pechos y los besó por encima de la ropa. Tenía unos pectorales y unos abdominales marcados, que daba gusto acariciar. Jugué con la goma de sus calzoncillos y acaricié su miembro. El seguía gimiendo a la mínima caricia. Me bajó los pantalones y me acarició, iba bastante al grano. No me molestó. Me ponía tanto que yo también quería que fuera directo. Volvimos a besarnos apasionadamente mientras le acariciaba los abdominales, y de repente, no sé como lo hizo, me lo encontré con los pantalones bajados y el preservativo puesto. Estábamos en medio del último pasillo. El me dio la vuelta y me penetró desde atrás. Sentí toda su potencia. Me gustaba, pero echaba de menos acariciar ese cuerpo marcado y esa melena rubia y ondulada. Me dí la vuelta, quería besarle otra vez. El me comprendió y me tumbó en el suelo muy despacio. Bajó mis pantalones hasta mis tobillos, me abrió lentamente las piernas y volvió a penetrarme. Su cuerpo fibrado sobre el mío me volvió loca. Le acariciaba la melena, la espalda musculada, los hombros… notaba su movimiento dentro de mí, sus gemidos leves en mi oído dándome más y más calor, embriagándome, humedeciendome más y más, y entonces… oímos el sonido de unas llaves.
El me miró fijamente a los ojos durante un instante, y se levantó como un rayo. Rápidamente, reaccioné y también me levanté y me subí los pantalones. Cada uno nos apoyamos a un lado del pasillo, yo en el lado que daba a las ventanas y al mar. El vigilante del barco nos encontró a cada uno apoyado en un lado, mirando al suelo, pasó entre los dos moviendo las llaves, y siguió su ruta. Cuando pasó nos miramos, sonrisa pícara de medio lado, mi lengua mojando levemente mis labios. En cuanto el vigilante dobló la esquina él se acercó a mí. Mi boca le recibió, ávida y sedienta. Me bajé los pantalones. El me subió al bordillo que daba a las ventanas de la parte trasera del barco y me sujetó las piernas, me agarré a su cuello. Volvió a penetrarme, esta vez más fuerte, con más ganas. Lo único que consiguió el buen vigilante haciendo su ruta fue avivar nuestras ganas voraces. Notaba los músculos de su espalda, sus brazos fuertes en tensión, sujetándome. Notaba el movimiento de su pelvis embistiéndome. Besos, gemidos y sudor. Su orgasmo me llenó. Mi cabeza daba vueltas sin creérselo todavía. El calor se extendió por todo mi cuerpo. El volvió a dejarme en el suelo y en otro movimiento rápido se quitó el preservativo. Me abrazó. Sentí su espalda y sus brazos una última vez. Me acarició la cara, me dio un beso, y me recordó que mis compañeras estarían preguntando por mí.
Nos despedimos en la puerta de su camarote, un último beso y buenos deseos.
Nunca volví a verle. Ni siquiera recuerdo su nombre. Siempre será mi profesor de surf.