Porno para adolescentes
Hieros Gamos
Calma, que no cunda el pánico, podéis desconectar las sirenas y decirle a los cuerpos de seguridad que ha sido una falsa alarma, que en realidad nadie está tratando de pervertir menores y hacerles caer en el pozo de la perdición sexual. ¿O tal vez sí? Jejejeje…
Que no, que no se trata de eso, que mezclamos en la misma frase porno y adolescentes y nos ponemos en Defcon 1 cagando leches y eso que es uno de los binomios más comunes y naturales que hay: adolescentes buscando sexo. Porque desde siempre, desde el principio de los tiempos, de cuando los tiempos tenían acné y se revelaban de sus padres, los adolescentes han buscado la manera de dar salida a las calenturas entrepierniles, (vamos, que hasta el mismo tiempo se la pelaba en sus principios) y más que salida, darle un poco de estímulo y aliciente, que la salida es fácil pero darle un poco de sustancia, de mojo y guindilla es otra cosa, o lo era más bien.
Y digo era porque aún recuerdo cuando yo era un joven demonio y hacía expediciones con la cuadrilla a la tienda de revistas del barrio. Empezábamos mirando las de videojuegos, luego deportes y poco a poco, revista tras revista, ibas encaminándote al fondo de la tienda donde estaba el jugo del asunto, las revistas guarras y ahí, con más bien poco disimulo, pasábamos un rato ojeando aquellas páginas repletas de cuerpos fornicantes con los ojos desencajados cual Francisco Pizarro si se hubiese encontrado de frente con el mismo Dorado o con la piscina de monedas del tío Gilito. Aquella hazaña te dejaba grabado en el recuerdo una serie de imágenes que más te valía conservar porque sería todo el estímulo que ibas a tener en varias semanas.
De vez en cuando tenías “suerte” y llegaba a tus zarpas algún ejemplar de aquellos magacines que había pasado de mano en mano (y de otras cosas a otras cosas) y entrecomillo lo de “suerte” porque solían llegar más sobaos que un desayuno cántabro, con más páginas pegadas que sueltas y eso que las sueltas tenían marcas de haber estado pegadas en algún momento (que poca destreza con el clínex, copón). Luego venía la odisea de conseguir llegar a casa con la revistilla y esconderla del radar de tu madre (lo cual podría dar para otro artículo).
Hoy es otra película. Me atrevería a afirmar que muchos de los chavales de tez granuda y en edad de autoexplorarse no han visto una revista porno en su vida y poca falta que les hace cuando pueden tener el porno que quieran a un click de distancia. Cuantas veces habré pensado que menos mal que en mis tiempos no teníamos Internet porque habríamos acabado idiotas (más aún).
Y yo que me alegro un montón por ellos, que al fin y al cabo se trata de evolucionar y que las generaciones siguientes vivan mejor que las pasadas, el problema es que la sociedad no ha avanzado de a misma manera en otros campos fundamentales como la educación sexual. Esto prepúberes están sobrebombardeados de imágenes eróticas y actitudes exhibicionistas pero en contrapartida les damos una educación sexual de mierda que no ayuda para nada a equilibrar la balanza, así que luego nos encontramos a niñas de doce años enviando selfies guarros a sus novios. Hace treinta años la sola idea era impensable y ahora es una realidad.
Lo que no ha cambiado es la fuente principal de educación sexual: el porno. Sí amigos, mal que le pese a los padres y educadores, desde hace varias generaciones la gente se educa en el metesaca a golpe de porno y encima del guarro, barato, zafio y burdo. El Fast food del porno, todo edulcorado y ultraconservado. Si a eso le añadimos la increíble facilidad que tienen para conseguirlo el resultado es posiblemente catastrófico.
Todo esto me llevó a pensar en una idea absurda, rebuscada y maravillosamente precisa: ¿por qué no hacer pornografía para que sea consumida por adolescentes?
Se nos llena la boca cuando decimos que el sexo es algo sano, natural y beneficioso, pero parece ser que eso ocurre únicamente cuando cumples los dieciocho años, me puedo hasta imaginar mirando el reloj y haciendo la cuenta atrás para adquirir de golpe la habilidad de usar sexo sanamente como el que sube de nivel y gana un +1 a follar.
Podríamos asumir que el sexo también es sano para ellos y lo más importante, que es inevitable, que si quieren hacerlo lo harán. Lo que hace falta no es prohibirles hacerlo sino enseñarles a hacerlo bien, con educación, respeto, tolerancia y seguridad. A mi lo que me preocupa no es que los chavales vean porno, lo que me asusta es que ven como le meten la polla hasta las pelotas por la boca a una señorita hasta que vomita y se pone colorada de no poder respirar y no comprendan que eso no es más que una ficción, que en general, las relaciones sexual normales y naturales no tienen nada que ver con eso. Ahí es cuando me acojono, que comprendan que Batman no existe pero que no comprendan que el porno también es ficción.
Entonces, haciendo nuestro el lema de si no puedes con tu enemigo, únete a él y asumiendo que nos guste o no van a ver guarrindongadas para toquetearse, me imagino que se podría hacer una pornografía pensando en los jóvenes, mostrando relaciones naturales y sanas en las que impera el respeto por el otro y la búsqueda del placer conjunto. Un porno en el que siempre, siempre, siempre usan preservativos incluso cuando hacen sexo oral. Un porno en el que se vea como se pone un condón o un preservativo femenino. Eliminando los clichés más destructivos, el del tío dominante y asilvestrado, el de la tía sumisa e idiota que no se da cuenta de que le van a meter cuarta y mitad de rabo en cuanto se agache. Y sobre todo, usando actrices y actores con cuerpos naturales, con sus michelines algunos, con pelos, sin tabletas hipertrofiadas ni tetas siliconadas. En fin, mostrarles cómo debería ser el sexo en pareja.
Pero claro, en esta sociedad rancia y petrificada en los cánones clásicos, esta idea resultaría demasiado perturbadora y haría a más de uno rasgarse las vestiduras porque sin duda, es mejor que vean bombardeos en los informativos y chonis y canis gritándose en las tertulias del corazón.
Dando buen ejemplo, claro que sí.