Suéñame
Dalila
Me he llevado toda la noche con unos tremendos y tórridos sueños eróticos en los que eras el objeto de mi deseo. Igualito que en la vida real.
He recorrido cada centímetro de tu erógena, suave y onírica piel hasta enzarzarnos en un festival de besos, caricias y sexo duro. Hemos hecho de todo, yo con mi flexibilidad innata, tú con tus atributos naturales. Hasta en un momento vino a unírsenos una rubia que por allí pasaba, probablemente porque el otro día te pregunté qué pensabas acerca de tener un trío. Cosas del subconsciente.
El despertador ha sonado y nuestra hija, en su cuna, se ha despertado para pedir alimento. Hoy he podido dormir porque no se ha despertado mucho, así que ella me ha dejado soñar con que arañaba tu piel, con que te mordía, con que nos usábamos mutuamente como nuestros mutuos juguetes sexuales. Se lo he agradecido tras darle su tetada matutina. La has vuelto a dormir para que yo me pudiera poner a trabajar y, en silencio, he comenzado mi jornada laboral, cuando todavía el día no despuntaba.
Cuando te has levantado dos horas más tarde, con el pelo medio revuelto, tu barba despeinada y tu cara de sueño, no he podido evitar ver al hombre con el que he soñado esta noche. Te he desnudado mentalmente mientras me traías una taza de café, y he ido a la cocina mientras preparabas el desayuno sólo para saborear uno de tus besos. De los de verdad. El contacto de tus labios con los míos ha sido como sentir una descarga eléctrica. Todos los sueños, de pronto, han vuelto a agolparse en mi mente, quitando de en medio los pensamientos sobre los informes que había que entregar, el hecho de que ayer me robaran el portátil de empresa, o que necesitara urgentemente una ducha. La ducha no me iba a servir de nada, no me iba a quitar las calores provocadas por el deseo y la necesidad de tener tu cuerpo pegado al mío, tu ser dentro de mí.
A media mañana, cuando todo parecía en orden y disfrutábamos de una cierta tranquilidad, ya no he podido más. He decidido hacer mis sueños realidad. Saborear esa piel, mancharme con tus fluidos, contarte mis sueños y que tú me contaras los míos. Que me confesaras entre suspiros que cada vez que entrabas en el cuarto de baño te acordaras de una de mis fantasías favoritas, en la que eres protagonista y objeto de mi deseo.
Qué maravilla gozar contigo. Qué maravilla soñarte y vivirte.