Puto San Agustín….
El Barón de Pt
¿Alguna vez os habéis preguntado quien ha sido el mayor villano de los dos últimos milenios? Imagino que seguramente os vendrán a la cabeza los dictadores del siglo XX. Si queréis saber mi opinión (y como estáis leyendo esto imagino que sí) os la daré:
San Agustín de Hipona.
El máximo exponente pensador cristiano del primer milenio. Teólogo, filósofo y gran orador, al bueno de San Agustín le debemos el pensamiento sexual represivo (sobre todo de la mujer) de los últimos 1600 años. Debemos recordar que, durante casi los cuatro primeros siglos, el cristianismo tuvo con contentarse con ser una serie de encuentros en los que grupos de personas que reunían para comentar la vida del profeta.
Le faltaba sustancia, y ahí es donde entra San Agustín. Tras una vida como orador, pagano, esposo y padre se convierte al cristianismo para orgullo de su madre y usa sus conocimientos para darle forma al dogma. Su obra se basa en el trabajo de Plotino, que a su vez, se basa en Platón.
¿Alguna vez habéis escuchado que la Edad Media fue una época oscura? Pues ya tenemos al principal culpable. Una época en el que los ideales de belleza del cuerpo cambian y una época en la que el sexo se demoniza. Sólo dentro del matrimonio, sólo para procrear. El divorcio no existe. Irse de putas está mal visto.
Evidentemente, la gente sigue dándole a la mandanga dentro y fuera del matrimonio, pero más pronto de lo que pensamos el sentimiento de que estamos haciendo algo pecaminoso se va asentando cada vez más hondo en el pensamiento del colectivo general.
No siempre fue así. ¿Os habéis preguntado como eran las relaciones sexuales antes del siglo IV? Veámoslo brevemente:
En las ciudades del imperio de Sargón I (Imperio Acadio, 2334 a.c.) la religión que se profesaba era politeísta, siendo los dioses Enlil e Ishtar los predominantes. Pues bien, en esa ciudad era muy típico que el extranjero que llegase a la ciudad pagase un tributo en el templo a cambio de la bendición de los dioses. Un tributo que no era igual en todos los templos, desde luego, los había para todos los bolsillos. Por supuesto, estoy hablando de zumbarte a la sacerdotisa de turno, la cuál te imbuía de su “bendición” para ayudarte con las adversidades de su viaje.
Es más, el nieto de Sargón, Naram-Sim, fue el primer hombre del que se tiene constancia que pasó de ser un simple mortal al rango de dios. El proceso en sí de elevar a un hombre a tan alto nivel se llama hierogamia y se trata de una unión sagrada entre los dioses. El rey y la suma sacerdotisa consuman el acto carnal delante de toda corte y personas de renombre de la ciudad simulando ser los dioses. Después de la hierogamia el rey ya nunca será un hombre sino un dios y como tal será tratado.
Tenemos constancia de que el césar Calígula realizó una con su hermana Livia Drusila.
Y ya que saco el tema romano, solamente con la dinastía Julio-Claudia tengo para varios artículos. Baste decir que la sociedad de la Antigua Roma tenía una libertad sexual que ya nos gustaría hoy en día. La palabra “homosexual” no existía, el divorcio era de uso común y el sexo se usaba como una bendición de la naturaleza (si los dioses lo habían puesto era para usarse). Pero como lo común no mola, os voy a contar un par de cosas jugosas.
Calígula mantuvo sexo con todas sus hermanas; de hecho, su madre le instruía en las artes amatorias para la sorpresa de sus conciudadanos (que no se sorprendían de que le enseñase sino de que ejerciera demasiado poder sobre el emperador). De sobra es sabido que su mandato fue un continuo despilfarro y que se inventaba siempre nuevos impuestos para paliar sus derroches. El que más se recuerda es el prostíbulo que montó en su palacio, donde ejercían algunas de sus hermanas y esposas de senadores.
Nerón se enamoró de un hombre. La pega es que la ley no permitía el matrimonio entre hombres. ¿Pega?, ningún problema, adelantándose 2000 años a las operaciones de cambio de sexo hizo que le cortasen el ciruelillo para que, una vez repuesto de la operación, le vistiese con las ropas de su difunta esposa y obligase a todos tratarla como su mujer.
Antes de eso al emperador se le vio en el Tíber seguido de una legión de prostitutas, las cuales iba dejando en pequeñas casetas cada pocos metros en la orilla, como si de una estación de servicio se tratase.
Tiberio, cuando se retiraba a su villa de descanso, hacía que le enviasen jóvenes a los que el les denominaba “expertos en sexo anal” y les indicaba que lo practicasen en filas de tres (clásico trenecito) mientras el observaba (un inciso: les contrataba con el dinero público).
Otra cosa que le gustaba era combinar sus dos aficiones favoritas: el sexo y el baño. Le encantaba bañarse con jóvenes (a los que llamaba sus pececillos) de los que extraer placer manual y oral.
Y quién no recuerda las bacanales, esas fiestas en honor a Baco, en las que lo de Sodoma y Gomorra se quedaba pequeño. Se comenzaba con el concurso de “a ver quién bebe más”, al ganador se le obsequiaba con la corona de laurel y actuaba como maestro de ceremonias. Después de danzar en torno al fuego al ritmo de la música todos sabemos qué venía a continuación. Cabe destacar que en el siglo II después de Cristo llegó a oídos del cónsul la existencia de una “secta” que practicaba estos rituales saldándose la noche con una redada de 7000 detenidos y prohibiéndose la práctica en adelante.
Así pues, concluyo con una reflexión personal: cuando escuchéis críticas a una persona de la que se diga que a hecho esto o aquello, pensad de donde viene esa actitud de censura y que hubo una época en la que sencillamente a todo esto no se le daba tanta importancia. Simplemente, se hacía.