Maldito cabrón: Cap 1 Sexo virtual en el chat.
La Dolce Vita
Aún recuerdo el primer día que lo vi, subido en el catamarán que nos llevaba a Islas Cies en un viaje de trabajo, con su cámara de fotos colgada del cuello y la de vídeo en la mano, siempre le gustó grabarlo todo, todo…
Cuando le conocí ambos teníamos pareja; bueno, él tardó en confesármelo, la verdad. Pese a que vivía con Alfonso, no era capaz de quitarme a Javier de la cabeza, me sorprendía cada mañana frente al espejo pensando si mi forma de vestir ese día, o esa blusa ajustada despertaría en él la atención que yo tanto deseaba tener.
Cruzábamos a diario mensajes y correos de trabajo, lo normal; pero es cierto que cada vez la comunicación era innecesariamente más frecuente, cualquier excusa era buena para lanzar un correo con un gracias, o la típica coletilla de “Ya sabes dónde estoy para lo que quieras”… Y tanto que para lo que quieras, pensaba yo.
Un día apareció en el chat del trabajo y esa fue la perdición, no puedo olvidar la manera en la que un cosquilleo me recorrió el cuerpo desde las sienes hasta el estómago para posarse en mi sexo cuando vi aparecer su nombre parpadeando en amarillo, palpitando como mi corazón en ese momento, esperando mi lectura.
“Mejor por aquí, que es más rápido”, me escribía, y tras cruzar durante días ciertos mensajes relacionados con el trabajo, un viernes cualquiera soltó la tan esperada frase: “a propósito, hoy has venido muy guapa, que lo sepas” para después disculparse: “perdona, no debería haberte dicho eso” a lo que yo contesté como una tonta, de manera automática ,“no te preocupes, me halagas.” Así empezó todo.
Desde ese día, cada vez que nos cruzábamos en la puerta del trabajo, casi a diario, yo le saludaba a la vez que le desnudaba con el pensamiento, y me imaginaba con él, sobre él, debajo de él… Necesitaba saber si le pasaba lo mismo.
El lunes no le vi por la mañana, pero parece que él sí que me vio a mi cuando me dirigía hacia el trabajo porque no había terminado de sentarme, cuando apareció en el chat para decirme que ese día estaba más guapa que nunca. La sonrisa se me dibujó en la cara y rápidamente mis dedos se dejaron llevar por el teclado y en un ataque de sinceridad escribieron: “tú también lo estás, hoy y cada día” (¡Error!)
Javier: ¿Comemos juntos?
Yo: ¡Por supuesto! (¡Error!) Sólo dime dónde (doble error) y allí estaré (garrafal error).
La comida fue bien, trabajo y unas pinceladas breves de la vida de cada uno, el inicio de una confesión que se convirtió con el tiempo en una desnudez completa de mi alma no correspondida en la misma medida. Pero eso ocurrió más tarde.
Tras varias semanas chateando las conversaciones cada vez nos acercaban más.
Martes, 09:07
Javier: No puedo dejar de mirarte, te sigo por la calle y cuando veo moverse tu faldita no puedo quitarme de la cabeza la imagen de lo que guardas debajo de ella, me gusta tu forma de andar contoneándote seductora como si supieras que te sigo.
Me emociona leerle, me calienta pensar que me ha seguido. ¿Cuántas veces lo habrá hecho?
Yo: Me gusta que me digas esas cosas, pero a partir de ahora estaré pendiente de ti, ten cuidado que a lo mejor empiezo a vigilarte yo a ti… (sonrisa)
El flirteo había comenzado a liberarse de tapujos y de rodeos. Desde ese momento tuve claro que sería mío.
Miércoles, 09:00. Abro el chat
Yo: Tengo algo para ti… Enciende tu webcam
Javier: ¡Mmmm! Sólo pensar en la sorpresa me pone cachondo, pequeña, déjame ver tu regalito (enciende la webcam).
Yo: ¿Quieres que me desabroche aquí mismo? No pierdas detalle.
En la oficina están unas mesas junto a otras, dispuestas en fila, de frente, tras de mi ordenador está el cogote de Mª Jose´, pero en ese momento me da igual.
Javier: ¡No serás capaz!
Yo: ¿Que no?
Empiezo a abrir uno a uno los botones de mi camisa dejando al aire uno de mis pechos que enseño orgullosa y sonriente a la cámara que me mira sin pudor, imagino a Javier, su lujuria, su deseo y su erección repentina al verme. Guardo la muestra de mi provocación, había empezado mi dantesca novela autobiográfica, el prólogo de mi época más salvaje a la par que dura. Mi masoquismo emocional llevado al extremo, lo odiaba y me gustaba a la vez.
Estaba obsesionada, necesitaba a toda costa mantener el contacto, ansiaba llegar cada mañana para abrir el chat y encontrarle allí, esperándome, cargado de frases obscenas para mí que yo recibía cada vez con más agrado… Estaba dispuesta para él, sabía que se acercaba el momento de dar un paso más. No podía soportar ese deseo realmente físico, esa necesidad de llevar a la realidad cada propuesta. Sentada en mi silla de trabajo notaba como me palpitaba el sexo al leerle, percibía como podría ser capaz de llegar al orgasmo sólo con sus palabras, como mi respiración se agitaba al dejar volar la mente imaginándome, imaginándonos en cada detalle de nuestra conversación
Miércoles, 11:14
Javier: Me gustaría cogerte, bajarte esas braguitas en el baño y comerte entera teniéndote frente a mi, no podrías moverte, no te dejaría, te recorrería con la lengua en círculos y te absorbería tirando ligeramente del clítoris hasta que te corrieras así, de pie, sé que te retorcerías entera de placer.
Yo: Sí, por favor, necesito que lo hagas, no puedo esperar…
Jueves, 10:05
Yo: ¡Buenos días! Esta mañana te he visto al entrar, el ascensor olía a ti. No puedo esperar a tenerte entre mis piernas para aspirar el aroma de tu piel desnuda
Javier: No lo soporto más, quiero verte, sube, por favor, déjame rozar un segundo tu culo, te espero en mi mesa.
Yo: Ahí estoy en 5 minutos (¡meeek! ¡Error!)
Esa mañana, realmente cada mañana desde hace semanas, me preparo para él, para el momento en el que el sexo virtual de paso al sexo real, pero parece que no va a suceder nunca. Ese día he ido con una camisa de encaje transparente que deja al aire todos mis encantos, me he tapado con una chaqueta por encima para evitar las miradas de compañeros, me dirijo al ascensor con los primeros folios que he encontrado por mi mesa y dentro del cubículo desabrocho la chaquetilla, abro mi escote hasta el límite y me acerco a su mesa.
Javier me susurra al oído. “Te las comería ahora mismo, te metería la mano por debajo del encaje y te chuparía los pezones hasta que no lo soportaras y me gritaras que pare.”
Me estremezco ante la idea de su propuesta, le dejo los folios sobre su mesa y me alejo mientras su mano se alarga para rozarme el muslo bajo la falda por un leve segundo, mi piel se eriza.
10:23
Javier: ¡Qué buena estás! Te dejo un móvil en la mesa con una tarjeta, apúntate este número mío, te escribiré esta tarde.
Cojo el regalo envenenado y acepto la propuesta, no me importa la idea de tener un móvil aparte del particular, sólo para nosotros, cada minuto que pasa sin noticias de él me parece un día entero, el deseo me llega a agotar, a agobiar, por primera vez soy consciente de que estoy absolutamente enganchada, he perdido el control de mi vida, pero me gusta la sensación, no pudo dejar de hacerlo, necesito estar con él.
22:00
Vibra el móvil y con él mi corazón, no necesito correr a cogerlo porque lo tengo en la mano desde hace horas, me acompaña en todo momento. Me agazapo en la encimera de la cocina para leer, asegurándome de que Alfonso sigue atento a la tele.
Javier: Hola, preciosa. ¿Por qué no te grabas un poco para mí? ¿Estás sola en casa? Déjame verte, envíame una foto anda…
Yo: Mmmm me encanta la idea, pero empieza tú. Dime, ¿qué me harías ahora mismo?
Javier: Te cogería y te echaría en la cama, te tumbaría y bajaría tus braguitas con la boca hasta dejarlas a la altura de las rodillas, te quitaría toda la parte de arriba y te recorrería con la legua, ataría tus delgadas muñecas sobre la cabeza para inmovilizarte y en esa postura, con tus pies en el suelo me pondría sobre ti para besarte desde los ojos hasta tu coño, y te pediría que me la chuparas, así, tumbada debajo de mi.
Yo: No aguanto que me digas todo esto sin poder tenerte, no logro concentrarme, ocupas cada segundo de mi vida imaginándote dentro de mi. Dime ¿Cuándo?
Javier: Pronto, pequeña, pronto, disfrutemos mientras del sexo virtual…
El deseo me ahoga y me daña, necesito poder verle, quiero hacer realidad nuestras conversaciones, me masturbo cada noche y cada día soñando que es Javier quien me toca, quien me lame, quien me besa, le sueño follándome con descaro…
Y así seguimos semanas, Un baile eterno, interminable de mensajes y deseos expresados en escritos que luego pasaron a llamadas y que abrirían mi alma en dos mientras oía que cada día crujía un poco más mi corazón al dañarse por la obsesión y el deseo sin materializarse ¿No estaría soñando?
Pero no, no fue un sueño…
Foto de portada: Sabrina Morgan