Follaré hasta que mis huesos toquen tierra
Ketesh Methiri
En mi portal vive una pareja que rondará los sesenta y cinco, setenta años. Son unos señores tela de majos que siempre saludan y son amables. Llevan casados desde que ella tenía diecinueve años y él parecido, supongo. Eran buenos amigos de mi abuelo cuando él vivía y parece que ellos viven bien. El otro día bajaba yo de mi casa, había quedado con unos colegas. El plan era ir al bareto jebi de turno, pero esa no es la historia que me ocupa en este escrito. Cuando bajaba la escalera del rellano escuché risas y les vi besándose apasionadamente mientras esperaban el ascensor, al tiempo que él le agarraba del culo a ella con fuerza y ella reía. No sé (ni quiero saber) si acabarían follando esa noche o no, lo que si sé es que esos dos no han perdido ni un ápice de pasión; por lo que se ve, la edad y la convivencia no han podido con ellos.
No es la primera vez que veo a una pareja de ancianos dar muestras de pasión de ese tipo, pero me parece raro. Estoy harto de oír a todo el mundo (normalmente casados, con hijos y todo ese rollo): «folla cuanto puedas mientras seas joven porque llegará un día en que no podrás». Y lo dicen con dos cojones, ellos lo dicen, su pareja lo confirma y el universo lo ratifica. Yo me niego. Joder que si que me niego. Me gusta follar, no hay más y aquí alguien hace trampa. Todo cristo dice que no hay edad para el sexo y bla bla bla, los cojones; si todo dios dice eso, y todo dios dice que a partir de X edad se cortó el invento, alguien miente como un bellaco. Ojo, que todo esto lo dice gente que tiene pareja, y diré ahora por qué me jamo el tarro con el tema.
Confieso que soy un animal de pareja. Nunca me han gustado los encuentros casuales, y no los critico en la peña a la que le va el rollo, sólo que no es lo mío, nunca me ha molado. Tampoco me ha molado nunca tener relaciones paralelas a las de pareja, ni lo he intentado, ni tampoco el follamiguismo. Soy un bicho terriblemente emocional y me va de perlas en ese sentido. Mi campo de experimentación es el sexo en el ambiente parejil, y he descubierto con el paso de los años que tiene infinidad de ventajas con respecto a las personas que lo practican sin compromiso emocional.
Pero, y hay un gigantísimo pero, ciclópeo, e incognoscible pero, las relaciones de pareja tienden a desgastar a los participantes, la convivencia acaba siendo pesada y, me limitaré al tema sexual, el sexo se vuelve cada vez más soso, anodino y desganado. Esa mierda hace daño, y uno puede acabar hasta los cojones, puede no, acaba hasta los cojones. Ahí es cuando las advertencias de toda esa gente sosa y estúpida, que ha tirado sus vidas sexuales al vertedero, empiezan a martillear dentro de mi cabeza. Pero ¡joder! Hay gente que supera eso, y lo he visto. He descubierto un factor común de error, y es que todo lo hacen juntos, no se dejan espacio, y sin espacio el deseo se va a la mierda. No sé. Lo único que tengo claro es que no me da la gana que a mí me pase lo mismo que a toda esa gente, y no me da la gana acabar, cuando sobrepase los cincuenta, recurriendo a páginas de citas, rollos de swingers etc. Que me parece tela de respetable, pero es que a mí no me hace ni puta gracia.
Y ¿a qué venía toda esta chapa? Me da puto miedo quedarme sin sexo pudiendo tenerlo. No me da la gana, de hecho ya como proyección de voluntad, pongo como testigos a todas las Legiones Infernales desde Anamlaqayinn hasta algún otro menda de nombre difícil, de que no me da la puta gana quedarme sin sexo. Me niego. He dicho.
Y por si alguien me preguntaba, mi vida sexual está perfecta, no tengo queja, que todo esto parece la panoplia depresiva de un frustrado sexual, gracias por preocuparos, pero no. Es solo una manifestación de un miedo. Punto pelota.