Pensando en Sonia
La Dolce Vita
No puedo quitarme a Sonia de la cabeza, su entrevista me puso a mil y las dudas en cuanto a mi sexualidad me están matando, me doy cuenta de que cuando voy por la calle devoro con los ojos a esos cuerpos redondeados y curvilíneos que tanto me recuerdan a ella…
Sé que tengo que llamarla, la posibilidad de conocer el garito del que me habló, “El zorro” creo que se llamaba, cada vez ocupan más hueco en mis pensamiento, pero hay algo que me impide dar el paso de quedar con ella, quizás tenga la intuición de que puede ser demasiado para mí.
Me descubro en el metro mientras me agarro a la barra, mirando desde arriba como un águila a quien puede ser mi presa, estoy obsesionada con el sexo femenino y necesito descubrir qué es lo que tienen ellas que me despierta auténtica curiosidad, mi ratoncita está sentada, absorta en su libro, es fruta dulce y cuidada, su blusa deja ver el inicio de un sujetador fucsia, Me gusta!! Atrevida y sin complejos, el final de su falda da paso al encaje de una media con liguero que denota que goza de buen sexo, le gusta seducir…
Sale del metro y la sigo, el trabajo llegará mañana, hoy soy una gata en celo. Su culo se contonea seguro de sí mismo, me hace sonreír. Entra en el bar y pide una caña y tortilla; Sin remilgos. Sus uñas son negras, Me pone!!
Me sitúo al lado y pido lo mismo, cerveza fría, tortilla caliente y yo más caliente aún… Deja su libro a un lado y leo el título “Mal sexo, la tortura de los torpes” Esto promete, no deja de sorprenderme y siento la necesidad de hablar con ella.
-Me has seguido, dice en alto dirigiéndose a mi (no hay nadie más a su lado).
-Si, no he podido evitarlo.
Soy directa, no le gustan los rodeos, está claro.
-Tú no tienes ni idea de cómo soy, ni siquiera mi nombre.
-Conozco lo que veo y me gusta. Sólo quiero conocerte.
-No te equivoques, tú quieres algo más, pero no te atreves a decírmelo, he visto como me observabas y seguías mis pasos, me comenta rematando el último sorbo de la cerveza, pero no tienes los ovarios suficientes para enfrentarte a tus deseos… Sólo eres una niñata buscando un poco de novedad y emoción en tu vida. Déjame en paz!
Sus palabras hieren mi alma a la vez que agudizan mi deseo de tenerla y de probarla, sin embargo salgo huyendo, está claro que no soy bienvenida. Tengo que hacerme mirar este deseo incontrolable que siento por lo prohibido y por mí mismo sexo
De nuevo en el metro apoyada en la barra fijo los ojos en unos zapatos masculinos es curioso, desde niña he pensado que los zapatos son el reflejo de la personalidad de quien los porta, unos zapatos sucios, arrugados y descuidados suelen pertenecer a alguien dejado, despreocupado, y unos zapatos impecables pueden llegar a pertenecer a alguien incluso remilgado.
En este caso son unos de esos zapatos desastrosos de cordones rotos por el uso, descansando al lado de una mochila también destartalada. Subo la vista y me encuentro una mano portando un cigarrillo apagado con prisas pero que mantiene para apurarlo a la salida y por encima asoman unas rastas por el hombro que se mueven al mismo ritmo que la música que va escuchando con los ojos cerrados. Sonrío para mi. Parece guapo pienso… El chico debió percibir que le miraba porque en ese instante abrió sus ojos de color azul inmenso, divertidos, curiosos. Me azoro y bajo la vista.
El se acerca, me mira desde abajo agachándose… y me encuentro su cara cantándome directamente a la mía “Could you be loved” Me provoca una gran carcajada y empiezo a cantar con él… “So go to hell if what you’re thinking is not right! Love would never leave us alone” Y así salimos ambos del metro, moviéndonos al son de la música, agarrados por la cintura.
Llegamos a la calle y me ofrece lo que queda de su cigarro, lo tiro al suelo y le ofrezco uno nuevo, le invito a una cerveza.
Soy Ian me dice con acento de algún sitio que no llego a situar, vine a estudiar medicina pero me quedé a medias, ahora lo mismo dibujo un cuadro que hago de payaso que te hago el mejor truco de magia. (unos polvos mágicos te echaba yo, pensé) Justo estaba pensando en lo mío cuando me lo encontré haciendo el pino en la puerta del bar, qué pena que el dueño saliera a increparle porque a mi sus abdominales me habían dejado de piedra.
-Dolce vámonos de aquí, parece que no les hace gracia la espontaneidad,
Me agarra de la mano y me lleva corriendo hasta el parque, allí se tiró sobre la hierba arrastrándome.
-Dolce, me gusta tu nombre. ¿No te preocupa estar tirada en medio de un parque con un completo desconocido? Podría ser malo, muy malo
La verdad es que no sentía el menor temor, le subí la camiseta y rocé su abdomen duro, pasé mi lengua por él de arriba abajo, sentada sobre él le agarré las manos a cada lado.
-¿Miedo? Puedo dominarte. Ahora mismo podría hacer contigo lo que quisiera. ¿No tienes miedo a quedare solo con una chica como yo?
Se dio la vuelta, y de un plumazo quedó tumbado sobre mí, me lamió la cara como un perro
-Ja ja ja ja!! Quieto!
-Arf ¡ Arf!
Metió su cabeza bajo mi camiseta y empezó a lamerme por todas partes, sin parar de moverse. Subió mi falda y siguió lamiendo
-Arf! Arf!!
Me encantaba el juego.
-Te vas a enterar!
Me escurrí de entre sus manos y tiré de sus pantalones anchos bajándolos hasta las rodillas, no llevaba ropa interior, se abalanzó sobre mi y me tiró de nuevo al suelo agarrándose a mi falda y dejándola en los tobillos, caí de nuevo al césped encima de él.
Sentada en sus piernas me abrazó, me besó, le acaricié la nuca bajo sus rastas con olor a limpio. Aspiré el olor de su piel, y le besé, le recorrí con los labios un hombro, el cuello, el pecho, el otro hombro, sin dejar de abrazarle.
Me besó el pelo, el cuello, el pecho, de nuevo el pelo
Metí la mano buscándole y le encontré tal como imaginaba, potente y enorme para mi.
-Métemela
-¿Si? ¿Segura?
-Hazlo
Apoyados en el árbol, a medio vestir, me senté sobre él, mi faldita puesta de nuevo, sus brazos me envolvían mientras yo subía y bajaba sobre él
-Dolce!
-Si!
-Dolce!
-Sigue! Si! Asíiiiii….
Ián me hacía perder la razón, lo mismo me metía con procacidad la mano en la entrepierna mientras agotábamos el kalimotxo sentados en la hierba, que me follaba en el primer escaparate que encontraba cerrado a la caída de la tarde. Su piel era suave, su cuerpo apretado sus besos dulces y grandes y su miembro siempre firme para mí.
Fueron días extrañamente deliciosos. Nunca me llevó a su casa, nunca le llevé a la mía, los encuentros eran furtivos, siempre diferentes, siempre asombrosos, lo mismo posaba un anillo que él mismo había engarzado en la punta de su glande para que lo recogiera con mi boca, que me pasaba la cuchilla por mis labios inferiores emulando el libro de “El Amante” de Marguerite Duras para pasar a bebernos los cuerpos mutuamente en la cama de un hostal pagado por horas.
Un día se marchó, igual que apareció se fue sin más. Un dibujo de mi cuerpo desnudo con una simple nota detrás, todo atado a una flor junto a mi ropa. “Dolce, dulce, sabes que vivo para ser libre. Gracias por estos momentos que me llevo, empezaba a querer atarme y no es lo que busco para mí, Pensaré en ti y espero que nos veamos en otro lugar. Dolce delicia!
Supongo que todos en algún momento tendemos a huir, por miedo, por situaciones, incluso porque algo nos gusta demasiado…
Ian, el chico de no se sabe dónde con acento tan bonito como su cuerpo escultural, el hombre libre de sonrisa perfecta y besos calientes, el hombre de ternura infinita y sexo insaciable, Ian se marchó y debo confesar que dejó un gran hueco en mí… a veces lo corto es más intenso y profundo que los largos años de rutina.
Mi deseo y nostalgia me trajeron de nuevo a Sonia en la cabeza ¿Qué habrá sido de La loba? Una vez más siento deseos de llamarla.
El deseo mueve montañas, pero está claro que un buen sexo también.