Mirándote a las tetas con la cabeza vacía
Hieros Gamos
Hombres y mujeres es obvio que somos a muchos niveles criaturas antagónicas. Aún con todo el trabajo de igualdad que se ha hecho y todo el que queda pendiente, está claro que nuestras naturalezas pueden llegar a ser muy opuestas en muchos sentidos. Complementarios dirían algunos.
Según ciertos estudios, los hombres pronunciamos a lo largo del día unas 15.000 palabras frente a las 30.000 que suelen pronunciar las mujeres… bueno vale, los datos que he encontrado sobre esto bailan más que un garbanzo en la boca de un desdentado, pero lo que sí parece ser, es que en general las mujeres necesitas hablar más que los hombres y supongo que este es un rasgo que no sólo se ve en el habla sino también en el desarrollo mental a la hora de percibir y analizar nuestro entorno, vamos, que se podría decir que le dais más vueltas a la cabeza que nosotros.
Por poner un ejemplo: un tío os mira de reojo a las tetas incluso aunque estuviese hablando con vosotras mismas y cuando le cazáis en el acto empezáis a darle vueltas en la cabeza: me está mirando las tetas, menudo guarro que poco disimulo tiene, seguro que está pensando en sobármelas o incluso en arrancarme la ropa a mordiscos y meter la cara entre ellas, fijo que se cree que soy una buscona o algo parecido, que cualquiera se puede meter entre mis piernas o peor aun, que soy una guarra que está pidiendo mambo a gritos. Si es que los tíos son todos unos cerdos que no piensan más que en meterla en caliente. Entonces te atusas la ropa, te subes la camiseta un poco o te cierras la chaqueta para ocultar la balconada y aunque no le dices nada, te quedas con un cierto sentimiento resentido porque creías que era un amigo y nunca podría tener ese tipo de pensamientos contigo.
Mientras tanto en su cabeza sólo había un pensamiento fugaz: jo’er que tetas. Punto. Nada más que esas tres palabras. No ha habido un discurso previo ni una continuación del mismo. Medio segundo después os está mirando a los ojos y ya no se acuerda ni de si tenías una o dos. Antes de mirártelas está pensando en lo que le estás contando, y después en que se le está acabando la cerveza y habrá que pedir otra. Los hombres somos así, nos movemos mucho por ese impulso primario que corresponde en realidad más que a un deseo libidinoso, a una simple apreciación de la belleza y es que vuestras tetas son bellas. Que nos gusten vuestras tetas no significa que tengamos intereses ocultos ni que vayamos a desarrollar las más inverosímiles y tarantinescas estrategias para apoderarnos de tan hermosas y carnosas protuberancias. Para ser sincero, eso es mucho trabajo y pedir otra cerveza implica menos esfuerzo y a corto plazo, una recompensa más satisfactoria.
La cuestión es que lo hacemos sin intención ni maldad y de hecho, sin tan si quiera darnos cuenta. Con esto no quiero decir ni mucho menos justificar el que los hombres vayamos por ahí con los ojos desorbitados mirando todo seno y coseno que se nos cruce por delante (que haberlos haylos) que no es plan de ir por la vida incomodando a las chicas bajo la excusa de es que no me doy cuenta, solo pido un poco de comprensión y sobre todo naturalidad. Al final un ejem ejem a tiempo puede solucionar muchos malentendidos tardíos.