Maldito cabrón: cap 3. Javier
La Dolce Vita
¡Joder, pero que bueno que estoy! Debió pensar Javier al entrar en la ducha aquella mañana tras su travesía de hora y media en bici, desde la cabina de mampara transparente el espejo le devolvía el reflejo de su cuerpo entero bajo el chorro del agua, tenía la musculación justa, torso definido, piernas largas y robustas y un buen culo prieto, en esa situación decidió hacerse una paja para terminar de descargar tensiones,
-Mucho mejor así, sin duda!
Se montó en su Audi Q5 camino de la oficina y en el trayecto observó de lejos a Dolce que cruzaba el puente mientras se dirigía al mismo sitio que él, habría podido parar y recogerla para que ahorrara parte del camino pero alguien podría verle y no estaría bien que se confundieran las cosas.
En los minutos que quedaban hasta llegar al trabajo iba pensando…
-El otro día casi me pilla Nuria viendo un vídeo de Dolce y ya le mosquea la cantidad de noches que me quedo despierto, tuve que poner la contraseña al móvil…Tengo que tener más cuidado.
Javier se había acostumbrado a la rutina de su casa, desde que Nuria quedó embarazada y hasta ahora que Nicolás había cumplido su segundo año de vida podía contar con los dedos de una mano las veces que había conseguido mantener relaciones, el fuego de Nuria se había apagado y su vida sexual se reducía al misionero y poco más, el cansancio y la rutina se habían instalado y no era capaz de recordar la última vez que follaron. Desde entonces andaba flirteando y llevándose al catre a todas las que se podía camelar con su voz penetrante y su pícara sonrisa.
-No es que quiera fallar a Nuria, es una necesidad, pensaba, soy activo, necesito el sexo, ¿Para quién no es algo primordial? Si no lo tengo en casa lo tendré que buscar fuera, además, si no me duelen los huevos y ya está bien de pajas.
Llegó a su puesto de trabajo encendió el portátil y fue directo al chat, a esperar que el puntito verde le indicara que Dolce ya estaba disponible…. Para él.
Era curioso, con Dolce tenía algún enganche, era diferente, esa chica modosita con pinta de no haber roto un plato pero que después era capaz de despertar a su ratoncito juguetón como nadie. Desde hacía semanas intercambiaban fotos y vídeos que le provocaban erecciones de escándalo y además, ella no le complicaba la vida, no le exigía ni le condicionaba, ni siquiera parecía que quisiera conocerle demasiado. La situación era perfecta, pero debía reconocer que le estaba empezando a gustar más de lo que quisiera, ¿Y a quién no? Rubia, voluptuosa, elegante y seductora, media oficina la deseaba y era comentario general lo buena que estaba y el polvo que la echarían si pudieran y ella no tuviera novio. Javier sonreía por lo bajo al escuchar y participar en esas conversaciones orgulloso de tenerla para él cuando quisiera.
Pensando en todo eso Dolce apareció conectada y su corazón pegó un respingo, tenía necesidad de hablar con ella, hacía tiempo que quería avanzar, los vídeos y fotos estaban bien, pero se quedaba corto, cada vez deseaba más poder penetrarla.
Querría haber subido a su apartamento llamar a su puerta y llevarla directa a la cama, o al sofá o al suelo y follársela allí mismo sin mediar palabra, metérsela sin que casi le diera tiempo a desnudarse, Pero al final las dos veces que acudió hasta la puerta de su casa se arrepintió y se quedó como un pasmarote montado en su moto, oculto por el casco y pidiéndola que se desnudara para él frente a la ventana, cosa a la que ella accedió. Le gustaba su libertad, y la naturalidad con la que actuaba, estaba seguro de que la timidez de Dolce ocultaba una auténtica bomba sexual. Sim embargo Nuria andaba mosca, tenía dudas respecto a si habría leído algún mensaje y debía tomar precauciones, debía dejar el sexo salvaje para más adelante, con el subidón de la imagen desnuda de Dolce en la ventana arrancó la moto y se fue directo al bar a tomar una cerveza que lo enfriara, además, por allí estaría Rosa, hacía unas mamadas de escándalo, justo lo que necesitaba en ese momento para poder regresar tranquilo y a una hora prudente a su casa.
La noche que recibió el vídeo de Dolce en el que aparecía con sus piernas abiertas e introduciéndose el juguetito que él mismo había dejado en una cajita para ella casi se volvió loco. Lo cierto es que su economía le permitía agasajarla de vez en cuando con detalles que ella pudiera utilizar para él… Esa especie de sutil posición de dominio le ponía. Sin esperar ni un segundo salió como un cohete de su casa, se montó en la moto y salió directo hacia el apartamento de Dolce. Había llegado el momento de pasar a la acción, de meterla entre sus piernas, de probar el sabor de sus tetas y el calor de su sexo.
Envió un sms…
-Dolce! Necesito verte. En media hora estoy ahí.
No hacía falta esperar la respuesta, sabía que ella estaría esperándole.
Foto de portada: Risto Kuulasmaa