Una tarde de pasión
Barbarella
Continuando con mi búsqueda de material erótico interesante ayer me pasé por una comiteca. El surtido no era muy amplio por lo que me dispuse a repasar toda la sección. En un primer vistazo de los lomos no encontré nada que captara mi atención, no hubo amor a primera vista. Siempre miro los dibujos, el estilo, sobre todo que no sea cómico, son los que primero descarto. Se conoce que mi sentido del humor no destaca en este campo, no me hacen gracia, en cualquier caso, como decía un jefe que tuve en otra vida, «los gustos son como los culos, cada uno tiene el suyo». Al final escogí «Una tarde de pasión» de Ricardo Esteban, en este caso escritor, y Sergio Bleda el ilustrador.
Tapa dura, 17 x 24 cm, 48 páginas, el formato me recordó un libro de cuentos, como esos que leía de niña, y no pude evitar pensar en mi abuela y en eso que decía «tiene mucho santo y poca letra», como si eso fuera malo. De pequeños nos permiten disfrutar de libros plenos de colores y dibujos, por eso de animarnos a aprender a leer, y a medida que nos hacemos mayores, cuando supuestamente ya dominamos el lenguaje de las letras, si no tiene mucha letra y además de la pequeña, parece que ese libro ya no es digno de ser leído. Maldita crueldad…
Empecé a ojearlo, fué delicioso ese primer repaso. Allá cada cual con su mecanismo yo disfruto mirando y observando los trazos, activan mis sentidos, casi hasta puedo olerlos, degustarlos. Dulces colores tierra, carne, iluminados por un aromático toque lila, y el intenso amarillo del rubio pelo de la protagonista.
«Nada más entrar en la habitación él la tumbó sobre la cama» así comienza el relato, imposible no continuar leyendo. «Furiosos besos», ya la hemos liado, con lo que a mi me gustan «esos besos», me enganché, y me dejé llevar por este cuento de adultos que había encontrado. Imágenes y palabras se entrelazaban en mi mente, me imaginé en esa habitación, pero en otro plano observando a los dos amantes. Saciaban su sed con prisa, no tenían tiempo que perder a la luz de las velas. Ví de cerca como se devoraban mutuamente, y en algún momento creí que iban a descansar, pero solo con un roce se volvían a activar retomando su ritual. Se entregaban al placer como si fuera la última vez, como si el mundo se acabara, su «momento» tenía hora de caducidad hasta la próxima vez.
Es ideal para disfrutarlo en la intimidad, porque sus ilustraciones son bastante descriptivas y tienen un buen tamaño como para acaparar miradas furtivas por ejemplo en el metro. Aunque pensándolo bien, mañana vuelo a Madrid, puede que me de por tentar la suerte en el avión, y de forma coqueta e inocente me disponga a leer mi cuento. Puede que me entretenga especialmente en alguna de las escenas tan fielmente ilustradas, y quien sabe tal vez algún agresivo ejecutivo se anime a saciar mi sed…