Patio de vecinos
La Dolce Vita
No sé si os he dicho que vivo en un apartamento de esos cuya cocina sale a un patio interior en el que confluyen, aparte de la ropa tendida, las ventanas de otras viviendas. Los baños, cocinas y habitaciones del mismo edificio que el mío y otros colindantes, que ofrecen a la vista de los que salimos al balcón, las vidas más o menos interesantes de varios vecinos que después te encuentras en el súper o en el bar de enfrente.
Hace unos días estaba con mis quehaceres diarios cuando me llamó la atención que justo frente a mí, dos pisos más abajo, estaba una chica tumbada en una cama, boca abajo, parecía que estaba leyendo. Desde mi situación veía perfectamente sus piernas desnudas, su trasero tapado tan sólo por unas ligeras braguitas y una camiseta de tirantes pegada al cuerpo, que dejaba ver parte de su espalda al subirse por el roce de la colcha. Junto a ella una mujer joven le acariciaba las pantorrillas, subía suave una y otra vez por sus muslos hasta las nalgas para volver a bajar hasta el tobillo. Me pregunté si sería algún tipo de masaje o si le estaría poniendo crema, y por supuesto mi imaginación calenturienta enseguida me trajo a la mente los más sucios pensamientos respecto a lo que terminarían haciendo mis dos vecinitas.
No puedo evitar desde entonces asomarme cada día y estirar el cuello como un pollo para intentar divisar algo más de lo que ocurre dentro de esa vivienda, y, por qué no decirlo, en el interior de alguna otra que también me ha provocado más de un endurecimiento de pezones, pues hay una ventana que da a la ducha de mi vecino del cuarto que me pone como una moto cada vez que se deja la cortina sin echar.
Ayer vi de nuevo a mi vecina, empiezo a pensar que es consciente de que la espío, estaba sentada en su cama, esta vez con la ventana abierta y mirando hacia el patio. Se levantó y observé que llevaba puesto un leve short de esos chiquititos de pijama que no dejan demasiado lugar a la imaginación, encima la camiseta de raso que evidenciaba un pecho que desafiaba con naturalidad la ley de la gravedad, grande y tieso me apuntaba casi directamente; Cuando ella se asomó me miró, (juraría que me guiñó un ojo) y sonriendo volvió a entrar en su habitación. De repente, para mi sorpresa, mi alegre vecinita se sentó de nuevo y, sin dejar de mirarme desde el fondo de su cama, se metió la mano por debajo del pantaloncito y comenzó a jugar consigo misma regalándome todo su espectáculo de placer, supongo que debería haber entrado en casa y dejarla sola gozándose, pero no puede remediar quedarme ahí mirando hasta que ella terminó su juego metiéndose en la boca los dos deditos que había tenido dentro de su cuerpo.
No sé cómo se llama y tampoco sé si me gustaría saberlo, el anonimato da más morbo a mis irrupciones en la vida ajena y me permiten observar con más descaro ya que pienso que si quisieran, podrían echar la cortina y nadie sabría lo que pasa detrás, supongo que al final todos, el que más y el que menos, tenemos ese punto exhibicionista y descarado, el tema está en cuando y con quien sacarlo a la luz.
Mi vecino el del cuarto es negro, la verdad es que yo nunca he estado con un negro, tienen fama de tener una tranca, de aquí a Roma. De mi negrito sólo he visto su torso, espalda y parte del culo, la ventana no queda lo suficientemente baja como para poder verle más allá cuando está en la ducha (una pena) tiene un cuerpo brillante y fibroso, me encanta ver cómo se pasa la esponja enjabonada y me imagino ayudándole a duchar. A veces le oigo cantar…
El otro día a su voz masculina acompañó otra femenina, Lastima! Pensé, tiene pareja… Y vaya si la tiene, su espalda desnuda asomaba casi por fuera de la ventana y pude adivinar como delante de ese cuerpo escultural, una cabecita subía y bajaba haciéndole, supuse, una buena mamada que debía saberle riquísima a juzgar por los gemidos de placer… sólo unos minutos más tarde pude verla, ella con sus manos sujetando el marco de la ventana, con el pelo negro suelto cayendo sobre unas pequeñas tetas que se movían al compás de las embestidas que recibía desde detrás por mi vecino, mientras él la agarraba por la cintura. Me asomé tanto que casi caigo balcón abajo, tirando el cubo de la fregona y pegando una tremenda patada a la maceta con el cactus. El sonido sacó del éxtasis a la pareja que, para mi gran decepción, al sentirse observados decidieron culminar dentro lo que habían empezado en la ventana.
Creo que cada día me gusta más mi patio vecinal, a lo mejor un día me decido a dar yo también un poco de espectáculo a mis compañeros de balcón a ver si se pone un poco divertida la cosa y así consigo verle el miembro a mi moreno preferido y sacio la curiosidad de saber si mi vecina tiene un lío con la mujer de los masajes…. Hoy me ha vuelto a guiñar un ojo, estoy segura, esto suena a lío… lío… y a mí no me importaría en absoluto dejarme enredar.