Ella y la Morena
Moonlight
Ella… una vez, en el principio de los tiempos de Moonlight escribiendo en este blog, ya os hablé de Ella.
Otra noche de fiesta de aquellos añorados tiempos de juventud y exploración. Creo que era el cumple de alguna, el plan era claro, ponernos guapas y ¡salir a bailar! Habíamos quedado en casa de la Morena, alta, guapa, pelazo, y divertida. Estas chicas que pueden excitarte con el mínimo gesto de levantar una ceja. Llegué, y mientras conversábamos en la cocina, llego Ella. Preciosa, como siempre.
Tras un rato de conversación con unos cubatas, Ella empezó a maquillarme. Explicándome detallitos sobre como agrandar los ojos con el maquillaje, y mirando directamente a su canalillo. No podía hacer otra cosa, tenía que bajar los párpados para que Ella continuara su labor, el mejor momento oír de su boca – eso es, mírame las tetas -. No me importaba lo mas mínimo.
Seguimos bebiendo, y pasamos a la habitación de la Morena para poder ponernos un poco de música en el ordenador. Hablábamos de ropa, como combinar tal top con tal falda, nos sacamos unas fotos posando como guarrillas, ¡qué típico! Y sonó una canción en inglés con toque sexy. Aún no se ni como, la Morena se abalanzó sobre Ella entre risas y la tiró a la cama. Se reían como niñas juguetonas. La Morena empezó a besarle el cuello y la oreja mientras Ella gritaba entre risas ¡que eso me pone mucho, déjame! Yo las miraba divertida, retorcida de la risa, subí también a la cama con la intención de hacerle cosquillas a Ella y continuar su tortura, y entonces, la Morena tiró del top de Ella, dejándola en sujetador, y le besó en los labios. Se besaban, tan cerca de mi cara, que no perdí detalle de sus lenguas juguetonas. Aún no se ni como, nos fundimos en besos y caricias. Tops y sujetadores volaron al suelo. Ella seguía tumbada, recibiendo besos por todos los rincones.
La Morena no soltaba su boca. Jugué con esos pechos perfectos y firmes, y de vez en cuando, acariciaba también los pequeños y juguetones pezones de la Morena. Ellas se abrazaron más, se restregaron, y aproveché para bajar por sus cuerpos. Tiré de medias y tangas y subí sus faldas. Delante de mi cara, una sobre otra, dos vaginas humeantes, suculentas, listas para ser devoradas. Deseé tener dos bocas. Degusté las dos hendiduras, turnando labios, lengua y dedos, introduciendo y sacando, lamiendo un agujero y acariciando otro clítoris con los dedos. Ellas gemían, se acariciaban, se frotaban. Disfruté, degusté, Ella se arqueaba intentando acercar su sexo a mi boca. Mi dedo jugaba en el interior de la Morena. Las piernas de Ella vibraron y la Morena gimió, sintiendo el calor, moviendo su cadera.
Ella quedó exhausta, medio desnuda, tumbada en la cama, relajada. Me acerqué a los labios de la Morena, acaricié de nuevo sus pechos, quería mi parte. La Morena me tumbó en la cama, junto a Ella, que respiraba profundamente con los ojos cerrados. La Morena empezó a masturbarme con sus dedos, acariciando, entrando y saliendo de mi cuerpo, hasta que llegué al orgasmo.
La Morena fue al baño, a refrescarse. Ella seguía respirando, relajada, allá donde el éxtasis te evade, medio dormida. Le acaricié el pelo mientras le miraba con cariño, mucho más cariño del que yo misma pensaba…