El Imperio de los sentidos
Mandrake Scream
Siempre había oído que cuando se pierde un sentido el resto se desarrollan por encima de sus capacidades para suplirlo. Ese era el juego en el que quería experimentar. Pero por otro lado tenía interés en que el juego fuese un poco más allá, puesto que el jugador se lo había merecido con creces y quería poder desenmascarar su secreto para ser tan buen amante. Ningún humano antes que él había conseguido dejar mi mente en blanco y vacía de pensamientos.
Durante el tiempo que tardó en ponerse en contacto de nuevo conmigo me dediqué a preparar el tablero de juegos. Modifiqué el salón del Loft para que en vez de una sala de «torturas» simulase un tokonoma para el Cha-no-yu (salón de te japonés) al más puro estilo Zen. Devolví el sofá de azotes a mi amigo el atrezzista y a cambio le pedí que me pasara un chabana (arreglo floral), un kakemono (cartel de caligrafía japonesa (shadô))con un haiku (poema japonés de 17 silabas 5-7-5) escrito en caracteres katakana (el estilo más moderno de ideogramas japonés), un suiseki (piedra natural sin manipular que recuerda a un paisaje) y un doban (una bandeja de bronce) donde exponerlo. Me gusta cuidar los detalles cuando juego y quería que la primera fase del juego fuese perfecta y relajante para después desconcertar a mi contrincante. Y para estas intrigas siempre es bueno contar con amigos dedicados al séptimo arte, y yo como amante de todas las artes cuento con ellos.
La segunda parte del tablero la desarrollé en el piso superior. Insonoricé el cuarto oscuro donde suelo revelar mis fotos convirtiéndolo en una pequeña y oscura cámara anecoíca forrando las paredes, suelo y techo de material absorbente de ruidos. Y en el cuarto siguiente, mi sala de pintura, coloqué las barras que tenía en el salón además de una argolla en el techo y otras dos en el suelo, pinté las paredes de negro y rojo con motivos satánicos, y de nuevo eché mano de mis amigos del cine para que me prestaran uno de sus maniquíes humanos hiperrealistas que até a las barras como si se tratase de un cuerpo exhausto por un exceso de latigazos. Al fondo sobre el aparador donde guardo mis cosas de pintura coloqué una buena colección de dagas, cuchillos, hierros de marcar y látigos. Cerca de él puse el pequeño horno de fundición donde hago mis pinitos con la escultura en bronce, tras instalar en su interior un juego de luces que simulase que el horno se encontraba encendido. La verdad es que me estaba divirtiendo de lo lindo preparando esta parte del juego, me excitaba pensar el pánico y la excitación que podría provocar en Blanco semejante escenario cuando estuviese privado de sus otros sentidos. Sabía que él no me defraudaría pero dudaba de si sería capaz de entrar en mi juego.
Ya solo quedaba esperar a que Blanco llamase.
Le mostré mis escenarios a Naranja y se quedó encantada de la perversidad de mi juego pero declinó mi oferta de jugar los tres porque como bien puntualizó ella el juego era ya suficientemente excitante para jugarlo en pareja, lo que sí, me hizo prometerle que no desmontaría después el escenario sin dejárselo probar con alguna de sus víctimas, cosa que yo le dije que encantada de colaborar con ella y sus juegos.
Habían pasado ya seis semanas del encuentro que tuvimos Naranja, Blanco y Fucsia cuando sonó mi teléfono privado. Sabía que era él, quien si no, muy pocos tienen ese número y casi todos ellos son antiguos compañeros en mi periplo por probar cosas nuevas.
– Hola Fucsia. ¿Te acuerdas de mi?, soy Blanco.- dijo la voz al otro lado del auricular.
– Como no- contesté con el corazón latiéndome a mil por hora.
– ¿No sé cuando te vendría bien que tuviésemos una sesión?, la verdad es que me gustó mucho el encuentro que tuvimos con Naranja y me gustaría probar cosas nuevas si la tarifa se amolda a mis expectativas.
¿Tarifa? pensé yo, ¡Joder! no me acordaba que Moonlight le había dicho que me dedicaba a eso como negocio. Y ahora ¿cómo me las arreglaba yo para convencerle de que viniese a jugar?, tenía que ofrecerle algo que llamase su atención sin hacerle sospechar).
– Espera un momento Blanco, voy a mirar la agenda a ver cuando podrías venir.
Dejé pasar un minuto y seguí.
– ¡Hoy es tu día de suerte!, esta tarde tenía previsto que viniera un cliente habitual, pero me ha llamado para decirme que tenía que salir de viaje urgentemente y no iba a poder ser, casi que lo prefiero porqué es una sesión muy especial y no me gustaría que un cliente habitual tuviese algún tipo de queja. Tengo todo preparado y por el precio no te preocupes, necesito alguien con quien probar este tipo de sesiones, si tú me haces de conejillo de indias y me das tu opinión al respecto estarán suficientemente compensados mis honorarios.
El silencio sepulcral se hizo al otro lado del auricular durante cuarenta ininterminables segundos…
– ¡Joder, vale!, ¡me mola ser el primero en probar algo!, ¿a qué hora te parece bien que me pase por allí?.- Su voz sonaba excitada y animada.
– A partir de las siete puedes pasar cuando quieras, esa era la hora a la que tenía citado a mi cliente y posteriormente no tengo nada programado para hoy.
– De acuerdo a las siete estaré en tu local. ¡Hasta luego!.
Tenía todavía un ratito antes de que llegara Blanco así que me dí un baño relajante con sales de loto y empecé a maquillarme y vestirme como si fuera una Geisha.
A las siete menos dos minutos sonó el timbre del portero automático. (¡Qué puntualidad!, parece que está ansioso por empezar el juego, ¡Genial para mi!, me gusta la gente entusiasta a la hora de jugar). Abrí el portal y esperé la llegada de Blanco en la puerta del piso.
– ¡Hola, estás preciosa!, te queda muy bien el pelo moreno y ese maquillaje. Ummmm.- saludó Blanco con una sonrisa en la boca y un toque pícaro en la mirada.
– Gracias, es parte de la sesión que quiero tener contigo. Me alegro de que te guste. Pero antes de empezar si te parece bien puedes darte una ducha y ponerte sólo el kimono y los calcetines blancos que te he dejado preparado en el baño. Yo te espero en el salón ¿recuerdas donde está todo verdad?.- sonreí y contesté con una voz melodiosa y sensual.
– Por supuesto, además te agradezco lo de la ducha porque con el calor que está haciendo últimamente en la villa vengo sofocado y me vendrá bien refrescarme.
Cinco minutos más tarde entraba en el «tokoma» donde le esperaba yo en posición «seiza» (arrodillada) en el tatami delante de una mesita donde tenía preparada mi tetera de hierro con una mezcla de Rooibos, Pu-erh y frutos rojos muy aromática y sabrosa. En el aire una mezcla olorosa de incienso, jazmín y flor de Loto inundaba nuestras pituitarias, y el sonido de «Music for Manatees» de Kevin Mc Leod, terminaba de decorar la escena haciendo que el cuerpo y el espíritu se comenzase a relajar.
– ¡Wow!, ¡Vaya cambio!- espetó Blanco sorprendido del nuevo escenario del salón.
– Sí, perdona que no te haya avisado pero así es mucho mejor, como ya te dije la última vez que nos vimos, aquí podrás experimentar placeres y sensaciones que nunca antes habías probado, y la incertidumbre es parte de esas sensaciones.
– Ya veo. Y que conste que me gusta este nuevo enfoque.
– No te equivoques. Te acabo de decir que me gusta sorprender. Nada es lo que parece, y como te he dicho por teléfono esta sesión es muy especial. Supongo que estás dispuesto a ser mi conejillo de indias puesto que has venido, pero todavía estás a tiempo de echarte atrás si crees que no vas a poder soportarlo.
– !Joder tía!, ¡No será para tanto!, ¿no?.
– No, la verdad es que estoy segura de que ambos podremos disfrutar de lo lindo con la sesión que tengo preparada, y que no te va a defraudar, pero necesito saber si estas dispuesto a dejarte hacer lo que yo quiera.
– Ejem. Dame una pequeña pista antes de que te diga que sí. La verdad es que me come la curiosidad.
– Bueno, contestame a un par de preguntitas y con esos decidimos si continuamos o te tomas la infusión y te vas. ¿Tienes algún problema con que te dé un masaje Shiatsu y te aplique unas agujas de acupuntura?
– No.- Respondió rotundamente- Si tienes conocimientos como acupuntor no tengo ningún problema, de hecho no va a ser la primera vez.
– Vale, eso no es problema entonces, si quieres te enseño mis cualificaciones- le contesté yo- Y la segunda preguntita es si ¿tienes algún tipo de fobia a la oscuridad, bichos, espacios pequeños o similar?.
– No, para nada, me encantan los bichos y nunca he experimentado claustrofobia, incluso cuando era pequeño me gustaba encerrarme en cajas pequeñas y jugar a que eran naves espaciales. Pero tía, ¿qué es lo que tienes preparado?, porque me tienes intrigadísimo. Creo que acepto seguir aunque sólo sea para saber de que va este rollo- Me dijo, con una voz entre sorprendida y excitada.
– Ok, a partir de ahora estás en mis manos y no puedes echarte atrás. ¿De acuerdo?
– De acuerdo- contestó estrechando mi mano, y ya algo más relajado echando una ojeada a mi kakemono me dijo mientras leía- «Naturaleza. Estado de conexión. Entre tú y yo», ¡bonito Haiku!.
– Wow, sabes leer los kanjis. Ahora la sorprendida he sido yo.- Dije sonriendo.
– Sí, el japonés es una de mis aficiones, y los Haikus son unos poemas que me encantan- Sonrió Blanco mientras terminaba el último sorbo.
– Ven Blanco, si te parece comenzamos, acércate a la camilla, quítate el kimono y túmbate- le susurré mientras le cogía de la mano y le llevaba hasta la camilla de masajes colocada al fondo de la habitación.
Una vez desnudo y boca abajo sobre mi camilla de masajes comencé a acariciar su cuerpo aplicando presión sobre distintos puntos erógenos con mis manos embadurnadas de aceites esenciales relajantes. El roce de su piel me estaba calentando a medida que él se iba excitando más y más. Su erección era ya tan palpable como la humedad que tenía yo entre mis piernas, acaricié su nuca y todo el vello de su cuerpo se erizó. Su cuerpo estaba caliente y yo excitadísima, tenía ganas de devorarle y comencé a mordisquearle desde los pies hasta la nuca mientras seguía masajeando y relajando su cuerpo. Al llegar a la altura de sus orejas le susurré que girara y él rotó sobre su eje cogiendo mi cabeza y mordiéndome los labios. Nuestras lenguas se entrelazaron y mi mano se aferró a la estalacmita que era su pene, yo tenía unas ganas terribles de sentirle dentro de mi, pero sabía que sería mucho mejor jugar hasta el final mi juego, que el placer para ambos sería sublime si el deseo era mayor, así que me comí las ganas de follarle y pasé a la siguiente fase de mi juego.
Continuará…