El imperio de los sentidos (2ª parte)
Mandrake Scream
La primera parte aquí
Me aparté de la camilla y cogí mi scaner wi-fi 3D portatil, tenía que aprovechar semejante erección para conseguir una copia tridimensiinal exacta de su polla. Blanco me miró con cara de extrañeza, y le dije que quería fabricarme un juguetito para poder utilizarlo esa tarde cuando llegase el momento oportuno. El pensar en ello todavía le excitó más, su cuerpo reaccionó extremeciéndose y su polla era ya de puro diamante.
Una vez escaneado su miembro, decidí que era el momento de terminar con los preliminares y pasar a la siguiente fase del juego, así que le pedí que volviese a voltearse para así poder aplicarle las agujas de acupuntura. Le expliqué que los puntos de acupuntura que iba a estimular iban a hacer que se anulase su sentido del gusto y del olfato mientras estuviesen colocadas las agujas, pero que una vez quitadas recuperaría esos sentidos y sabría apreciarlos aún más de lo que había hecho en toda su vida, ya que uno no sabe apreciar lo que tiene hasta que lo pierde. Le moló mucho la idea pero me pidió que antes volviese a dejarle saborear mi boca para poder mantener el recuerdo del sabor, decidí concederle ese deseo puesto que seguiamos en la parte del juego donde yo era la dulce, amable y sumisa Geisha. Nos fundimos en un nuevo beso que hizo que mi sexo se desbordase (¡DEMONIOS!, !qué bien sabe besar este hombre!). A continuación coloqué las agujas en los puntos indicados, y eso provocó de nuevo un cambio en la cara de Blanco y que bajase un poco su erección.
Una vez anulados sus sentidos del gusto y olfato le pedí que bajase de la camilla, se pusiese de nuevo su «kimono», le vendé los ojos y cogiendole la mano le pedí que me acompañase. A él parecía que no le disgustaba mucho el verse privado de tres de sus sentidos ya que iba acariciando dulce y confiadamente mi mano mientras subiamos las escaleras.
-!No sabia que esto fuese un duplex!- me comentó sorprendido.
– Hay muchas cosas que no conoces de mi local- le contesté yo en tono misterioso, cosa que hizo que se riera.
Llegamos al piso superior y le dije que extendiese sus brazos hacia delante, le até mis grilletes de cuero y borreguillo con un único eslabón a sus muñecas.
-¿y esto?- preguntó dejándose hacer
– es necesario para seguir la sesión- le contesté yo mientras ataba unas tobilleras similares pero sin cadena a sus piernas.
A partir de ese momento el ya no tenía acceso a quitarse la venda, dado que le cubría la cabeza, estaba anudada a su cuello y la movilidad de sus manos era muy limitada. Abriendo la puerta de mi cámara anecoica improvisada le comenté:
– Hasta este momento has sido privado de tres de tus cinco sentidos. Ahora vas a tener la sensación de perder el oído, sé que no es una sensación agradable por lo que procuraré tardar poco en cambiarme, porque cuanto más tiempo tengas que esperarme aquí será más enervante y no quiero que esto pueda provocarte ninguna secuela. Siéntate y procura relajarte, vuelvo en unos minutos a buscarte. ¿De acuerdo?
– Ok, no tardes.
Salí y cerré la puerta. Fuí al vestidor y cambié mi kimono por un bustier de cuero negro que dejaba al aire mis exuberantes pechos, me quité la peluca y cepillé mi melena pelirroja, cambié mi maquillaje de Geisha por el que suelo usar cuando salgo de caza, y me calcé unas botas negras de cuero hasta la rodilla y tacones de 15cm. No quise cubrir mi sexo con más lencería, pensé que así todavía le resultaría más excitante a mi partener. En semejante transformación sólo invertí 5 minutos pero fue suficiente para encontrarme a Blanco totalmente alterado cuando fui a buscarle.
– !Ya era hora tía!, esta habitación tuya es insufrible- dijo en cuanto abrí la puerta.
– Ya te dije que apreciarías tus sentidos cuando fueses recuperándolos- reí yo, cogiéndole por los grilletes y encaminándole a la argolla colocada en el techo.
Anclé los grilletes al techo, las tobilleras a las argollas del suelo, activé el equipo de sonido y desabroché las lazadas laterales de su kimono de modo que quedó desnudo, inmóvil y ciego ante mi. Aquello me excitó muchísimo, y mis pezones se erizaron a su máxima expresión. El equipo de música empezó a sonar, había preparado en él una selección del álbum «The Uncanny Valley» de Perturbator. El sonido provocó que su miembro, flácido en ese momento, comenzase a crecer de nuevo. Entonces saqué de su terrario a mi pequeña Goliath de 10cm y la coloqué sobre su espalda.
El masaje de sus ocho patitas caminando sobre su espalda provocó un nuevo estremecimiento de placer sobre su cuerpo privado de otros sentidos y su garganta emitió un jadeo de aprobación. Pasados unos segundos decidí que ya era el momento de mostrarle mi nuevo escenario, y desaté el vendaje que cubría sus ojos.
Cuando sus ojos lograron enfocar la escena su cara reflejó una mezcla extraña entre placer y terror. Se quedó mirando fijamente al maniquí y cuando iba a preguntar agité el látigo que llevaba en mi mano haciéndolo restallar contra el suelo y diciéndole en tono autoritario: no pronuncies ni una sola palabra o podría pasarte lo mismo. Blanco ahogó su pregunta dejando su boca medio abierta y yo me dirigí a la mesa de las dagas. Aparenté coger una de ellas, aunque en realidad cogí una varita de hielo (tipo flash) y me acerqué a la espalda de Blanco moviendo el hielo sobre ella como si le estuviese dando pequeños cortes y cuchilladas. Al estar su cuerpo tan caliente a medida que iba deslizando el hielo por su piel éste se derretía ligeramente chorreando por su espalda y haciendo que el creyera que era su propia sangre. Debido a la excitación del momento el volvió a gemir de placer con cara de extrañeza dado que no podía creer que pudiese sentir placer mientras yo «mutilaba» su espalda y sus nalgas. No quería que acabase descubriendo mi engaño así que volví a la mesa y le hice ver que esta vez cogía un hierro de marcar al rojo vivo del horno de fundición, aunque en realidad se trataba de unas piedras cálidas de masaje. Apliqué el «hierro» a sus nalgas congeladas y el contraste le hizo gritar de miedo pero a su vez provocó que se endureciera su erección.
Seguidamente volví a la mesa y esta vez cogí lo que parecía ser un látigo de cuero de siete colas, que en realidad se trataba de una imitación hecha de colas de raso embadurnadas de chocolate líquido.
Comencé a fustigar su cuerpo, que temblaba y se sacudía con cada descarga, el chocolate con esa luz daba enteramente la sensación de ser sangre. Yo restregué mis dedos por su cuerpo y los introduje en su boca. Y en ese momento ocurrió lo que estaba empezando ya a sospechar. Sus ojos, corazón y pene se iluminaron y parecían de fuego, y su cara me denotó que no se trataba de un ser humano, sino de otro demonio como yo.
Por fin había descubierto su secreto y ahora iba yo a desvelarle los míos. Quité las agujas que inhibían su gusto y olfato, a la vez que el rojo de mi pelo se encendía y activaba el verde de mis ojos. El intenso olor y sabor del chocolate sorprendió gratamente a Blanco que hizo un movimiento de cabeza hacia ambos lados y con una sonrisa de lo más picarona me dijo.
-¡Eres buena tía!, ¡Muy, muy buena!, me has hecho tragarme el anzuelo hasta el fondo, el sedal y hasta la caña de pescar. ¡Bravo!, me encanta tu juego.
Yo le sonreí agradeciendo sus cumplidos y desaté sus manos liberando sus movimientos, mientras le invité:
– Bueno Blanco o demonio infernal, como te llames ¿qué te han parecido los preliminares?. Como acabas de descubrir yo no soy una hembra humana dedicada al negocio del sexo, soy un súcubo en busca de nuevos placeres y quería jugar contigo esta partida. Te diré que me tienes a cien, estoy bastante más excitada de lo que tú te hayas podido sentir durante toda la partida y ahora que he descubierto que eres un ser del inframundo me encantaría que pasasemos juntos la noche y probasemos este juguetito- le dije mostrándole el dildo copia de su sexo que había generado mi equipo de control numérico ensartado en un arnés.
– ¡Increible tía!, eso no puedo perdermelo- dijo mientras terminaba de desatarse los tobillos.
– Pues acompañame al Jacuzzi para que terminemos de quitarnos el chocolate y ya veremos que va surgiendo- le guiñé el ojo y le cogí de la cintura.
Sólo puedo deciros que la noche fue memorable. Es uno de los mejores amantes que jamás haya tenido, y por supuesto hemos quedado en volver a vernos por el infierno.
Y ahora sí a vosotros os recomiendo:
Jadeos, caricias y besos.
Ultimando todos los momentos.
Gozando por completo de cuerpos.
Acariciando el placer y el deseo.
¡Demonios!, follad, amaos y sed etéreos.