Conexiones astrales
Hieros Gamos
Estoy en mi lecho nocturno, uno de los placeres de los que disfruto cuando paso una temporada en la tierra, arropado por mullidas mantas mientras una ligera brisa entra por la rendija de la ventana. La noche es tranquila y ni tan siquiera se escuchan ruidos en el exterior. Es bien entrada la madrugada cuando aún somnoliento me despierto y entonces lo noto; no puedo moverme. Es sabido que los diablos tenemos más de un ás en la manga, pero curiosamente somos de carne y hueso aunque se nos suelen atribuir una serie de poderes de los que no siempre tenemos el placer de hacer gala. El viaje astral es uno de ellos. Contra todo pronóstico, nosotros al igual que los humanos estamos atados a un cuerpo físico pero, en algunas raras ocasiones, nos podemos despegar de nuestra envoltura carnal y vagar sin límites. Esta es una de esas noches.
Empiezo por notar un escalofrío extraño que sube desde mis pies hasta la cabeza, con rapidez, como una vibración. Se suceden varias olas de esta particular sensación. Resulta agradable pero si no sabes lo que está pasando incluso podría ser alarmante. Entonces noto mi cuerpo retumbar como si me estuvieran sacudiendo violentamente en la cama aunque soy consciente de que en realidad no estoy moviendo ni un músculo. Los escalofríos y el retumbar se acentúan exponencialmente hasta sentir que estoy en una montaña rusa y de pronto… el silencio. Todo cesa, incluso mi cuerpo. Percibo una asombrosa sensación de ingravidez, de estar flotando en el vacío, pero abro mis ojos y todo sigue ahí, incluso yo mismo, tendido en la cama, puedo ver mi cuerpo dormido y relajado como si me encontrase en el techo de la habitación. De hecho estoy en el techo mirando hacia abajo. Ahora soy libre. El tiempo y el espacio son cualidades físicas que ya no me atan pues ya no me encuentro en el plano terrenal, ahora puedo moverme a mi antojo donde y cuando quiera.
Empiezo por sobrevolar con timidez los alrededores y poco a poco tomo altura. Curiosamente aún puedo percibir el viento en mi no-piel y sentir el olor de la hierba. Todo parece más intenso, mis sentidos se han vuelto particularmente precisos. Ahora voy cogiendo confianza y empiezo a despegarme de los límites que me marca mi mente. Salgo del planeta y lo veo desde la órbita, azul, solitario, silencioso. Me alejo más, mucho más y me encuentro frente a una estrella en plena supernova. La imagen podría ser lo más parecido a enfrentarse a Dios.
Sigo avanzando y me encuentro atravesando la radiación de fondo de microondas, el límite del universo observable ¿que hay más allá? al cruzarlo el tiempo se para… o no, no estoy seguro, se dobla más bien, se pliega en un origami cósmico imposible de describir. Lo veo todo: pasado presente y futuro y de pronto ya no estoy en el espacio, la luz llena el vacío de un blanco absoluto. Poco a poco la claridad se disipa y descubro que me encuentro en un dormitorio pero no es el mío. En él, hay una chica. No es especialmente bella, tampoco fea desde luego pero tiene un poderoso atractivo, un algo que hace que no pueda dejar de mirarla.
Es de noche y está preparándose para ir a la cama. Se empieza a quitar la ropa y yo sonrío. Soy un diablo, me gusta mirar y mi subconsciente no me podría haber llevado a un sitio mejor, así que me preparo para disfrutar del espectáculo. Se quita la camiseta seguida de los vaqueros. Lleva de ropa interior unas bragas y un sujetador de algodón. Nada especialmente erótico pero yo no puedo evitar excitarme. No sé si será ella o la situación pero desde luego estoy disfrutando como buen diablo voyeur que soy. Se despoja de sendas prendas dejando al descubierto unos senos pequeños, como ella, pero firmes como rocas. El pubis velludo da la bienvenida a unas piernas esbeltas y bien formadas. Es como la belleza hecha naturalidad.
Coge un bote de crema hidratante y se la aplica por el cuerpo, comenzando por las piernas y poco a poco subiendo por su torso. Yo no me puedo contener más y me acerco por la espalda. Sé que no puedo tocarla pero aún así lo intento y para sorpresa mía algo ocurre. Le paso un dedo por la nuca bajando por la espalda, en el límite mismo que marca la separación entre mi mano astral y su cuerpo y de pronto ella se estremece, justo cuando se da la crema en el pecho y sin darse cuenta cierra los ojos y se recrea en sus pezones que se han erectado de golpe. Que agradable sorpresa, parece que todo está conectado: lo físico, lo etéreo el tiempo y el espacio… ella y yo.
Su reacción me motiva a seguir experimentando, esta vez pruebo a susurrarle al oído “desearía que me hicieses tuyo”. Vuelve a reaccionar, esta vez incluso se le entrecorta la respración. De pronto da un respingo, como saliendo del trance al que le había llevado y abriendo los ojos como platos, sonrojada mira detrás como buscando el origen de esas palabras que no había podido escuchar.
Si mi cuerpo etéreo tuviese corazón estaría latiendo a mil por hora. Ella me excita de una manera profunda, extraña, como si conectase con su esencia desde una dimensión de la que nadie nunca ha hablado. Y entonces vuelve la ola. Una fuerte sacudida como un eco de otro tiempo me golpea por todas partes a la vez. La realidad que estoy viendo se empieza a fragmentar destruyéndose o más bien deconstruyéndose. La luz blanca que antes me bañaba ahora se pierde en el horizonte de tiempo que poco a poco se resquebraja entre mis ejes.
La luz se fue, la masa volvió, las suaves mantas de nuevo me envuelven y yo maldigo mi fortuna por despertarme antes de saber quién es ella.