La chica de la gorrita
Moonlight
Cuando, después de años encubriendolo tontamente, acepté que realmente me gustaban las mujeres y salí del armario, quise investigar más sobre ellas. Probar, experimentar… Muchos chicos habían pasado por mis brazos y mis bajos, pero había sentido pocas mujeres. Concretamente una de forma más intensa. Lo demás habían sido besos con lengua mal dados con las amigas por la calle mientras estábamos de borrachera. Reconozco que aprovechaba la situación, pero era más una broma que otra cosa.
Así que le dije a mi mejor amigo que me apetecía probar mujeres, y quedamos una noche para salir por el ambiente, a ver qué se cocía. El es hetero, pero le gustó la idea. Además, a esa zona, aunque se la conozca como los bares de ambiente, va de todo.
Pues después de un tiempo deambulando, escuchando música, bailando y riendo, nos apalancamos en un bar. Pedimos unas cervezas y oteé el panorama. Chicos, chicas, grupos… gente de fiesta, como en cualquier otro local. Mi colega me dijo… ¿qué? Aún no te has fijado en ninguna. Y entonces, al fondo, detrás de él la vi. Una chica preciosa, rubia, con el pelo liso que le acariciaba los hombros descubiertos. Llevaba una camiseta de tirantes blanca que marcaba sus pequeños pechos, y una gorrita rosa le cubría la melena. Bailaba con una de sus amigas y se reía a carcajadas. Natural, desgarbada, atractiva, preciosa.
– Me gusta esa.
– Mmmm, sí, esta bien. Va venga, acércate a bailar con ella.
– Buah no, qué dices.
Mi amigo me miró, atónito.
– ¿Como?¿Pero, con lo lanzada que tú eres, ahora te vas a cortar?
Tenía toda la razón. Normalmente yo, si quería un chico, me fijaba, me acercaba con cualquier excusa, iba camelando y normalmente terminaba acostándome con él. Y si no lo conseguía, pues pasaba al siguiente, sin problema. Pero esta vez me sentía fuera de territorio. No estaba confiada. Sobre todo porque no sabía de qué palo iba la chica de la gorrita. No tenía claro si era lesbiana, hetero, bi… Era un bar de ambiente, sí, pero como he dicho antes por esa zona hay de todo. Me moriría de la vergüenza si me acerco a ella y me dice que es hetero… Sí, vergüenza yo. Me sorprendí a mi misma.
Mi colega insistía:
– ¿Pero cómo no te vas a acercar? ¿Si la estás mirando y se te cae la baba?
La chica era realmente preciosa, aún tengo su imagen en mi cabeza.
– Va venga, que me acerco yo a ella y os presento.
– ¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!
– Pero que sí, que ya verás, ¡inténtalo al menos!
– Que no, que no, que no, que me muero de la vergüenza.
– Bueno va, yo no le digo nada, pero nos acercamos al grupo.
Mi colega se acercó a conversar con el grupo de chicas con una excusa tonta, y yo con él. Hablamos de la música, de temas banales, bailamos, nos reímos… y cada cierto tiempo me daba un codazo para que me lanzara. No me atreví. No pude, la vergüenza que nunca había tenido me frenaba del todo. Mi colega y yo volvimos a la barra a seguir la noche a nuestra bola.
Después de un rato, vi a la chica de la gorrita liándose con otra.
Mierda.