Mitos sexuales sobre la historia
delCano
Hoy voy a contaros algunas cositas sobre la sexualidad en la Historia. La Historia, así con mayúscula , es un especie de pozo negro de anécdotas y culturas del que los historiadores intentan, a veces con éxito, sacar datos que nos permitan conocer mejor de dónde venimos y por dónde hemos pasado; pero como casi todo lo que está más lleno de desconocimiento que de lo contrario, la cultura popular lo ha ido llenando de memes (sí, un meme no es sólo una foto de un gatito con un texto idiota) que, cómo tantas cosas de la cultura popular, son totalmente erróneos.
Así que, como decía, hoy os voy a contar algunas cositas de estas que todos sabemos, pero que son mentira.
Cinturones de castidad
Ah, el cinturón de castidad, ese maravilloso ejemplo de celos medievales: una especie de braga de hierro con candado que les ponían los caballeros a sus señoras mientras ellos se iban a matar infieles y violar a sus mujeres por Oriente Próximo.
El problema de este invento es evidente en cuanto se para uno a pensarlo: vale que tenía agujeros o rendijas por las que expulsar los naturales desechos que producimos, pero por mucho que se intente va a ser dificil limpiar la zona correctamente. Ahora extrapolemos: una cruzada podía durar años. Años acumulando restos de mierda y meados en algo que no sólo está pegado a la piel, sino que encima roza. Es decir, irrita e incluso abre la piel. Esto no es sólo una cerdada, es campo abonado para la septicemia. ¿Cómo es posible pues que los caballeros medievales, por egocéntricos y machistas que pudiesen llegar a ser, les hiciesen esto habitualmente a sus damas?
La respuesta es casi evidente: no lo hacían. Las primeras referencias históricas al engendro este son del Renacimiento, del siglo XVI, e incluso en este caso son extremadamente escasas. Si realmente se usaban, se trataba más bien de un dispositivo antiviolaciones empleado por algunas mujeres de viaje o en condiciones de inseguridad, y nunca más que por unos días, ya que les ponían protecciones acolchadas para no dejarse la piel, y estas necesitaban ser cambiadas cada poco tiempo. Empiezo la frase con una duda porque, aunque existen algunas referencias en textos de entonces, no se ha encontrado ni uno sólo de los aparatos.
Y entonces, ¿de dónde nos viene la información que creíamos conocer? Pues de una mina de falso conocimiento, la época Victoriana. En estos tiempos les encantaba escandalizarse con las prácticas bárbaras de otros lugares y otros tiempos. Lo peor de todo es que, gracias a la medicina de entonces, que consideraba la masturbación una práctica peligrosa para la salud, fue en ese momento en el que se empezaron a construir cinturones de castidad reales, tanto para hombres como para mujeres, que, creían, evitarían que los adolescentes -y adultos- estropeasen sus cuerpos a base de autoerotismos. Tanto, de hecho, que todos, absolutamente todos los cinturones de castidad que se conocen hoy, incluyendo los expuestos en los museos, provienen de ese siglo.
Orgías romanas
Ah, las orgías romanas. Esas maravillosas prácticas perdidas en las que se comía hasta vomitar, tras lo cual se seguía comiendo, se bebía vino hasta olvidar, y se follaba con todo lo que se pillara. Unas costumbres desaforadas para una época más civilizada.
Y por supuesto que se pegaban unos banquetes de aupa. Lo de vomitar y seguir, sin embargo, es otra invención, asociada habitualmente al término «vomitorium», que no es en realidad un sitio especial para vomitar lo comido y hacer hueco, sino simplemente las salidas de los estadios. Y bebían, claro que bebían, la humanidad siempre ha abusado de las drogas que tuviese a mano, y el alcohol siempre ha sido un favorito.
Sin embargo, aunque la sociedad romana de entonces era notablemente más liberal sexualmente que la nuestra (y no hablemos ya de las intermedias), el sexo era algo relativamente privado. Sí, claro que hubo emperadores haciendo barbaridades, pero es que eran eso, emperadores, y ya sabemos cómo se le sube a la peña el poder absoluto a la cabeza. Sin olvidarnos que a los romanos les gustaba hervir el vino con especias y que, cuánto más ricos eran, más lo hervían, en esos cazos de plomo que usaban… y el plomo te hace perder la cabeza, de manera bastante literal.
La leyenda de las orgías viene, como tan a menudo, de la envidia malsana de los externos al tema. Primero, la palabra orgía es griega, y significa más o menos ritual. Era como se referían a los rituales religiosos secretos que practicaban. Los Romanos lo miraron desde fuera y pensaron: «Si se esconden, es porque están dándole al folleteo». Y lo prohibieron, claro que lo prohibieron.
Y unos siglos más tarde llegaron unos viejos conocidos nuestros, los Cristianos. El Cristianismo se extendió como la pólvora entre los esclavos y los pobres de Roma, con sus promesas de felicidad post-mortem proporcional al sufrimiento pre-mortem y esas cosas. Además, como buena religión originaria de Oriente Próximo, tenía sus propias opiniones sobre el sexo. Así que juntaron el hambre y las ganas de comer y empezaron a criticar las prácticas sexuales romanas, a menudo exagerando la depravación de los más afortunados. El resto, como dicen, es Historia.
Mojigatería puritana
Los Puritanos son una secta anglicana que nació en la Inglaterra del s.XVI con la opinión que el Anglicanismo estaba aún demasiado sucio de Catolicismo. Llegaron, con Cromwell, a cortarle la cabeza al rey para intentar imponer su estado teocrático, pero les duro poco el asunto y a mediados del XVII las persecuciones religiosas (o más bien venganzas políticas mezcladas con desavenencias religiosas) provocaron que algunos de ellos huyeran al Nuevo Mundo, colonizando Nueva Inglaterra, germen de los actuales EEUU.
En la mentalidad popular, la palabra «puritano» está asociada a represión sexual, limitando el tema a la reproducción dentro del matrimonio y sin ninguna consideración por el placer. Quizá hayáis oído hablar también de la hipocresía puritana, uno de los conceptos del antiamericanismo con el que por lo menos yo he crecido. Se entiende por ella la prohibición social de cualquier alusión al sexo recreativo mientras por detrás se le da al tema con abandono.
Y hombre, es cierto que los puritanos, particularmente los que emigraron a las Américas, no eran gente demasiado alegre. Trabajaban duro, eran conscientes de que eran pocos en un mundo hostil y tenían que protegerse y crecer. Además, en su intento de limpiar su religión de todo rastro católico, prohibieron cosas como la Navidad, festividad pagana que la Iglesia de Roma adaptó y que por tanto para ellos tenía poco de puro.
Sin embargo, no hay que olvidar tampoco que el Catolicismo, desde nuestro querido San Agustín particularmente (aunque la cosa venía de antes, como hemos visto en la sección anterior), no era muy amiga del sexo. San Agustín consideraba que el matrimonio perfecto era asexual, así que podéis imaginar como era el tema. Todo sexo era pecado, perversión derivada del pecado original y la expulsión del paraíso, etc.
El Puritanismo pues, en oposición al Catolicismo, propone que mientras estéis casados folléis hasta que duela. Que además tenemos que crecer en número. Sí que hay algún texto legal prohibiendo el sexo homosexual entre hombres, con animales, y la violación, aunque se les olvida incluir el sexo lésbico (algo por otro lado bastante recurrente en la Historia, como si el hecho de que las mujeres pudiesen acostarse con mujeres nunca se les ocurrió a los hombres que promulgaban las leyes). Además, incluso la homosexualidad estaba tolerada en las colonias de Nueva Inglaterra, por lo que se sabe. La carencia de sexo dentro del matrimonio directamente estaba castigada. Esto incluía casos en los que la mujer había superado la menopausia, porque el sexo matrimonial no era únicamente un deber procreativo: era un deber divino. Dios nos ha dado el placer sexual, aprovechémoslo. El deber de todo marido es satisfacer a su mujer sexualmente.
Respecto al festejo, así hablan del alcohol: «God’s gift of beer and wine», el regalo divino de la birra y el vino. Prohibieron, eso sí, el brindis, porque según ellos era malgastar bebercio.
Y, por último, aunque el sexo fuera del matrimonio estaba prohibido, parece ser que 1 de cada 3 novias estaba embarazada en la boda. Ahí es ná.
Derecho de pernada
Volvamos un rato a la Edad Media, esa época oscura y bárbara en la que Europa perdió su civilización antes de volverla a construir, esos tiempos tristes, caóticos, en los que el poder de unos pocos sobre casi todos era tan férreo que la mayoría de la población, los llamados siervos, nacían, vivían y morían en un trozo de tierra alquilado a su señor, en condiciones de abyecta esclavitud. Tan completamente estaban sometidos los siervos a sus señores que éstos tenían derecho de pernada, es decir, el derecho al primer polvo de toda moza en su noche de bodas.
¿Seguro? Evidentemente, si estáis leyendo esto en un artículo de desmentidos, ya os imagináis que no.
En realidad, lo cierto es que no hay nada claro al respecto. Hay referencias a estas prácticas a lo largo de toda la historia, empezando por la Épica de Gilgamesh, así que ya véis que la cosa viene de lejos. Sin embargo, hay algo que llama la atención: casi todas estas referencias denuncian la práctica por parte de alguien externo, una época pretérita, un reino extranjero o directamente enemigo. Digo casi, porque también hay un puñado de referencias legales que la prohíben, lo cual da a entender que o se prácticaba, o muchos así lo creían.
Sin embargo, la mayor parte de los historiadores parecen opinar que, si ha existido, era algo más bien simbólico, en plan «Dos siervos que deseen casarse deben pagar el derecho a su señor, en dinero o en especies«, dándose la práctica siempre económica. Bueno, hay otro lugar y época en la que, se dice, se practicó el Ius Primae Nocti, como le llaman en latín, algo que nos pilla quizá más cerca: los colonizadores españoles en las Américas. Pero ese es otro tema…
Anticonceptivos
¿Cómo es posible que en la Historia haya habido tanto sexo a cascoporro, cuando el riesgo de embarazo era tan alto? Porque no tenían anticonceptivos ni condones, ¿verdad?
Anda ya. Más o menos desde que el Hombre es mamífero, la búsqueda del sexo recreativo con el mínimo de consecuencias ha sido una de las principales investigaciones de la humanidad. Las alternativas sencillas, como el sexo oral o anal, evidentemente, se llevan practicando desde antes de que haya constancia escrita.
Pero es que además, se sabe que las Romanas aprendieron de las Egipcias el uso de tapones de miel, acacia y tela a modo de diafragmas. Se sospecha también que las Griegas y las Romanas utilizaban el Sylfium como anticonceptivo, pero su efectividad es dificil de demostrar hoy en día, ya que el consumo masivo que de él hacían provocó su extinción. Sin embargo, es llamativa la forma de la semilla de sylfium, que conocemos por monedas como esta
Curioso que nuestro símbolo del romanticismo, al que llamamos corazón, herede su forma en realidad de un anticonceptivo antiguo.
Varios textos indican que en la Antiguedad y hasta la Edad Media, en zonas de Oriente Próximo como Persia, los hombres consumían semillas de cáñamo o ruda para reducir su fertilidad. Los Indios preferían el uso de la lila india, y los Chinos el lei gong teng, aunque este último no se ha demostrado aún que funcione (porque sí, los demás aparentemente tienen efectividades probadas – aunque no absolutas, no os emocionéis).
El catolicismo medieval, como siempre, intentó poner freno a estas prácticas, lo cual complicó el uso de los anticonceptivos más populares, pero dejando de lado diversas mezclas de plantas como espermicidas o abortivos, la marcha atrás siempre ha sido un mecanismo práctico, aunque no necesariamente efectivo. Y, aunque no es un anticonceptivo, La Celestina nos muestra como habitual la práctica del «recosido de virgos», lo cual da a entender que el sexo ilícito sin procreación también.
El condón como tal, empieza a desarrollarse para evitar la transmisión de la sífilis en el siglo XVI, aunque para principios del XVII ya se ha vuelto un anticonceptivo habitual. En un caso de desarrollo paralelo – y anterior – se sabe que en diversos lugares de Asia se utilizaban ya objetos similares, cubriendo únicamente el glande. Los Asiáticos usaban seda aceitada, intestinos de animal, o incluso cuerno y concha. Los Europeos se decantaron por el ante y los intestinos.
Al final resulta que los únicos anticonceptivos modernos son la píldora y la vasectomía, aunque esta última naciese como método eugenético a finales del XIX.