Diario de una mujer de 70 años: Guía de la buena esposa.
Diablos Invitados
Autor: Clara la jubilada
El otro día mi hija mayor, la casada, me ensenó un artículo de internet sobre una “Guía de la buena esposa”, fechada en 1953.
Dicha guía contenía once lecciones explicadas e ilustradas con escenas cotidianas de una buena esposa. En la primera regla te ordenaban que tuvieras lista la cena, y no solo eso, tenía que estar correctamente planificada y por supuesto deliciosa, que después de un largo día lleno de preocupaciones tu marido se lo merecía. Te recomendaban descansar 5 minutos antes de la llegada de tu marido para recibirle bella y fresca, por lo que lo de descansar era relativo ya que tenías que aprovechar esos ociosos minutos para maquillarte y peinarte. Como buena esposa, tienes que ser dulce e interesante, y servir de distracción a tu marido, si, distracción, utilizaba esa palabra. Tu casa tenía que lucir impecable y la ilustración que acompaña esta lección es de una señora con un vestido vaporoso, con mangas de farol, abrillantando el suelo de la cocina, lo que me hizo pensar que el mensaje completo era que “no sólo tenía que lucir bien tu casa, tú tenías que lucir igualmente, incluso fregando el suelo”.
Me hizo mucha gracia la lección que te invitaba a “hacerle sentir en el paraíso”, me pregunto si ellos tenían un libro parecido y en alguna de sus reglas venía “haz que su vida sea un infierno”, eso explicaría muchas cosas jejeje
“Ponte en sus zapatos”, “se silenciosa”… de todas las lecciones la que se me ha quedado grabada ha sido la última, “No te quejes”, y aunque esté comentando este artículo en tono de humor, así fuimos nosotras, mujeres silenciosas.
Esta guía puede parecer de otro mundo, pero sí es real, yo la estudié en la escuela. Además de enseñarnos los números y las letras, a las niñas nos enseñaban costura, cocina, y las funciones básicas de una mujer. No recuerdo qué hacían los niños cuando dábamos esta asignatura, supongo que estarían jugando al futbol. También recuerdo unas fiestas que se montaban en el pueblo cuando llegaban las de la Sección Femenina. Acudíamos todas las del pueblo, mujeres y niñas, estaba mal visto no hacerlo. A las niñas nos uniformaron en tonos azules, falda de rayas para las niñas más pequeñas y lisas azul claro para las que ya habíamos hecho la comunión. Esos días teníamos actividades, era como estar en un campamento, hacíamos deporte, gimnasia en las eras, aprendíamos costura, mi madre hizo un bolso de rafia y nos enseñaban como atender nuestras tareas de forma eficiente. Ahora que me doy cuenta, en alguna lección no estuve muy aplicada porque entendía que a mi futuro marido tenía que ponerle los zapatos en lugar de “ponerme en sus zapatos”…
foto: Clara la jubilada
Con o sin esta guía fuimos educadas para ser buenas esposas, esa era nuestra función en el mundo, junto con la de la parir. Aunque suene raro en muchas empresas era habitual, incluso obligatorio dejar de trabajar cuando te casabas. Por ejemplo, una telefonista solo podía seguir trabajando si era señorita, yo dejé de serlo y perdí mi trabajo. Tardé muchos años en poder tener una cuenta corriente en la que figurara mi nombre, no podía sacar dinero sin la autorización de mi marido. Nos enseñaron a aguantar sin quejarnos, de divorcio sólo se hablaba en las revistas donde seguíamos la extraña vida de las artistas. Y así pasábamos los años y pasaba la vida, hasta que me volví loca y le tiré los dichosos zapatos a la cabeza de ese marido que solo pensaba en su ombligo.
Según esa guía yo no fui una buena esposa, tal vez hice demasiado ruido con mis lloros, no lucí lo suficientemente bonita o simplemente pensé un poquito en mi felicidad.
Comparto esto para que no nos olvidemos del camino que hemos recorrido, y de lo que nos queda por andar, y se lo dedico a mis hijas, que son el mejor logro de mi vida.