Giovanna, cap 1: La clase de aeróbic
Moonlight
Sonó el despertador y ya llevaba una hora despierta, remoloneando entre las sábanas, cerrando los ojos y disfrutando del roce de la tela en mi piel al moverme lenta y perezosamente, en esos momentos tan válidos de la mañana.
¡Hora de levantarse! Me toca clase de aeróbic. Gracias a estas actividades consigo llevar una minirutina y evitar los desfases horarios, tan malos para el cuerpo y la salud.
En mi segundo vestidor cojo uno de mis conjuntos de mayas piratas y top. Hoy no me apetece pensarlo demasiado y cojo el primero que tengo a mano. Toca gris con costuras fluor verde. Mientras salgo del vestidor me miro de lado en el espejo. Me gusta mi cuerpo embutido en esas ropas de gym.
Me acerco a la gran sala de espejos al lado del gimnasio. Mi monitora ya está allí, probando música. ¿Que tal, nena? ¿Preparada para la acción? Hoy estoy animada, doy un salto y sonrío: ¡Yeaaah!
Primero el calentamiento, estiramientos bailados al son de la música. Espalda recta, bajando torso con piernas estiradas… y al subir, no puedo evitar mirar el culo prieto de mi monitora, no le sale ni el más mínimo michelín por el borde de la cintura. Recuerdo el roce de las sábanas de seda en mi piel esta mañana…
¡Comienza la marcha! Cogemos las pesas y comenzamos con las secuencias de aeróbic ya conocidas, rápidas y animadas, brazos y pies se mueven al compás de la música pop. Cambia nuestra temperatura corporal y, al contraste de la gran sala aún fresquita, se endurecen mis pezones, marcándose en la tela de lycra del top. Si hubiera más gente me sentiría incómoda, pero sólo estamos mi monitora y yo, por tanto, no me preocupa, siempre me pasa y me encanta la sensación, a veces durante el movimiento paso una mano furtiva por el pecho… me encanta ese roce casual.
Paramos unos segundos para beber agua. Fresca y revitalizante, unas gotas se escapan por la comisura de mis labios y caen justo entre mis pechos, refrescando la zona sudorosa y haciéndome gemir del sorprendente frescor. Mi monitora se ríe, las dos chorreamos.
-¡Bien, Gio, estás muy enérgica esta mañana! Ya llevamos varias sesiones y conoces los pasos de maravilla, no te cuesta nada seguirme. ¿Que te parece subir un poco la dificultad, para variar? Puedo meter algunos pasos de zumba en las secuencias, nunca has hecho, ¿verdad? -No. Me suena haber oído hablar sobre esa nueva actividad que está rompiendo, al parecer se mueve mucho la cadera, puede ser divertido, aunque no sé ni por dónde empezar…
– Bien, primero te explicaré algunos pasos básicos de cadera y después podemos meterlos en las secuencias, ¿te parece?
Las caderas de mi monitora parecen de goma. En el movimiento fluido de dejar llevar el cuerpo puedo seguirla sin problema, pero entonces hace una rueda con la cadera que no consigo seguir bien.
– Consiste en apretar los músculos. Primero el oblicuo derecho, aprietas el vientre, después el izquierdo y sueltas los músculos. Es sencillo. Ven, acércate a mí. Pon las manos sobre mis caderas, para que notes bien por dónde pasa el movimiento.
Guau. Notar bien en mis manos ese movimiento de cadera ha hecho subir el calor de mi cuerpo más de lo que ya estaba. ¡Qué pasada! Intento concentrarme y quedarme con el ejercicio, pero se me va la cabeza, inconscientemente mi pelvis se junta a la suya, buscando el roce…
– ¡Vamos, a bailar!
Después de varias secuencias enlazando movimientos, parece que van saliendo cosas en mi cuerpo a base de repetir. Estos movimientos tan sexys me hacen sentirme mucho más femenina.
– Me ha encantado la clase, ¡mil gracias! ¿Podemos seguir con este estilo la semana que viene?
– ¡Claro! Trabajaremos bien esos músculos, seguro que tu marido me lo agradecerá cuando vuelva de viaje.
Sonrío, me despido de ella y me dirijo a la ducha. La clase me ha dejado excitada. Anteriormente había tenido fantasías con mujeres, pero nada más allá de fijarme en el cuerpo de algunas amigas cuando vienen a la piscina. Sí me he masturbado con videos porno de lesbianas, pero notar ese movimiento de cadera con mis manos me ha excitado de sobremanera…
Me acaricio en la ducha. El jabón resbala por mi cuerpo, mis pezones siguen duros. Me toco y noto la humedad entre mis piernas… mmm… no es suficiente… tras envolverme en un suave y fragante albornoz, me dirijo a mi habitación, pensativa y excitada. Recuerdo… una vez, Fred me comentó que solía pasar por un local con mucho postín. Busqué en el cajón de su mesilla y, después de revolver un poco, ahí estaba la tarjeta. “La vie en Rose”. En la imagen, la espalda de una mujer desnuda mostrando la curva de su cadera. Parece elegante y discreto, mmmm… cojo el teléfono…