Desnudos pecaminosos
Hieros Gamos
Recuerdo la vida cuando era un chaval, un joven diablillo que empezaba a descubrir su sexualidad. Primero, el comprender para que servía eso que tenía entre las piernas, que el pene tenía más usos que el de orinar y, maldita sea, ¿cómo no descubrí aquello antes? Supuso un antes y un después de semejante epifanía.
Luego descubrir que las chicas podían tener un no sé qué, y un qué sé yo, que yo qué sé. Entonces algo cambió en mi cabeza y ellas es en lo único que podía pensar. Por la calle las veía pasar de reojillo, que yo nunca fui un diablillo muy espabilado, más bien tímido y tontuno. En la tele todo podía ser usado para fines onanísticos, más aún teniendo en cuenta que, por entonces, no éramos demasiado exigentes; cualquier anuncio de ropa interior femenina podía producir una explosión de picorcillos en las gónadas, y qué decir de los anuncios de una marca de desodorantes con nombre de nota musical. Y el catálogo de Venca. En resumen, que menos mal que no teníamos Internet por entonces, o toda una generación podríamos haber quedado más idiotas aún de lo que estamos.
Vemos dos pezones y bajamos al infierno
Al final, lo que nos excitaba era lo prohibido, lo desconocido del cuerpo femenino, aquello que nunca podíamos ver, aquel secreto de formas curvilíneas que se intuían por debajo de la ropa de las compañeras de clase. El misterioso y tan ansiado sexo.
Hoy día, las cosas tampoco han cambiado tanto; tenemos más libertad sexual y el cuerpo se va viendo con más naturalidad pero, a pesar de todo, el desnudo sigue siendo un gran tabú y, más que el desnudo, la obsesiva sexualización del cuerpo. Toda forma de desnudo se censura, se considera pornográfica, inmoral, y claro, así nos va, que llega un momento en el que perdemos la puta cabeza por un triste pezón.
O un triste culo
Aquí es donde entran los niños, siempre los niños: que si por aquí pasan niños, que si esto lo pueden ver los niños ¿pero qué problema hay porque un cuerpo desnudo lo vean los niños? Como se nos llena la boca de “naturalidad” cuando hablamos del cuerpo pero sólo hasta que hay niños de por medio; en cuanto aparecen los infantes el cuerpo pasa de ser ese receptáculo natural del alma a convertirse en un arma de destrucción masiva de moral y cordura.
Esto me lleva a pensar en los naturistas: los hijos de esta gente tienen que acabar todos enfermos mentales por pasarse el día viendo pollas y tetas, propias y ajenas… pues no mire usted, resulta que los niños que han crecido en ambientes nudistas no sólo no están enfermos ni traumatizados. Al contrario, aprenden de verdad que el cuerpo es natural y que no hay que acomplejarse por como sea, que al final somos mucho más que unos pedazos de carne ambulantes.
La puerta del infierno
Con el sexo pasa lo mismo. A los niños se lo ocultamos desde pequeñitos; que no lo vean, que no sepan qué es eso, que los niños vienen de París o no sé qué mierdas de las abejas y las flores. Pero claro, aunque nos joda admitirlo, son seres sexuales y también tienen impulsos, impulsos que son reprimidos y frustrados, calando la idea de que está mal tocarse uno mismo o tocárselo a otros y claro, llegan a la adolescencia con una flipada en la cabeza tremenda y con la única idea en mente de transgredir la norma impuesta, entrar en el territorio prohibido y poder al menos ver una teta… o un cipote vaya.
Parece mentira que le demos más importancia al sexo que a muchas otras cosas como la violencia, las drogas, la ignorancia, la falta de ética… no importa si el niño ve escabrosas imágenes de un bombardeo en oriente medio durante un informativo, si se pasa la tarde viendo una película de acción donde el “bueno” mata a docenas de personas pero no pasa nada porque es el “bueno” y los otros los “malos”, o que en horario de audiencia infantil puedan encontrar programas de televisión donde se hace un auténtico alarde de la ignorancia y un verdadero proselitismo de la estupidez.
Matar pase, pero ¿dos personas follando? intolerable
E incluso dentro de la aceptación de la desnudez hay escalas. Cada vez más gente se indigna porque plataformas como Facebook censuren las imágenes en las que aparezcan pezones femeninos, considerándolo un acto retrógrado digno de las mentes enfermas y retorcidas que ven algo inmoral en un hermoso pezón pero sin embargo, si ponemos la foto de un pene el cuento puede ser otro, como le pasó recientemente a un artista en su exposición, que tuvo que modificar el cartel de la misma porque salía él en un desnudo frontal y se le veía el ciruelillo. La imagen se recortó a la altura de la cintura. La excusa fue, como siempre, que el cartel estaba en una zona pública y lo podían ver los niños.
El destructor de mentes
Con todo esto lo que quiero decir es que nos falta cultura del desnudo, que necesitamos despelotarnos más y acomplejarnos menos porque un coño es simplemente un coño, igual que unas tetas, un culo o una polla sólo son partes del cuerpo, partes que todos tenemos por cierto. Si no lo ocultáramos tanto no estaríamos tan obsesionados con ello y lo veríamos de forma más natural.
Por eso os animo a disfrutar del nudismo, de vuestro cuerpo, a la mierda los prejuicios y el qué dirán, lo único que importa es lo que piensas tú de ti mismo.
Os animo hoy día 24 de Agosto a instaurar y celebrar el día del despelote.