Follar en Bilbao
Hieros Gamos
A las mujeres se las conquista, al menos en Bilbao. Desde luego la palabra conquista no se escogió por su sonoridad,sino más bien porque describe con acierto y rigor el arriesgado proceso de captar la atención de una dama hasta ganarte su simpatía y algo más. Posteriormente, el término fue exportado por toda la geografía española, igual que otras grandes palabras que hemos esparcido por la piel de toro como órdago, akelarre o kalimotxo. Pero a lo que vamos, que me desvío del tema.
Aquí siempre hemos tenido claro quien es el auténtico culpable del verdadero conflicto vasco: que en Euskadi no se folla. Ahora es cuando dice el graciosillo “los vascos os reproducís por esporas” ; pues no, listo, los vascos brrrrrrotamos de agujeros en el suelo.
Como cabría esperar, la división de opiniones coincide con la de géneros: ellas dicen que somos nosotros y nosotros afirmamos que es culpa de ellas.
Y sí, lo reconozco, los vascos no es que seamos un ejemplo a seguir como seductores. Es cierto que en ocasiones podemos tener poca pericia en las artes del ligoteo y, tal vez, gritarle a la muchacha “¡neskaaaaaaa!” cuando estás de patxarán hasta las cejas no sea la mejor opción. Pero claro, también hay que entender que son consecuencias del consumo de valor líquido porque, sin la pócima de Panoramix, a ver quién es el listo que se lanza a combatir contra estas romanas indómitas.
Este es otro de los problemas ¿cómo vamos a ser más duchos en estas artes si, al primer intento, mueres estrepitosamente? Es acercarte a una cuadrilla de muchachas y empezar a ver un rótulo flotando sobre tu cabeza que reza “FINISH HIM!”. ¿Cuántas veces puede morir un hombre en una sola noche? Pues, en realidad, sólo una, pero tu moral y orgullo pueden palmar en docenas de ocasiones… si es que te animas a repetir después del segundo o tercer rechazo, al cuarto ya te vas a una esquina del bar a lamerte las heridas.
Estaréis pensando que soy un poco exagerado, pero no, amigos, nada más lejos de la realidad. Ligar en el País Vasco es una labor de alto riesgo sólo comparable con las grandes hazañas griegas. Y esta semana lo he visto con mis propios ojos.
Siendo la semana grande de la capital del universo, decidimos unos amigos bajar a tomar algo y si, se prestaba, tomar mucho. Uno de los compañeros, un hombre con un gran corazón y mucho amor que dar, decidió que podría ser un buen momento para conocer a la mujer de sus sueños, ya que, siendo fiestas, entre los fuegos artificiales y los vapores espirituosos, tal vez las féminas andaban con la guardia baja.
Pues no.
Fue una odisea, un desalentador proceso de rechazo tras rechazo y él, infatigable no cejaba en el empeño de encontrar a esa media naranja que, en algún lugar, le está esperando. Bueno, media naranja al principio de la tarde, pasando las horas, media manzana también podría estar bien, y a última hora de la noche hasta un grifo monomando te puede hacer un apaño. Muy desalentador. Ni siquiera contando con la ayuda de dos amigas que estaban con nosotros se consiguió hacer nada. Y no es que mi amigo fuese bruto, feo, sucio, o entrase de mala manera. Pude ver con mis propios ojos como se acercaba a dos chicas diciendo un simple hola y la respuesta de ellas fue un “¡no no no no no no!” con la correspondiente cara de “huele a caca”. Vamos, que según te acercas, ellas se cierran el skjaldborg y ahí no hay quien entre. Como mucho te llevas una cariñosa patada al grito de “¡Esto es Euskadi!”.
Pero hay un supuesto peor, que es cuando la chica te hace caso, consigues escalar la primera muralla y ya has puesto un pie en tierra hostil. Por alguna razón ella no se ha retirado, ni te ha dicho que no, ni te ha sacado un spray de pimienta, y tú estás que no te lo crees. Seguís hablando y parece que le caes bien, te mira a los ojos, se toca el pelo, te mira los labios, se ríe contigo y en ese momento en el que parece que todo va como la seda, una sombra se cierne sobre tu alma, una mano aparece de entre la nada aferrándose a tu casi conquistada dama y la arranca de tu vista al grito de “nos vamos a otro bar”. La amiga te ha hecho la tres catorce y te quedas solo con un palmo de narices.
Chicas, así es imposible, no nos dais ni la opción de cagarla.
Efectivamente, nos sabemos torpes y embrutecidos, pero es que tampoco tenemos la posibilidad de ir mejorando. Si no nos dais un poco de cuartelillo nunca llegaremos a ser esos seductores que deseáis, esos caballeros que os deshacen con su labia y luego con su lengua. Además, si al final todos somos humanos y todos buscamos lo mismo: un poco de cariño, alguien que nos escuche, confianza, y un polvo magistral con cierta asiduidad; pues entonces abrid un poco la mente, bajar la guardia y abriros a la posibilidad de que si le dais la opción, quizás ese chico que se os acerca podría llegar a ser un buen amigo, el amor de vuestra vida o el polvazo de vuestra noche.
Pero si le dais la espalda, nunca sabréis lo que podría haber sido.