1+1 son 5
Barbarella
Por fin llegaron mis soñadas y merecidas vacaciones. Tenía un plan perfecto, visitar a unos buenos amigos en Ceuta parando antes en Algeciras donde estaba de vaciones mi amiga Selena. Selena es una mujer espectacular, aunque claro, si algo tienen mis amigas es que todas son guapas. Muchas se estresarían con la competencia, pero me gustan las mujeres fuertes, con personalidad y guapas; soy así de rarita, o práctica, porque siempre atraen masculinos. La primera noche Selena y yo nos lo tomamos con tranquilidad. Tonteamos, bailamos, y perdimos algún que otro beso por el camino. Aunque según parece, fué una buena inversión porque al día siguiente nos topamos con un trío de surferos encantados de volver a vernos. Se conoce que Selena había llamado la atención de uno de ellos, y nos contaron una extraña historia de cómo estuvieron visualizando este momento con objeto de que se materializara. Muy interesantes la verdad, con un puntito hippie zen que le hacía irresistibles. Aprovechando que en su hotel se celebraba una fiesta playera, nos invitaron a ir con ellos y, como no teníamos un plan, mejor aceptamos.
En la fiesta bailamos y, mojito tras mojito, nos fuimos soltando la melena. Me tomé un respiro, me encaminé a una de esas camas con cortinones blancos, más propias de las terrazas de Ibiza que de la playa «El Rinconcillo»; en cualquier caso parecía muy cómoda y me tumbé. Uno de los chicos apareció a mi lado y me dió un beso como a mi me gustan los besos, y tanto los gustos como los besos son muy particulares, con infinidad de variables y combinaciones. Selena tampoco parecía estar perdiendo el tiempo, entendí que la selección natural había comenzado, uno quedó descolgado. Yo no había elegido y teniendo en cuenta mi mal ojo para seleccionar un buen empotrador, era lo mejor que me podía haber pasado. Esperaba que el azar me regalara uno de los buenos; al fin de al cabo, me había follado un lindo pardillo y, técnicamente, eso mejoraba mi karma.
Como todo lo bueno, la fiesta terminó, y ya que estábamos ahí, nos invitaron a tomar la penúltima en su suite. Al cruzar el umbral el descolgado se lanzó a mi cuello y empezó a besarme apasionadamente; yo entre desconcertada y animada, me dejé llevar. Supuse que este era uno de esos momentos «un clavo saca otro clavo», lo típico. Tan sólo un instante después estábamos desnudos, y sin saber cómo, nos habíamos teletransportado a la cama. Mi segunda opción seguía con su recorrido boca, pecho, cintura…y yo abandonada al placer me olvidé del resto. ¿Y Selena? Abrí los ojos, me giré a la derecha, y ahí estaba, ganando 2-1. Uno la penetraba mientras ella saboreaba el miembro del otro, jamás olvidaré la escena, como grabados también se me quedaron los gemidos que la acompañaban. Pensé que mi juego iba a ser más tranquilo; no podía estar más equivocada: sin mediar palabra, los chicos intercambiaron los puestos, y ahora yo protagonizaba la bonita estampa. Los chicos se movían como peces en el agua, con soltura y naturalidad iban probándonos como máquinas perfectamente coordinadas. Era como cuando en un tango te dejas llevar por el alumno avanzado.
No fue soez, a veces no hace falta que te digan «zorra, chúpamela», «te la voy a clavar hasta la garganta» para que eso mismo suceda con naturalidad, frescura y risas.
Lo curioso es que Selena y yo en ningún momento llegamos a tocarnos.