A mí no me duele la cabeza
Ángel del Hogar
Os confieso que yo caí en el cuento del “príncipe azul”. Me creí a pies juntillas que cuando encuentras a alguien es para toda la vida. Que si le quieres dejas de desear a otros. Que el amor todo lo puede y que la vida sexual estaba resuelta con una pareja.
En eso estaba pensando cuando dije “Sí, quiero” frente al altar mirando fijamente a Antonio.
Pensé que nuestra pasión sería eterna como nuestro amor y que, aunque hubiese dificultades, podríamos superarlas el uno junto a la otra.
Los primeros años fueron apasionados y no dejamos de follar por todos los rincones de nuestro nidito de amor. Nunca me dolió la cabeza.
Nunca una pelea me quitaba las ganas.
Siempre estábamos dispuestos. “Esto es un chollo”, pensaba. Vivir con alguien que me resuelva mis ganas…
Los años pasaron y también los embarazos, las niñas, los trabajos, las rutinas…
Y de repente hacía cuentas y habían pasado 15 días sin rozarnos. Cuando yo tenía ganas había partido del Athletic, cuando a él le apetecía yo tenía que poner la lavadora y así pasaban los días e iba creciendo un muro entre nosotros.
De repente, no tenía ningún interés por el sexo ni con él ni conmigo.
Me había convertido en una señora de las del anuncio de Vaginesil: “antes lo rehuía”… y ahora también.
Una noche, soñé con un conocido. En el sueño, este señor por el que nunca sentí una atracción sexual (¡por favor! Soy una señora casada y las señoras casadas no deseamos a otras personas) me follaba sin parar … Me desperté a las 4 de la mañana teniendo el orgasmo de mi vida.
Al día siguiente no podía mirar a Antonio a la cara.
Le había engañado con otro…¡Vaya!
Un día andando por la calle me encontré con este conocido, sr. X vamos a llamarlo. Tuvimos la típica conversación de cuando te encuentras con alguien por la calle, pero por dentro a mi me estaba pasando de todo… El sr. X me había estado follando toda una noche, no lo olvidemos. Mi deseo se despertó como quien se despierta el día que empiezan las vacaciones. Mi respiración se aceleraba, me empecé a poner colorada y… a sentir culpable.
¿Soy una mala esposa por desear al sr. X?
En realidad el sr. X no me pone nada, seamos sinceras lo que me vuelve loca es todo lo que soñé que me hacía el sr. X.
El sr. X que me detallaba cómo había conseguido unos zapatos a buen precio mientras yo le recordaba empujándome contra la pared y metiendome la polla hasta dentro.
Me disculpé torpemente y corrí a casa a masturbarme. Fue mi primera paja en mucho tiempo.