A veces una necesita desahogarse
Moonlight
Situación:
Estás en la cocina con tu pijama y tu delantal. Te has puesto tu música guay para que te acompañe mientras haces tus cosas y han sonado unas cuantas canciones que te encantan, con las que te has puesto a menear el trasero como loca y caminar toda “Divain” por la cocina. ¡Ayy! Bailar sexy siempre te pone algo cachonda.
Acabas de picar tus verduras para un sofritito rico y estás con tu comidita preparada antes de echar las cositas a la cazuela… y entonces oyes las llaves en la puerta.
Mmmmm… llega yu hombre… y te pilla aquí con las manos en la masa, bailoteando como una perra…
Y tú, fantasiosa de ti, te imaginas como él entra en la cocina, te coge por la espalda, empieza a besarte por la oreja, por el cuello… te manosea por debajo del delantal, te baja los pantalones del pijama, te sube en la encimera tirándolo todo por el suelo y te folla fuertemente haciéndote gritar y olvidarte de si has encendido el fuego de la cocina.
Pero no. Él llega, te da un piquito en los morrillos, se sienta en el sofá y se enciende la tele. Y mira que cuando se ha acercado a darte el beso le has acercado un poco el culete de una forma sutil… pero en fin, él no está dentro de tu mente. No puedes culparle.
Y luego… sí, por supuesto que podrías ser tú la que se acerque al sofá, se siente encima de él a horcajadas y comience a refrotarse… pero el momento clave ya ha pasado, o mejor dicho, no ha pasado. Y ya ni te apetece. Y esto pasa un día, y otro, y otro…
También está la situación contraria. Eres tú la que llegar a la cocina y le encuentras fregando los cacharros. Con el agua, el jabón resbaladizo por las manos y los brazos… Y le miras. Esa espalda ancha que a pesar de los años aún te vuelve loca, ese pelo y ese culo… y te muerdes el labio, y te acercas a él. Le rodeas la cintura con tus brazos y apoyas tu cara en su espalda. Pero él no para, sigue fregando, hasta el punto que con el meneillo del fregoteo es muy incómodo tener tu cara pegada a su espalda. Y te separas, le acaricias sutilmente el borde de sus pantalones por la cinturilla… y como él continúa fregando como si nada sin hacerte caso, mueve un brazo para dejar escurrir un cacharro y como no apartes la jeta de en medio te da un golpe, y entonces es cuando él te dice… ¡Ay, quita de ahí atrás que no me dejas moverme bien para fregar! Y le pegas un azote en el culo (nada sexy, por cierto, se lo das con todas las ganas de pegarle por petardo) y te retiras al sofá y te pones la tele. Y encima será culpa tuya porque el chico está ayudándote con las tareas de casa y tú no lo aprecias y te enfadas porque no te ha hecho caso.
Misma situación en diversos escenarios cotidianos. Me da igual recogiendo ropa, que limpiando ventanas, barriendo… día tras día, hasta que claro… dejas de intentarlo, y os limitais a tener sexo sólo cuando estais en la cama antes de dormir y si justo en ese momento a los dos os apetece, cosa que solo sucede muy eventualmente.
De verdad, ¿tanto cuesta que me veas un día en pijama haciendo lo que sea, me agarres, haces que deje lo que quiera que esté haciendo y me empotres contra la pared? O contra el suelo, o en la mesa, ¡o donde sea! Que no sea ni el sofa ni la cama que son los habituales. ¡Joder ya! Luego somos nosotras las estrechas. Si es que no me extraña que se nos quiten las ganas.
Y lo peor es que esto se escribe cuando hace años que ni lo intentas, porque desististe, porque lo hablaste mil veces y nunca conseguiste nada, así que te cansaste y tiraste la toalla. Y a pesar de esto tu relación ha ido bien, hay mucha complicidad, mucho apoyo, y mucha felicidad, y no le dejarías por nada, porque le sigues queriendo, porque es una persona fantástica, porque te ves a su lado toda tu vida creando una familia feliz, y porque tiene mil cosas buenas y detalles adorables, y no hablo de cosas materiales. Y haces balanza y ves que casi lo único malo de vuestra relación es que en el sexo llevais ritmos completamente diferentes, así que decides quedarte con él por todo lo que te compensa, haces de tripas corazón, escondes tu fogosidad para no hacerle sentir mal y te obligas a adaptarte a su ritmo.
Y pasan los años, y siguen pasando… y de repente te das cuenta de que aquella mujer curiosa y fogosa ya no existe en tí. Te das cuenta de todo lo que has cambiado por él. Y te sientes muy feliz dentro de tu relación a pesar de todo. Pero a veces… recuerdas a aquella sinvergüenza llameante… y la echas mucho de menos…
Y de repente un día empiezas a escribir para un blog de sexo, intentando recuperar de alguna forma a aquella petardilla, aunque sea solo para tí.
Creo que no soy la única a la que le pasan este tipo de cosas dentro de una relación estable. Sí queda una cosa de aquella mujer, la forma de ver el sexo nunca se fue, a pesar de todo. Sigo defendiendo, y seguiré haciéndolo, que si el sexo no fuera un tabú no sucederían estas cosas. Ni muchas otras peores. Y con esto… ya tengo otra idea para mi siguiente artículo.
¿Alguien más necesita desahogarse?