Adolescencia sexual
Moonlight
Bajo un cielo salpicado de estrellas, en un lugar oscuro y tranquilo de un pequeño pueblo, recuerdo mientras me fumo un cigarro.
Curioso, mis primeras experiencias sexuales fueron en este lugar. En unas fiestas, en un bar oscuro, una vez, noté que alguien me miraba. Un mechero encendido iluminó unos profundos ojos azules que me observaban. Ese chico me dio mi primer beso. Beso profundo, húmedo, largo, juntando bien las lenguas juguetonas. Otro chico me había besado anteriormente, pero fue apenas un unir labios con un mínimo roce de lengua con el único propósito de sobarme las tetas. Prefiero que mi primer beso sea el segundo, el profundo, el sentido.
He sido bastante precoz en lo que a sexualidad se refiere. Ese chico, días después de darme mi primer buen beso, me dió mi primera experiencia sexual. Me masturbó por primera vez, y me preguntó si quería hacer el amor con él. Nos tocábamos en un lugar solitario y oscuro, bajo las estrellas. Sin vernos, sólo sentir. Toqué su miembro duro por encima de los pantalones, la primera vez que sentía esa dureza. Bajé la cremallera, saqué su sexo, lo agarré y… me asusté. Tenía 13 años. Sólo habían pasado unos días desde aquel primer beso. Todo iba demasiado rápido. Me asusté de tal forma que guardé aquello y me fui, dejandole allí solo en la oscuridad.
Más adelante, con mi primer novio más… «formal», y con 15 años, perdí mi virginidad. Y afortunadamente tengo muy buen recuerdo de ello. Los dos queríamos hacerlo, lo hablamos antes, teníamos ganas, sabíamos sobre anticonceptivos, y fue muy bien.
Nadie me contó qué era el sexo. La típica charla del cole fue más tarde de aquel primer momento con 13 años. Mi familia nunca me advirtio ni me dio la charla, me enteraba leyendo en revistas sin saber del todo bien lo que leía. Si preguntaba… me contestaban, pero de forma muy escueta. Supongo que por eso me asusté. Al igual que por eso dejé como tonta que aquel primer chico que apenas me besó me tocara los pechos todo lo que quiso, y no dejé que hiciera más por complejo, por vergüenza, porque no quería que viera mis pechos. Por suerte no me forzó y dejó de intentarlo. Me sentí rara, y convencida de que era eso lo que se hacía, hasta que el siguiente chico me respetó y fue a un ritmo algo más lento. Los veranos son muy locos, y más a esas edades. La desinformación sexual en la adolescencia puede ser muy peligrosa, y el tipo de educación que te hayan dado, también.
Afortunadamente ahora se informa más a los adolescentes sobre el tema sexual, anticonceptivos, y sobre todo, hacerte valer y saber cuando llega el momento para cada cosa, que seas consciente de ello, y que sepas lo que puede haber. Habrá quien piense que hoy hay demasiada información. Yo creo que nunca es demasiado. Si el sexo se encubre y en esas edades no sabes bien lo que es, puede ser peligroso. No hay que hablar con tabú. Puede ser incómodo, pero es mejor que tanto padre/madre como hijo/hija pasen un momento incómodo para hablarlo, con confianza y la mente abierta, fuera de lo que se pueda leer por internet.
A pesar de todo, me siento orgullosa de haberme informado por mi cuenta, y haber llegado a disfrutar del sexo como lo he hecho, probando todo lo que he podido pero siempre con dos dedos de frente, con anticonceptivos, prevención y sabiendo bien qué he querido hacer y qué no. Y aún me queda mucho por disfrutar.