Bien armado
Satiricón
Es un chico normal, o todo lo normal que se puede ser con un metro noventa y cien kilos de peso. Le gusta el deporte y cuidarse casi tanto como la jarana y descuidarse. Positivo, serio con extraños, amigable con los suyos, no le gustan los deportes salvo cuando los practica, es a fin de cuentas una persona más en este mundo. Cuando liga, o cuando cree que lo hace pues la gran mayoría de las veces se ha limitado a seguir el juego, no miente y no intenta ser quien no es, pero sí omite un detalle.
Oculta un detalle nimio pero nada pequeño.
Tiene una gran polla.
Lo oculta por varias razones: primero, porque se siente como un auténtico gilipollas diciéndole a alguien que haber nacido con un gran trozo de carne entre las piernas es algo meritorio; tampoco sabría como meterlo en una conversación sin que pareciera una coña o quedar como un prepotente. Cree que cuando la gente presume de una manera indirecta de su cuerpo, de sus posesiones o méritos profesionales, puede tener hasta cierta impresión positiva en otras personas, pero en una conversación decir «mi coche es un BMW», «levanto 120 kilos de press banca» o «tengo 20×6 cm de polla» es demostrar que tu inteligencia, bagaje, cultura y experiencia son tan inútiles como hacerle una paja a un muerto.
Lo segundo es que tener ese pollón no significa nada si no va acompañado de un correcto uso, de unas palabras que exciten, de unos dientes que muerdan con justa presión unos pezones, sin el tacto para acariciar o azotar, de nada valdría si no muestras tu pasión, si no empotras con la fuerza de un oso, lames el cuerpo como si fuese la ambrosía hecha helado, absolutamente de nada si no te entregas a la otra persona (o personas) para disfrutar, excitar, divertir y en fin, porque no decirlo, para pegaros una buena corrida.
Y sobre todo porque una gran polla excita y gusta, pero también una mirada, una palabra acertada, un beso, la actitud y él puede sumar eso a su personalidad. Él no solo es su trozo de carne y si le gustase a alguien por ese hecho no podría soportar que la carne ganase a su personalidad, a su mente; no le importa sumarse un punto gracias a su pene, pero no solo es eso.
El gran problema es que es un romántico y no de los de cupido si no de los peligrosos, de los que idealizan el pasado, ennoblecen la amistad, ensalzan el amor, y que no puede entender que un hecho tan nimio como nacer más alto o más bajo, pueda determinar que folles en mayor o menor medida y supura asco por la piel de ver lo hipócrita que es la humanidad.
Habrá quien piense que los dioses le dan mocos al que no tiene nariz y que aquí el chiquitín ( tono irónico en todos los sentidos) debe dejarse de pajas mentales y aprovechar la oportunidad que se le brinda y repartir solomillo a todo el que guste, pero él aspira a, tanto en el vicio de una noche como en una relación, no conformarse con lo físico pues caería en la trampa del ego y la autocomplacencia; piensa que puede ser algo más que un tío bien armado.
Puede ser un empotrador, quiere serlo, lo es, y eso, eso es otra historia.
¿No creéis?