Buffet libre
Barbarella
Lo sé, lo mío no tiene nombre, después de casi empacharme estas navidades no se me ocurre otra cosa que preparar un buffet libre. La culpa la tiene Miguel, un buen amigo que me dijo, ¿Por qué no reúnes a todos los habitantes del minizoo y te das un festín? ¿De qué te sirve tener un minizoo si no puedes realizar esta pequeña locura?
Lo primero que pensé fue si podría con tanto masculino, porque si hay algo que detesto es esa gente que se llena el plato y luego apenas lo toca, los “ni come ni deja buffet”. Yo no iba a ser una de ellos, si lo preparaba era para no dejar nada, tal como me enseñó mi ama.
Normalmente cualquier en un buffet libre come más de lo habitual, he leído que esto es debido a un concepto que se llama “saciedad sensorial específica” que se basa en dos principios:
1) El placer y el gusto por un alimento disminuye debido a la saciedad de ese alimento en concreto
2) La diversidad de atributos sensoriales de un alimento (olor, color, sabor, textura…) incrementan el apetito y la ingesta de la comida.
Esto hace que nos cansemos de las lentejas, pero que por otro lado seamos capaces de comer gran variedad de alimentos y en mayor cantidad. Tiene su base evolutiva, cuando nuestros antepasados cazaban y recolectaban resultaba complicado conseguir una dieta equilibrada, la saciedad sensorial específica incentivaba la búsqueda de alimentos variados para lograrlo.
La teoría la tenía clara ahora quedaba montar mi buffet libre. Sólo de pensarlo se me hacía la boca agua. Avisé con una semana de antelación lo que sin duda era poco, pero tuve suerte, y pudo venir todo el mundo, hasta el “tas tas” que acababa de llegar de viaje de negocios, y extraordinariamente estaba libre como el viento. Les expliqué las reglas del juego, yo iría probando sus delicias hasta saciarme, aunque según mi teoría si ellos se preocupaban de desplegar gran variedad de atributos sensoriales, tardaría bastante en hacerlo. Al menos eso es lo que decía la recién aprendida teoría.
Como en todo buen buffet una buena presentación alimenta el deseo, para ello mi casa resultaba pequeña por lo que alquilé un local. El código de vestimenta era de corbata/pajarita, y ropa interior. Me encantan los masculinos en pajarita y las corbatas dicen mucho de los oscuros deseos de un masculino. No es lo mismo llevar una aburrida corbata de logos o de rayas, que una sobria corbata negra, o una de cuero con tachuelas. En cuanto a la ropa interior, yo estaba empeñada en estrenar un precioso picardías largo de gasa de seda transparente que me había regalado el “tas tas” por navidad, por lo que me parecía justo que mis masculinos pudieran lucir sus mejores galas interiores.
Y así es cómo quedó el buffet:
Entrantes: Los entrantes tenían que ser ligeros, pequeños bocados de aquí y allá que no eclipsaran a los platos fuertes. Pensé en el “pardillo” que no destacaba por ser un gran amante pero le ponía mucha gracia al asunto. El “friki” aportaría color a los entrantes, seguro que hasta se traía algunos de sus muñequitos para jugar. El exotismo asiático era cosa del “chino” y el “culebrilla” moviéndose sin parar me daría actividad. Las notas aromáticas correrían a cargo del “perfumista”
Platos principales: Como platos fuertes “secreto de vikingo”, unas buenas chuletillas de “follacino”. La aleta de “tiburón” siempre ha tenido fama de ser un plato delicioso. Y Por supuesto no podría faltar un buen “empotrador a la parrilla”.
Postre: En un Buffet libre siempre te queda sitio para esos deliciosos postres expuestos en bandejas plateadas. ¿Adivináis cuál sería mi postre? Ummm por supuesto que mis preferidos, mi pezque bañado en chocolate, y confitura de “tas tas”.
En resumen, el buffet fue un éxito, y este año como propósito, sea buffet o a la carta, he decidido equilibrar mi dieta, minimizando la ingesta de comida basura.
Foto de portada: Du R Maciel