Del porno en televisión
Hieros Gamos
Hace muchos años de aquello pero aún tengo el vivo recuerdo en mi mente. Cuando era más joven (e incluso mucho más joven) que levante la mano el que no se haya encontrado en esta situación: llegas a casa de fiesta, de madrugada, un poco más borracho de lo que deberías y desde luego lo suficiente como para no querer meterte en la cama y sufrir las penurias de la barca etílica de Caronte. Te diriges al salón de casa en silencio, que tus padres están en la cama dormidos. Empiezas a hacer un poco de zapping casi como si pretendieses excusarte ya que a fin de cuentas, ya sabes perfectemente en que canal vas a acabar.
La noche se ha desarrollado como casi siempre, con una carencia más que notable de sexo y un exceso de aspiraciones fornicables que dan lugar a un medio empalmada (eras joven y no había problemas con el alcohol) y una necesidad de desahogo (y de matar el tiempo hasta que se te pasa la caraja). Entonces y despues de hacerte el remolón un poco con la teletienda acabas por poner la porno del Plus. No se ve un carajo como era de esperar y a estas alturas has probado todos los trucos de los que has escuchado hablar: mirarlo a través de una camiseta, de un colador, moviendo la mano muy rápido por delante de tus ojos, entornando la mirada… obviamente nada de eso funcionaba pero ahí estabas tú, con una niebla en blanco y negro en la pantalla de tu televisor en el que se podía intuir una mamada… o una peli de Rambo, con imaginación cualquier cosa podía ser. Eso sí, tú con la polla en la mano dándole a la zambomba con los klinex listos a tu lado mientras un ruido desagradable te daba a entender que alguna fémina estaba gimiendo. Con poco nos conformábamos antes de internet.
Recuerdo antes de esto y siendo aún más joven, que los viernes a escondidas, programaba el vídeo VHS para grabar el programa de Playboy que daban de madrugada en Telecinco. No era gran cosa pero salían tetas y yo era un preadolescente curioso con el único antecedente del anuncio de Fa. Más que suficiente para las sesiones onanísticas de toda la semana. Tiempo después, descubrí los documentales que daban en las cadenas locales y entonces mi vida masturbatoria empezó a ser más feliz. Por fin había un cierto acceso al porno de forma regular.
Con el tiempo y puedo asumir que después de algún tipo de ley, estos documentales fueron eliminados y sustituidos por un quiero y no puedo, unos vídeos de corte erótico que básicamente eran pelis porno a las que habían recortado las escenas con genitales. Seguían habiendo tetas pero las grabaciones eran muy cutres con cada vez más y más publicidad de teléfonos eróticos y a mi ya me pillaban un poco mayor. Además, internet ya estaba popularizado y yo tenía la zurda bien entrenada. Mi conclusión era que el porno en televisión se había vuelto obsoleto cuando tienes acceso al mismo por medios mejores y más eficientes. Entonces un día voy y me encuentro con una carta escrita en un diario.
La firmaba un señor mayor, jubilado veterano y con más años que canas. Este señor se quejaba precisamente de que hubiesen retirado las películas porno de las televisiones el fin de semana. Él, sin conocimiento ni medios para el acceso online, viudo desde hace muchos años y con extremas dificultades para el acceso carnal, se encontraba que la única vía de escape sexual que tenía eran aquellos ratos frente al televisor, ratos que le habían sido arrebatados en pos de una moralidad que nadie en su fuero interno respeta.
Vemos el porno como un simple capricho o un vicio vulgar, avergonzante e insano, pero se nos olvida que no todo el mundo tiene la oportunidad de llevar una vida sexual plena y el porno, muchas veces es el único consuelo que tienen algunos (y algunas).
Así pues, no seamos mojigatos (más) y que vuelva el metesaca a la televisión.