Diablesa vs íncubos
Juliette
De nuevo Carnavales y de nuevo yo sin disfraz. Mis compañeras de clase quieren ir de gatitas, de gatitas en celo. Con unas orejitas negras, un corpiño de encaje y una cinta para ajustarlo, minifalda, muy mini, con colita de gata, las piernas adornadas por unas medias negras de red, con liga de encaje y lazo, y costura trasera, y finalmente botines con tacones de aguja. Una de las chicas es esteticista, y se encargara de los maquillajes, ojos ahumados, y una naricita negra con un bigotito, ¡Miaaauuu!
Me han convidado a que las acompañe yo también con el mismo disfraz, pero no lo tengo claro, la verdad. Por un lado, me apetece muchísimo sacar a pasear mi lado salvaje, con nocturnidad y alevosía. Pero me conozco, y sé que la diablesa que tengo dentro se me va a descontrolar, y la última vez que la deje salir acabé trasquilada.
Todo ocurrió hace dos semanas. Después de una noche tediosa, en el último pub, topé con un portento masculino, me llamó la atención nada más entrar. Estaba apoyado con la espalda y el pie en la pared, unos hombros anchos que caían en V hasta la cintura, pectorales marcados en una camiseta de tirantes, seguí bajando… piernas trabajadas, me detuve en “el paquete”, y sí, parecía un buen ejemplar. Claro, las chicas también nos fijamos en eso, y las diablesas más, lo llevamos en el ADN. Y el culo… Seguro que tenía un estupendo culo, duro y musculoso. ¡Estaba deseando palparlo! ¡Uuuummm!
Así que me puse en marcha. ¡Ese semental no iba a poder resistirse a esta diablesa insaciable! Pasé por delante, ahí estaba yo informal y a la vez seductora, contoneándome, lo escruté con una sonrisa traviesa, y…NADA. ¿Qué había pasado? Esa técnica no fallaba nunca. Seguí caminando hacía el servicio, y entré en el primero que vi vacío. ¡No me lo podía creer! ¡Ni me había mirado! ¡Estaba cabreada! El arte de la seducción es un juego que las diablesas dominamos, y yo soy una de las diablesas más atractivas del averno. El olor de mis feromonas es irresistible, la mezcla de humedad con mi aroma es inigualable. Me había imaginado ya la próxima jugada y mi entrepierna estaba totalmente húmeda, el perfume que desprendo en este estado de excitación hace que cualquier mortal caiga a mis pies. ¡Grrrrrr!
Me encontraba dando vueltas como una loca, encerrada en el servicio, cuando golpearon la puerta de forma brusca. Devolví los golpes con la misma fuerza. ¡TOC TOC TOC!
– ¡Está ocupado! – grité
De nuevo los mismos golpes. No estaba para aguantar tonterías. Abrí la puerta dispuesta a amedrentar a la pobre mortal que hubiese osado molestarme en esos momentos. Y de repente ¡PAF! Se abrió la puerta de golpe y el fornido macizo de antes entró a tropel en el servicio y cerró la puerta. Me quedé inmóvil, estupefacta.
– ¿Me estabas buscando? – me preguntó socarrón.
Sin darme tiempo a contestar se bajó a mis piernas, me levantó la falda, me quitó las bragas, y se las guardó en el bolsillo del pantalón mientras comenzaba a lamerme. Sin miramientos me subió al lavabo, me abrió de piernas, y le invité a seguir. Acopló la cabeza entre ellas, y yo las entrelacé alrededor de su fornido cuello. El corazón se me empezó a desbocar, notaba la sangre en la cabeza, sentía como un mareo.
Lamía, lamía, lamía, me mordisqueaba suavemente los labios, subía al clítoris. Me agarró con fuerza las nalgas con sus manos elevando un poco mi pelvis, me arqueé, agarrándome con fuerza al lavabo.
Lo sabía, es un portento, mi radar nunca falla. Sentía su respiración en mis oídos, me volví loca.
– Oooog aggg así sigue, no pares – gemí.
Me metió un dedo en la vagina, luego dos… Seguía lamiendo, me temblaban las piernas. Gemí cada vez más fuerte, me mordisqueaba, me lamía, me palpaba…No podía más, lo quería dentro de mí, le incité a subir, pero no quería, seguía lamiendo, cada vez más rápido, lamía mi clítoris, recorría la lengua por todos los pliegues de mi vagina. ¡Desistí, no podía moverme!
– Fóllame, que me corrooo – grité desesperada.
No me hizo caso. Me lo siguió comiendo todo.
– ¡Siiiiii, madreeee míaaaaa! – me corrí una vez, siguió con las manos, y…
– Me corro de nuevo. ¡Auuummm!
Estaba extasiada, notaba como el sudor recorría el canalillo de mis pechos. Intenté recomponerme. Mi masculino se puso de pie frente a mí. Me lo tenía que llevar a mi cama. ¡Necesitaba más! Pero él se dispuso a salir del servicio, no entendía nada, un hombre que me hizo disfrutar hasta el éxtasis y, ¿no quería nada a cambio?
– ¿Te, te vas? – atiné a preguntar.
El chico me sonrió y me dijo:
– Recuerdos de Larimon, Juliette –
Y desapareció tras la puerta. ¡Malditos demonios íncubos! ¡Maldito Larimon, dueño de las fantasías femeninas! Hacía tiempo que no sabía de él. ¡Me la habían jugado, ya me parecía a mí todo muy raro!
No es que la noche acabara mal, pero el haber caído bajo las fauces de un maldito íncubo me ponía enferma. Tendré que tener más cuidado la próxima vez, ¡estoy perdiendo facultades!
Después de esta última experiencia perdí la confianza en mis innatos instintos cazadores. Pero ya es hora de recomponerme ¡Este fin de semana saldré a comerme la noche, estos carnavales son míos!
Iré en busca de algún mortal suculento que quiera jugar con una guapa y traviesa diablesa. Decididamente me disfrazaré de gatita, el recordar esa historia me ha dado hambre. ¡Cuidado si salís y os topáis conmigo! ¡Esta diablesa con carita angelical os arrastrará hasta su agujero y gozaréis hasta la locura! ¡Solo apto para valientes que no tengan miedo a arder en el infierno!
¡¡MIAAAUUU!!