Diario de una mujer de 70 años: La rutina es mortal
Diablos Invitados
Autor: Clara la jubilada
Después de un matrimonio de casi 20 años, y un noviazgo de 18, puedo afirmar que la rutina es mortal.
Durante mi primer matrimonio la rutina me tenía ocupada, mi principal papel era el de ama de casa y cuidadora de mis hijos como en esas familias de anuncios de Tulipán. Con el tiempo engordé, y empecé a arreglarme cada vez menos, me pasaba el día con mi bata de guatiné. No sé lo que nos pasaba a las mujeres de mi época, pero a los 30, cuando debíamos haber estado aún radiantes, parecíamos marujas viejas. Mi exmarido tampoco se cuidó mucho más, empecé a verle siempre vagando por el salón en calzoncillos, con una de esas camisetas de tirantes que tan bien lucía Marlon Brandon en un Tranvía llamado deseo, pero que en su caso solo acentuaba su pronunciada barriga siempre adornada por algún lamparón. No encuentro nada más antierótico. Conviviendo descubrí esos pequeños detalles que al principio irritan y al final resultan insoportables.
Pero, como buena humana, caí dos veces en la misma piedra. Conocía a un hombre, viudo, atento, y me sacaba a cenar, hasta tenía un deportivo rojo. Me había divorciado y vivía con mis 3 hijas, la pequeña tenía 8 años. Durante años mantuve un noviazgo de tú en tu casa y yo en la mía, y nos iba muy bien. Yo había acordado no meter a ningún hombre en mi casa hasta que todas mis hijas fueran mayores de edad, y fuí prorrogando este acuerdo hasta que terminaran los estudios. Muchas noches dejaba a mi hija mayor a cargo de la pequeña y no iba a dormir a casa, creo que mi hija también aprovechaba mi ausencia para meter en su cama a su novio, lo que me parece natural, mejor que pruebe antes y mejor en casa que en otro lugar.
Llegó el momento de la decisión, nuestro noviazgo ya era muy largo, y mi novio me presionaba, mis hijas ya habían terminado sus estudios, y dos de ellas se habían independizado. Ya no se me ocurría ninguna excusa. Vino a vivir con nosotras. Y reviví la mortalidad de la convivencia. Las noches de salir a cenar se habían transformado en las de quedarse dormido en el sofá. Mi novio se paseaba en calzoncillos con otra de esas camisetas de tirantes, y después de comer se largaba a jugar la partida. Super excitante…
A mi edad, ya no tengo mucho tiempo para perder y rompí este noviazgo que había durado más de 15 años sin convivir y se terminó en menos de un año de convivencia.
Aprendí mi lección, si hubiera sabido lo que sé ahora, habría jugado mis cartas de otra forma, pero quien sabe, nunca es tarde…
Mi hija mayor vino a visitarme la semana pasada, esta vez sin niños, por lo que entendí que no me buscaba como abuela si no como mujer. Estaba triste, pero sobre todo aburrida de su matrimonio. Se me ocurren muchas cosas que se pueden hacer para no caer en la trampa de la rutina:
1) Tira esa ropa vieja que tienes para estar en casa, no hace falta que lleves tacones en casa, pero tampoco hay que ir con un pijama raído y con manchas de lejía. Diversifica, ropa cómoda lucida y combínala con lencería fina. Y esta lección también va para el hombre, cada uno con su estilo de seducción.
2) Saca tiempo: Igual hay que empezar a dejar que se acumule el polvo y dedicarse a otros menesteres. Lo sé, es difícil, pero seguro que puedes aprovechar algún rato tonto.
3) Vete a un hotel: Lo sé, es un gasto extra, pero un capricho siempre vienen bien y pasar la noche en un hotel te da otro entorno donde volver a jugar. Además he oído que ahora hay hoteles por horas, en mi época tenías que pagar toda la noche ahora puedes pagar solo por el tiempo del revolcón. Si es que más fácil no nos lo pueden poner.
4) A jugar!: En mi época había juguetes sexuales, no tan logrados como los de ahora, pero algo teníamos, sin embargo hay pocos hombres a los que no les intimide un miembro con motorcillo, yo creo que les asusta, es como si tuviesen que competir un vibrador, cuando son cosas totalmente distintas. Si fuera lo mismo, hace tiempo que no compartiríamos cama con un hombre. Además el otro día mi hija pequeña me enseñó otros juguetes que han salido, que ni siquiera se parecen a un pene y pueden usarse en solitario o de forma compartida. He hablado de vibradores, pero seguro que hay muchas otras cosas nuevas que no conozco que pueden ser divertidas.
5) Diferencia el deseo del amor: Por motivos culturales o religiosos, ocultamos nuestros instintos y parece que tenemos que dejar de desear. Creo que esto mismo es lo que nos hace unos reprimidos tarados destinados a llenar los centros terapeúticos. Desear no es malo, es natural, y desear fuera del matrimonio no es pecado, es un factor a tener en cuenta en las relaciones. Hay muchas combinaciones que pueden ser válidas para una pareja como puede ser un intercambio de parejas. Además en mi época me imaginaba un lugar oscuro como una cueva donde a saber qué te encuentras, y ahora puedes quedar con la pareja en cuestión tomar algo, charlar y si hay acuerdo intercambiar.
6) La importancia de fidelidad es relativa: No entiendo por qué nos preocupa tanto el concepto de la fidelidad y tenemos tan olvidado el de la felicidad. Nos preocupa más el hecho de que nos sean fieles que el que nos hagan felices. A mí me fueron infiel, y me hicieron infeliz, y hoy me duele mucho más lo segundo.
En resumen, no tengo una fórmula mágica para acabar con la mortalidad de la rutina, creo que cada uno tiene la suya, es cuestión de buscarla y aplicarlo en tu día a día.