Diario de una mujer de 70 años: Yo fui la “escoba”
Diablos Invitados
Autor: Clara la jubilada
Mi hija mediana está liada con un hombre casado, no es que me guste o me disguste, lo único que me importa es que sea lo que sea que no le haga daño. Yo tengo mi opinión sobre los hombres casados, compartí con uno mi vida durante casi 20 años, y sé que tiene que ser algo muy especial para que dejen su familia. De hecho no suele pasar. Casi siempre son las mujeres las que les dan el puntapié, si no por ellos se quedaban al calorcito de su hogar, manteniendo fuera una doble vida.
Nunca fui la otra, pero si que he sido la “escoba”, me explico; yo era la mujer hacendosa, que se encargaba de la casa y de nuestro retoños. Mi marido era de ciudad y yo de pueblo, había vivido el día y sobre todo la noche. Siempre pensé que se había liado con todas las del baile, y a mi me escogió porque era sencilla casta y complaciente. Lo ideal para ser su ama de casa.
Mi marido era guapo, rubio de ojos azules, y de esos con “labia”, por lo que no le resultaba difícil encontrar alguna amiga que le riera las gracias. Mientras tanto yo me encargaba de la casa y los niños. Durante el primer año de matrimonio vivimos con mis suegros, y me pasaba las noches esperando que llegase a casa. Según mi suegra era normal; era joven, y alternar con los amigos no tenía nada de raro, yo era la rara que no entendía que mi marido se tenía que desahogar fuera. Como pude ser tan ingenua, si ya al principio cuando se supone que estás más enamorado, buscas fuera la diversión, con el paso de los años iba a ser peor. Sin embargo me hacían pensar que era normal.
Al poco tiempo nos trasladamos a nuestro piso, cambiar de zona y dejar a mis suegros suponía un nuevo comienzo, pero mi marido seguía desapareciendo por la noche, tenía su propio negocio y lo ponía como excusa. Una noche, a las 2 de la mañana, aún no había nacido mi hija pequeña, recogí mis cosas, y a mis hijas, y abandoné mi hogar. Vagué por la calle con ellas dormidas en el carro pero volví. Cuando él llegó a casa, me hice la dormida, nunca se enteró de mi escapada, y tardé 15 años en volver a coger mis bártulos y dejarle definitivamente. La gota que colmó el vaso fue que se liara con la peluquera de mi barrio. Lo noté, hay cosas que se notan, y la forma en la que me hablaba me decía “por el día es tuyo, las noches son mías”.
Nunca me dejó por una de sus amantes, fui yo la que tuve que tomar la decisión. Creo que los hombres cuando buscan una amante básicamente buscan satisfacer su necesidad fisiológica de placer. Las mujeres buscamos algo más, ser amadas.
Mi hija busca ser amada, y como ella me suele decir “no escoges de quién te enamoras” simplemente pasa o no pasa. Y así empezó a enredarse con un hombre casado, está enganchada al wasap esperando a que le regale un hola que tal y ya no hace planes los findes de semana por si el se puede escapar antes o después de padel y se encuentran. A mi hija no le gustan los animales, y durante la semana se despierta una hora antes, para encontrarse con su hombre mientras pasea el perro. Con un poco de suerte, en algún lugar oscuro donde se revolcarán, y así irá con una sonrisa al trabajo. Por supuesto no puede llamarle, ni contactar con él, le exige discreción y es él quien queda con ella cuando puede o le apetece.
No sé qué es peor, si ser la otra o la escoba…