Dime cómo duermes y te diré por qué duermo sola
Barbarella
Suelo dar por finalizada una cita antes del primer sueño, pero alguna vez he bajado la guardia y probado eso de dormir acompañada. Comparto una muestra de lo que he encontrado:
“Me pasaré toda la noche admirándote mientras duermes”:
Si te dicen esto después del revolcón sal de ahí, corre, no es una metáfora es una amenaza. El masculino se pasará toda la noche mirándote mientras duermes. Así contado, suena idílico pero ahí que verse verle ahí, con su sonrisa tonta mirándote fijamente mientras suavemente se te desliza por la comisura de los labios la babilla. Durante toda la noche controlará todos tus inconscientes movimientos, analizándolos mientras los cataloga y memoriza. Tu nivel de sensualidad bajará puntos en progresión geométrica.
“No si yo no me muevo”:
El revolcón no ha estado mal, y te da pena que el chico se vaya a su casa a esas horas de la madrugada con esas copitas de más, y con esa promesa, le dejas quedarse. Lo peor de todo es que es cierto, no se mueve, se transforma en un pesado tronco ubicado diagonalmente en la cama. Intentas empujarlo sin éxito, y terminas durmiendo en el triangulito de cama que te deja. Al final en posición fetal en tu esquinita encuentras postura, hasta que estira los brazós, y zás, manotazo. Ahora tienes una especie de barra de seguridad como la de las atracciones de feria que te impide moverte.
“ocupo poco sitio”:
Después de la experiencia anterior, que te digan que ocupan poco sitio te parece algo maravilloso, es tarde y te seduce bastante quedarte a dormir con este empotrador. En este caso la afirmación es exacta pero no completa. Es verdad que empieza su noche acurrucado en una esquina ocupando una pequeña porción del lecho, pero solo durante breves instantes. Prueba una esquina, después la otra, pasando por el medio y el lateral. Es una culebrilla. Durante el empotramiento tenías que haberte dado cuenta, este masculino no sabe estar quieto, y lo que es bueno en unos casos, a la hora de dormir es una maldición.
“Tengo frío, tengo calor»:
Esto me recuerda a una moneda trucada con dos caras. El “tengo frío”, poseedor de uno de esos brazos bien formados que tanto te gustan estira de la manta quedándose con ella. El “tengo calor” se destapa enérgicamente lanzando la manta al suelo. Cualquiera de las dos opciones te lleva al mismo resultado, terminas desnuda y destapada. Catarro asegurado.
“dormiré abrazado a ti”:
Me han hablado mucho de la “cuchara para dormir” y esto es lo más parecido que he probado. Este masculino se abrazó a mí, algo al principio bastante agradable, hasta que noté que empezó a frotarse contra mi culo. Llegué a pensar que quería repetir revolcón, pero no, estaba profundamente dormido, y ahí seguía frotándose contra mi culo, hasta que logró su alivio. Esto no me hubiera importado, si me hubiera invitado a la fiesta…
Sé que no tengo suficiente muestra para poder extrapolar unas conclusiones pero de momento prefiero no mezclar empotramientos y sueños.