El arte del polvo somnífero
Dalila
Anoche me desvelé. Hacía calor. El aire acondicionado, con su zumbido incesante, tampoco es que ayudara demasiado. De hecho, juraría que no servía de nada tenerlo puesto. Me levanté como tres veces a hacer pis, poniendo cara de Beyoncé en la Super Bowl cada vez que abría la puerta. La misma, mismita cara que pones al salir a la terraza en verano, en cualquier ciudad del sur de España. Y aún así, juraría que mis paisanos del sur y yo estamos hechos de otra pasta. Hechos para esto del calor. A mi lado, en la cama, sudabas y roncabas ligeramente. Soy incapaz de imaginar cómo eres capaz de dormir con este calor. Mientras tanto, yo seguía dando vueltas en la cama, buscando una buena postura, buscando la forma en la que poder conciliar el sueño.
Será el calor, será el aburrimiento, será el estar ya casi en duermevela, que me dan ganas. Tenerte a mi lado completamente indefenso y dormido me pone mogollón. Y ya lo decía Kiko Veneno, «¿con el calor, qué se puede hacer mejor?». Deslizo «inocentemente» una mano por tu entrepierna, levanto la sábana (¡¿cómo es posible que con 30 grados de madrugada estés tapado y vestido?!) y busco tu piel. Te acaricio suavemente y reaccionas, es casi instantáneo. Nos fundimos en un abrazo. Qué calor, pero qué calor más rico. Calor del bueno.
Lo que parecía un dulce polvo dormido (que en casa es el nombre que les damos a esos polvos que se echan medio fritos cuando apetece follar a última hora del día, pero acaban dulce y plácidamente, y suceden como entre nieblas), al final acaba siendo una orgía de carne, fluidos y, sobre todo, mucho sudor. Por obra y gracia de las hormonas, acabo en un orgasmo intenso, mientras alabas la estrechez de mis partes bajas y su pulsación frenética. Terminas al acabar esa frase. Y cuando ya me he recompuesto de mi orgasmo y tú del tuyo, me río como una colegiala, como culpablemente por haber aguantado tan poco. Con una sonrisa de gilipollas en la cara. Pero qué quieres, eres irresistible.
Y entonces me bajo de mi juguete de carne favorito, es decir, tú, y me quedo a tu lado. Y me duermo, por fin. A pesar del calor, a pesar del zumbido del aire acondicionado, a pesar del mundo que sigue girando. Eres mi mejor somnífero, mi mejor droga.