Fantasías a la carta
Juliette
Los carnavales ya quedan lejos, y ya todo ha vuelto a la normalidad. Este fin de semana pasado salimos por la noche el grupo de amigas. Fue una noche muy divertida, bailamos, nos reímos, y muchas de nosotras se llevaron a casa su conquista correspondiente. Pero yo no.
No es que me faltaran pretendientes, y alguno de ellos bastante apetitoso. Pero esa noche no estaba inspirada, y me daba pereza ponerme en marcha, aunque me lo dejaran en bandeja. Llegue a casa sola, y no me importó, eso era lo raro ¿Que me pasaba?
Al día siguiente amanecí ojerosa, con el pelo oliendo a tabaco, y la lengua como una lija. Me dispuse a poner a lavar la ropa del día anterior, y vaciando los bolsillos de la chaqueta me encontré un papel de propaganda que no recordaba haber recibido. Decía así: “¿Tiene Ud. fantasías sexuales que quisiera hacer realidad? ¡En Satirisex podemos ayudarle! Fantasías a la carta ¡Atrévete, llámanos!
El dibujo que acompañaba la propaganda era un sátiro con cara de perverso ¡Muy sugerente!
Todo muy misterioso. Al leerlo, me di cuenta de que eso era lo que me ocurría ¡Necesitaba algo nuevo en mi vida! Nuevos escenarios, nueva gente, nuevas ¿perversiones?
Todavía resacosa me puse a pensar sobre mis fantasías. Realmente nunca me había parado a pensar en ellas, siempre que me apetecía algo lo hacía, y jamás he tenido la sensación de haber dejado nada fuera. Pero desde mi último revolcón ando un poco desanimada, y no me conformo con lo de siempre ¡Necesito savia nueva!
Papel, bolígrafo, y comienzo a hacer mi lista particular de fantasías sexuales. Al principio no me sale nada. Tríos, ya está. Sexo con mujeres ¡pleno! Pero apuntaré trío con dos mujeres, que eso no lo he probado aún.
Seguimos, Dominatrix, si. Lady Juliette ¡Suena bien! Algo sexy y ajustado, una fusta, tacón de aguja, con un hombre, no mejor ¡con dos! Sentirme en la cima del mundo, dos hombres a mis pies. Me pierdo imaginando todas las combinaciones posibles. Comienzo a ensoñar…
Dos hombres fornidos, completamente desnudos, con buenos cuerpos, fibrosos y sobre todo, con buenas herramientas. Les pongo un collar y los ato a las patas de una mesa, con unas esposas cubiertas de pelo, y los mantengo en el suelo a cuatro patas, juntos, frente a mí, sumisos. Mi cuerpo está cubierto con un bodi de malla, de cuerpo entero, muy pegado, con abertura en la parte íntima, todo transparente. Botas de charol negro, con plataforma transparente y tacón de aguja, hasta el muslo, con cremallera lateral. En mi mano una larga fusta con una pluma negra, para castigar a mis esclavos con unos traviesos azotes en el trasero.
Comienzo a azotarles, primero con la mano, y luego con la fusta. Han sido malos y lo saben, así que me piden que les azote más. Sigo azotándoles, no sé si les estoy castigando o premiando. Primero a uno, luego al otro ¡zas, zas, zas! Les escuece, se les enrojecen las zonas donde caen los azotes, pero les gusta, lo noto en sus caras, y como no, en sus miembros erectos. El lado oscuro del placer, ese torrente de endorfinas nos hace adictos. Son como opiáceos que a la vez nos dan placer y nos inhiben del dolor. ¡Me gusta oír jadear a mis cachorrillos!
Me miran atentos, tienen toda la atención centrada en mí, esperando mi próximo movimiento. Sus caras son puro deleite. Me entretengo un buen rato así, les azoto por todo el cuerpo, y de vez en cuando les acaricio, suave, dejo deslizar las yemas de mis dedos por sus brazos, sus pectorales, los muslos en tensión, y cuando les veo relajados les azoto de nuevo, para a continuación arrodillarme para besarles, besos húmedos, muy húmedos, con la boca abierta, y la lengua explorando las suyas. Lija y terciopelo.
Seguido les mordisqueo las orejas, de uno en uno. Cada cual espera su turno paciente. Recorro el contorno con la punta de la lengua, de forma lenta y suave, mientras noto como un escalofrío les sacude, sus cuerpos se estremecen a cada contacto.
Esta sensación de poder me excita mucho. Estoy húmeda, ya de pie, acerco mi pubis a uno de ellos, le obligo con la punta de la fusta a comenzar a lamerme por la abertura inferior del body, de inmediato subo la pierna hasta apoyar el fino tacón de la bota en la espalda del otro, que sigue en posición de perrito, le clavo la punta del tacón cada vez más fuerte, mientras le azoto las nalgas. Seguidamente dejo que la fusta cuelgue de mi muñeca por una correa, dejando mi mano libre para poder asir el pelo del otro, pegándole a mí, obligándole a seguir jugando con mi sexo. Siento el clítoris hinchado y sensible, noto el roce delicado con el body. Mi garganta comienza a emitir sonidos, gimo, cada vez más fuerte.
Suelto al primero las esposas y le obligo a levantarse, suelto al otro también pero lo dejo a cuatro patas, sin moverse. A continuación, siento al primero en el sofá, y vuelvo a por el otro, le agarro del collar y le incito a caminar detrás de mí, como un perrito obediente y leal.
Me siento encima del primero, a horcajadas, comienzo a moverme sobre él, balanceo la cadera en círculos, de una forma ansiosa, febril, frotándome contra la dureza de su sexo. Sigo moviendo la cadera de modo ondulante, estimulando mi clítoris contra él. Siento como el calor inunda cada poro de mi cuerpo, siento que me atraviesan todos los fuegos del averno ¡Mi corazón late como una máquina infernal!
Sin parar de moverme, le meto un dedo en la boca y le incito a chupármelo, luego otro, y otro, me los lame, sin dejar de mirarme fijamente, estamos los dos muy excitados, pero no le dejo penetrarme. Acerco al otro a mi espalda, obligándole a chuparme alrededor del ano, le azoto las nalgas mientras lo hace, y comienzo pasarle la fusta entre las piernas, adopto una postura propia de un equilibrista, pero no ceso mi bamboleo.
Engancho a mi perrito del pelo, le subo un poco, y le pongo de rodillas. Le sitúo cerca de mí, a mi espalda, mientras le cojo su miembro para comenzar a jugar con él alrededor de mi ano. Su compañero sigue lamiéndome la otra mano, instintivamente su polla intenta penetrarme, pero sigo sin dejarle ¡todavía no!
Doy paso al que tengo a mi espalda, y noto su polla dura entrando bruscamente en mi ano, inmediatamente doy paso al otro. Ya les siento a los dos, sus movimientos son desenfrenados ¡ha merecido la pena la espera!
La fusta se mueve sin control sobre mi muñeca, y de vez en cuando siento sus golpes sobre mi muslo. El masculino, ya no tan sumiso, del sofá, saca mis pechos del body de malla, los pezones están duros, erectos, pidiendo a gritos que los chupen y los mordisquen. Mi esclavo intuye mi deseo y comienza a comérselos con fruición. Mientras cierro los ojos siento sus pollas entrando y saliendo de mi cuerpo, el ritmo se acelera más y más…
– ¡Riiiiing! – llaman a la puerta
Despierto de golpe de mi excitante ensoñación ¿Quién puede ser? No espero a nadie. Me voy acercando a la puerta, disgustada por no haber terminado mi fantasía. Abro, y un muchacho delgado, rubio, y muy pálido, está esperando fuera.
– Juliette, soy Alex – me dice
– ¿Alex? – le respondo aturdida
– Ayer me diste tu dirección para que me pasará cuando quisiera – me explica
Asombrada intento recordar ¿Qué tome ayer que tengo tantas lagunas?
Lo escruto con la mirada. Parece frágil, es muy menudo. Puede ser un buen esclavo.
– Pasa – le invito
– ¿Te apetece jugar? – le pregunto picarona
Recuerdo que por algún lugar recóndito de mi desordenada mesilla tengo unas esposas olvidadas, ya es hora de quitarles el polvo.
Mientras le voy llevando a mi habitación veo la propaganda de antes. La recojo con intención de guardarla en mi mesilla ¡Quizá algún día les necesite para dar rienda suelta a mi imaginación!
– Alex has dicho, ¿no? – le sonrío
– Si – me responde obediente
– ¿Quieres que te enseñe unos juguetitos? le pregunto mientras cierro la puerta.
Me da que este chaval me va a dar mucho juego. Ya os contaré.
¡Hagan juego señores y señoras, no va más! ¡Sus fantasías están sobre mi mesa!