Feliz día de la mujer: el tabú del ‘pegging’
Dalila
«Feliz día de la mujer», le decía la chica al chico en una película de superhéroes que se estrenó hace unos meses. Mientras tanto, le empitonaba por la puerta trasera con un precioso arnés, con su strap on correspondiente. La sala de cine estalló en risitas nerviosas. A más de un friki hetero debieron darle las siete cosas. A más de dos frikis, seguro que la imagen le pareció genial y hasta excitante. No es para menos: la muchacha del arnés estaba para hacerle cuatro (o más) favores.
La escena me sorprendió gratamente. Por una vez, alguien estaba tratando en el cine una práctica de la que poco se habla fuera de las páginas porno que pueblan la red: el ‘pegging’. Y digo que se habla poco fuera de las páginas porno porque, en todos mis años de relaciones heterosexuales, sólo me he encontrado con un hombre que me haya pedido activamente realizarle este tipo de práctica. Muchos saben lo que es, pero sigue siendo un tabú.
El ‘pegging’ consiste, así sin anestesia, en dar por culo a tu chico, siendo tú una mujer. Es difícil cuando no tienes pene, pero para algo se inventaron el plástico, el látex, la silicona, el jelly, el pirex y hasta el acero. No es lo mismo que tener un pene porque, como mujer, no sientes la penetración, pero es divertido por muchas otras razones. Y da el pego a nivel psicológico. Sabiendo como sabemos que el cerebro es el órgano sexual por excelencia, da para muchas fantasías si de vez en cuando te sientes algo dominante. Y si él se siente con ganas de dejarse hacer y experimentar con la puerta de atrás.
A pesar de que la práctica está en Wikipedia y todo, con su nombre y su descripción, el desconocimiento sobre la misma es alucinante. Con deciros que la idea de que la introducción de un strap on en un arnés en nuestra relación, para uno de mis exnovios, era únicamente para cuando él se quedara impotente con la edad. Y eso que él había follado bastante en la vida. Pero no, queridos míos, no, para eso está la Viagra porque, creedme, un dildo no es lo mismo que una polla. Los arneses en las relaciones heteros sirven mejor para daros por detrás.
El pegging sigue siendo tabú en el S. XXI por varias razones. La primera de ellas y la más importante es el pensar que la chica a la que se lo pides se va a escandalizar. Porque, y esto va relacionado con la segunda razón, el sexo anal todavía hace creer a algunos heteros que son menos machos. ¡Qué va a decir ella si se lo dices! ¡Qué vergüenza! Eso es lo que pensarán algunos.
Relax: no todas somos así. De hecho, la inmensa mayoría no somos así. En realidad, si se tiene confianza con una chica en el dormitorio, una que vaya más allá de la postura del misionero, no creo que ponga pegas si realmente le apetece o le llama la atención la idea. También si a la muchacha le gusta de verdad el susodicho (algunas hemos hecho cosas muy raras con tal de hacer felices a nuestros hombres).
Una cosa que aconsejo a todos mis lectores a los que les llame la atención esta práctica es, si no lo han hecho antes, probar a experimentar por uno mismo antes de lanzarse a pedírselo a la parienta. Igual que uno no va pidiendo pajillas a la pareja sin haber probado qué le gusta o qué no en términos de pajillas, es mejor saber qué le sienta bien a su propia puerta trasera. El ano es una zona muy sensible, para lo bueno y para lo malo, y es más resistente de lo que parece, pero el placer no está en el ano, está en el cerebro. Cuanto más conocida sea la sensación, menos miedo tendremos, más relajados estaremos y mejor podremos comunicar a la compañera (sobre todo en caso de que la muchacha no sepa muy bien qué hacer con el cacharro en cuestión, comprendedlo, no vamos con pene por ahí toda nuestra vida) lo que nos gusta y lo que no. Eso sólo se consigue mediante la exploración, la curiosidad y el auto-conocimiento. Eso también garantiza que la experiencia sea atractiva y satisfactoria.
Feliz penetración trasera a todos.