Hoy no estoy para bromas
Hieros Gamos
Un rasgo que nos ha caracterizado desde el principio en DevilBao es el humor con el que nos tomamos todo. Sin embargo hoy no es uno de esos días. No encontrarás ninguna vuelta de tuerca en este artículo porque de verdad que no estoy de humor para chistes ni gracietas.
Hace unas semanas decidí llevar a mis sobrinos al parque infantil de navidad. Ellos se lo pasaban como enanos mientras yo, desde la barrera, les miraba en las diferentes barracas con la nostalgia del adulto que recuerda el tiempo en el que era él el ilusionado infante que se entusiasmaba con cualquier cosa que veía en la feria.
En un momento dado, nos encontrábamos uno de mis sobrinos y yo haciendo cola para montar en una de las atracciones cuando me fijé en dos niñas que teníamos delante. Dos adolescentes de 13 o 14 años que al parecer eran pareja. Se miraban con esos ojos del primer amor, de cuando aún eres lo suficientemente niño como para retener esa ilusión prístina. Eran incapaces de soltarse la una de la otra, siempre de la mano susurrándose cosas al oído, riendo, volviéndose a mirar, besándose. Reconozco que me chocó, me chocó muchísimo el hecho de que nadie se fijaba en ellas, estábamos rodeados de gente: otros niños, padres y madres, el feriante… Ellas se besaban en la boca con esa ilusión inocente de cuando tu amor es correspondido por primera vez y a nadie le importaba. Nadie les miró con cara rara, ni señaló con el dedo, ni cuchicheó. Nada. Como si fuese normal. Como si siempre lo hubiese sido.
Yo sonreí. Me enterneció la escena pero sobre todo me emocionó un poquito ver la naturalidad con la que sucedía. Por un momento pensé que los humanos habíais evolucionado. Por un momento vi luz. Por un momento…
Entonces pasan los días y me encuentro con una noticia triste, horrible: un muchacho transexual de 17 años de nombre Alan decide quitarse la vida al no aguantar más el acoso que sufría. Un chico joven y con toda la vida por delante decide que no tiene sentido seguir viviéndola y pierde lo último que nadie debería perder: la esperanza.
He dicho pierde pero en realidad no fue así, Alan no perdió nada, a él se lo arrancaron de la forma más cruel posible, a base de palos y vejaciones y todo simplemente por querer ser él mismo. Un chico de 17 años murió porque la sociedad no le permitió existir. Él debía ser una abominación tan terrible que, como aldeanos en el siglo XII, hubo que perseguirle con horcas y antorchas hasta acorralarle.
Algo falla en este maldito mundo, algo que me hace cabrearme sin medida. Alan como todos los chavales de su edad vivía rodeados de gente: compañeros de colegio, profesores, vecinos, amigos… ¿Cómo es posible que entre tanta gente nadie haya hecho nada significativo en 3 años de agonía? ¿De verdad nadie vio nada o simplemente era más fácil mirar a otro lado? ¿Es que por ser transexual no merecía ayuda o compasión? ¿Qué demonios está haciendo el sistema educativo para fallar de un modo tan escandaloso como para que se asesine a un chaval tan solo por una identidad de género?
Porque Alan no se suicidó sino que le mataron. La sociedad le mató. Le empujó a un abismo sin retorno con el odio irracional y la indiferencia como armas. Alan fue asesinado y muchas de las personas que le rodeaban son los cómplices de este homicidio; tú eres un maldito asesino, tú que le señalabas con el dedo, tú que te reías a sus espaldas, tú que le insultabas, tú que le mirabas con asco, tú que le empujaste por la escalera, tú que miraste a otro lado dejando que todo pasara… A todos vosotros no os deseo muerte ninguna. Os deseo una larga vida para que tengáis muchos años en los que recordar que sois cómplices de asesinato.
Sólo os voy a dar un último consejo: usad todos y cada uno de los años que os queden de vida para enmendaros y más os vale que lo hagáis, porque el de arriba tal vez os perdone, pero aquí abajo no contéis con ello.