La chica y el mar
Juliette
Si nunca os habéis bañado desnudos en la mar, os habéis perdido una de las experiencias más intensas que se pueden vivir.
Yo siempre había sido textil, como gustan llamar los nudistas a los que van con traje de baño en la playa. De hecho, ni siquiera me había atrevido a hacer topless, y no era por complejo, sino porque según la educación que había recibido eso no era de una chica bien.
Así que mi primera inmersión en el nudismo fue como un salto al vacío sin paracaídas.
Todo ocurrió un tórrido verano de hace dos años, en el que me animé, a última hora, a acompañar a mi amigo de la infancia, Rei, y a su novio, Basil, a una escapada a Ibiza. Me tocaban mis merecidas vacaciones veraniegas, y a falta de plan alternativo, el viaje de Rei me pareció una buena opción. Me apetecía mucho: playa, sol y relax, mucho relax.
Así que no había más que hablar, maleta preparada, avión, y por fin, Ibiza. Según llegamos al aeropuerto nos esperaban sus amigos ibicencos. Nos alojaríamos en su bungaló, a pie de una preciosa cala. La estancia prometía.
Una vez que llegamos al bungaló, uno de ellos propuso irnos directamente a la playa. ¡Qué buena idea! Yo me preparé veloz, y me puse un biquini nuevo que me había comprado para la ocasión. Al salir con él puesto, todos se quedaron mirándome, cuchicheando y riendo entre dientes. Yo estaba atónita, no entendía la situación. ¿Tan feo era mi biquini?
Mi amigo Rei se acercó entonces y me dijo:
-Niña, se me había olvidado comentarte, ¡la playa es nudista!
¡Nudista! ¡Debía estar de broma! ¡Ni hablar, estamos locos o qué!
-¡Venga, quítatelo, coge la toalla y en marcha, que se nos va a hacer de noche! – me replicó mientras iban saliendo todos hacía la cala.
Yo permanecí inmóvil, como en letargo. Hasta que uno de los chicos se acercó, y susurrando me dijo:
– Anímate, saldremos por la otra puerta que da a una zona escondida de la cala, allí te podrás bañar tranquila.
Dicho y hecho, salí del bungaló como alma que lleva el diablo, y me sumergí en el agua lo más rápido que pude; necesitaba esconder mi desnudez. Poco a poco me fui relajando, sentía el agua por mi cuerpo, entre mis piernas, era una sensación muy agradable. No me di cuenta de que el chico de antes, Gari, estaba detrás, hasta que me abrazó y comenzó a acariciarme. En un principio no le di importancia, porque pensé que, como el resto, Gari era gay y no había peligro. Y yo estaba últimamente a falta de caricias.
Sus caricias eran suaves, pero firmes, me gustaban. Empezó a recorrerme todo el cuerpo, el cuello, los brazos, los pechos, yo me dejaba hacer, tenía los ojos cerrados, y ya no me acordaba de mi vergüenza, ni de donde estaba. Cuando comenzó a bajar la mano hacía mi pubis, mi cuerpo se puso en tensión, una tensión deliciosa, pero instintivamente traté de escapar, él me atrajo hacia si de nuevo, y me susurró al oído: – ¡Espera, tengo muchas ganas de una chica, hace mucho que no estoy con una, te gustará, relájate!
Ahora era yo la que buscaba su mano frotándola contra mi cuerpo. Notaba su polla dura detrás de mí, y me incline ligeramente incitándole a penetrarme. Así lo hizo. Al principio empezó con un vaivén suave, pero enseguida se volvió más y más fuerte. Mientras, me acariciaba mis pechos, mis labios vaginales, mi clítoris, uuummm, ¡delicioso! Los gemidos se me escapan incontrolados de mi boca. No sé el tiempo que pasó, yo estaba en éxtasis, el agua, esos dedos deslizándose por todos los lados, y… de repente sentí como un rayo ardiente atravesaba mi cuerpo.
-¡Aaaahhrgg!
Acababa de tener el orgasmo más intenso de mi vida. Me separé exhausta, me di la vuelta, y por primera vez le miré a la cara, sin saber que decir. El me sonrió, cómplice, y me dijo:
-Vamos fuera, nos echarán de menos,
Una vez de vuelta a la arena, ya no me importaba el hecho de estar desnuda, de salir del agua con cara de haberme fumado un peta, y de que a mi lado saliese mi nuevo amigo, Gari. Fue entonces cuando mi querido Rei se acercó a mí, y me preguntó:
-¿Dónde te habías metido? Ya pensaba que te habías ido. Vamos a vestirnos y a dar un paseo. Te gustará la isla.
Ya lo creo que me gustó. Días intensos los que pasé en la Isla Bonita ¡os la recomiendo! Y no olvidéis de pegaros un húmedo chapuzón en sus aguas, ¡desnudos eso sí!