La corredora
Angel&Demonio
No hay nada como salir a correr, al menos para mí. Aunque pensándolo mejor, sí, sí que lo hay. Lo que me lleva a mis dos grandes debilidades: el running y el cuerpo de la mujer. Las dos por separado son incomparables, pero cuando se juntan…son verdaderamente explosivas.
Me gusta quitarme la ropa poco a poco para vestirme las mallas cortas que se me ajustan a mis piernas como un guante…¿Vanidoso? ¡Sí, qué coño! Lo mío me cuesta esculpir mi cuerpo para estar así y gustarme; mirarme ante el espejo cómo se ha ido definiendo el torso y los hombros buscando la proporción con los bíceps y abdominales; solo me falta el tattoo para ser un gladiador, me gusta lo que veo, me gusta mucho.
A lo que iba, la sensación de prepararme para salir a correr no la puedo explicar, mis hormonas se alteran, se excitan porque quieren y necesitan las endorfinas que van a inundar mi cerebro con la carrera.
Por la calle voy con mis auriculares, mi gorra y mis gafas de sol, ajeno a mis problemas. Me cruzo con más runners, nos saludamos y continuamos disfrutando de nuestra droga. Pero hoy ha sido el día de las pasiones explosivas, he adelantado a una chica que, al verla desde lejos, me ha llamado la atención y ha despertado mi testosterona.
Perdiéndome en su cuerpo, me dejaba llevar por mis piernas, si, por mis tres piernas. Su cuerpo se movía rítmicamente, sus piernas perfectas se endurecían a cada golpe contra el suelo. Una cintura maravillosa me encaminaba directamente a sus dos pechos hechos a la medida de mi deseo, pequeños y suficientes, redondos, naturales, y dulces hasta el dolor. Su pelo recogido en una coleta me turbaba imaginando como escurría por su pecho arrastrado por el agua de la ducha, tapando a medias las aureolas y los pezones duros.
Se me notaba el bulto entre las piernas cuando la rebasé. Nadando en mi deseo, no me di cuenta de que había seguido mi ritmo para ponerse a mi lado, hasta que me preguntó – hola ¿tienes prisa? ¿Te importa que corra contigo?
– ¡Desde luego que no!- dijo mi polla antes de que lo hiciera yo. Y un grito de entusiasmo me pareció oír desde su entrepierna. Sudamos de lo lindo deseándonos y emborrachándonos con el olor de nuestras hormonas.
Paramos de correr y nos pusimos a estirar, muy importante, pero esta vez sería en mi casa. Un acuerdo tácito que pude intuir en su mirada. Así mostraríamos nuestras técnicas cara a cara.
Los primeros estiramientos confirmaban la perfección de su silueta, sus pechos, al estirar la espalda me pedían que liberara los pezones oprimidos por el top demasiado ajustado. Un culo carnoso me obligó a ocultar mi erección, que se me hacia imposible disimular.
Debió ser la visión de mi cuerpo desde atrás lo que le hizo arrimarse a mi para mantener mi tensión. El calor de su sudor en mi espalda me puso todos pelos de mi cuerpo depilado en punta. Me di la vuelta con su mano comprobando la dureza de mi polla, muy similar a la de su culo entre mis manos.
La ducha se nos antojaba muy muy lejana, por lo que sembramos el pasillo de prendas mojadas no solo por el sudor. Sin poder llegar a nuestro destino saboreé los labios que anteriormente me gritaron su entusiasmo. Un gemido largo y placentero salio de su garganta arrancado desde su sexo. Desnudos y excitados, el vapor de la ducha iba ocultando nuestras siluetas.
El agua en su cuerpo se mostraba tal y como lo había visualizado, no, para nada, nada que ver con el cuerpo de ninfa que estaba enjabonando centímetro a centímetro. Ayudado por el vapor, sentí el calor de su sexo limpio envolviendo mi polla a punto de explotar, los empujones de su culo contra mi, hacían que la penetración fuera más profunda, entera, brutal.
Salió de mi para trepar por mi cuerpo y volver a guardar mi sexo en el suyo; sujetándola por detrás, me abrazaba la espalda con sus piernas. Follamos de pies como si no hubiera un mañana; nos pedíamos más solo con una mirada, nos regalábamos lo que más deseábamos. Sexo, sexo, sexo. El agua hervía al resbalar por nuestros cuerpos. El ritmo de nuestros movimientos fue enloquecedor hasta que el orgasmo nos arrasó, primero a mi y luego a ella, o a ella primero y después a mi; daba igual si fue solo uno o si fueron más…. No fue fácil abandonar su cuerpo.
Tapada con la toalla pervertía al ángel que lucha contra mi demonio. Secándose el pelo, éste claudicó para disfrutar, cual voyeur, como repetíamos nuestra locura, frente al espejo, sobre el mármol, agarrados al lavabo, suspendidos en el aire….
Nos despedimos cuando el fuego aún estaba en nuestros cuerpos. La toalla de baño en mi cintura no podía tapar lo duro de esta despedida. Solo hablamos en la carrera, solo nos besamos en la privacidad de nuestros ejercicios. Nos lo enseñamos todo……solo por hoy.