La primera vez
Hieros Gamos
Tommy y Shelly lo tenían claro: hoy iba a ser el día.
Esta noche se celebraba el baile del colegio así que iban de punta en blanco. Él con un smoking que, aun alquilado, le sentaba como hecho a medida. Ella con un vestido azul con un cierto vuelo que le daba un aire de princesa de cuento de hadas. La tiara fue el detalle final.
Pasaba la noche, bailaban, bebían un poco de ponche, se rieron y se besaron apasionadamente. Cada beso era como el tic tac de un reloj que marcaba el tiempo que faltaba para el verdadero gran momento. Tras el baile se fueron a la casa de Marty, cuyos padres no estarían en todo el fin de semana y él no tenía intenciones de pisarla en breve, así que se la dejó a nuestros pipiolos. Lo que Shelly no sabía es que Tommy había ido antes y aprovechando el buen tiempo que hacía preparó el lecho en la terraza. Al entrar Shelly se quedó pasmada, la cama al aire libre, con un nórdico grueso por si refrescaba y cubierta de pétalos de rosas. En una esquina una botella de champán estaba enfriándose junto a un par de copas que contenían sendas fresas y todo iluminado por montones velas titilantes bajo el amparo del cielo más estrellado que ella alcanzaba a recordar.
Se desnudaron poco a poco ayudándose el uno al otro mientras de fondo sonaba una música romántica a la que en realidad no le hicieron mucho caso; sus miradas y corazones estaban concentrados en otras cosas.
Metidos en la cama desnudos, sus cuerpos se rozaban tímidos y casi temblorosos mientras se regalaban besos con sabor a champán.
– ¿Estás segura? – dijo Tommy mirándola a los ojos.
Shelly, con los suyos perdidos en los de él y mordiéndose su sonriente labio, asintió.
– Estoy segura de que quiero que nuestra primera vez sea juntos.
– Te quiero – dijo Tommy.
Entonces los cuerpos se unieron como si por fin volvieran a ser uno solo, el ritmo al principio tímido se fue volviendo más sereno y armonioso, como si siempre hubieran estado conectados y no hiciesen falta palabras.
El placer sobrevino. Extasiados y enamorados se quedaron dormidos abrazados y arrullados por el cri cri de los grillos.
¿Qué bonito, verdad? Pues esto es ficción.
No voy a decir que no hayan casos parecidos o incluso alguno calcado pero la verdad es que esto es una mierda. La mayoría de las primeras veces suelen ser un desastre. El sitio no es el más idóneo, como el que lo hace en un portal de madrugada, o en un dormitorio con las padres al otro lado del tabique. Probablemente van un poco más cocidos que Tommy y Shelly con su ponche y champán, más del rollo “qué pedo tengo” a base de kalimotxo. Y a la hora de la verdad a ella le duele y no termina de pasárselo tan bien como esperaba. A él casi no se le levanta de los nervios y la borrachera, el condón le queda flojo y encima se corre pronto.
Un puto desastre. Las expectativas eran muy altas y al final lo que tenemos son dos adolescentes frustrados.
Caramba, hay tantos mitos en cuanto a perder la virginidad… Pero en lo que a educación sexual se refiere este es un tema que se obvia, se ignora y dejamos a nuestros adolescentes a lo loco, los soltamos en la jungla de la sexualidad sin más armas que sus hormonas revueltas, un par de condones y que sea lo que Dios quiera.
Este es un momento clave en la adolescencia de nuestros chavales y la única referencia que tienen es la que les da Hollywood en sus edulcoradas fantasías para prepúberes.
Algo tenemos que hacer; la educación sexual no se puede limitar a como son los genitales y cuando usar preservativo. Esto es educación sanitaria.
La educación sexual debería enseñarles en este caso por ejemplo, que seguramente no va a ser perfecto, que no vas a atinar, que tener sincronía y compenetración con otra persona en la cama requiere de tiempo y experiencia. Que si te duele no te agobies y si no puedes terminarlo no pasa nada, otro día será. Que si no se te levanta es normal, que le pasa a hombres adultos hechos y derechos y que a ti que en ese momento no eres más que un manojo de nervios es más normal aún que pase. Que follar no es meterla y empujar hasta correrte, que tienes que mirar a los ojos y sentir a esa otra persona, que tampoco es tumbarte boca arriba y hacer la estrella de mar, que tu pareja tiene que saber lo que te gusta y lo que no.
Sobre todo, que las primeras veces pueden ser un desastre pero no pasa nada, es normal y las segundas veces las disfrutas más.
Habla con ellos de sexo, hazlo desde pequeñitos, a cada edad con su lenguaje pero hazlo. Cuando lleguen a cierta edad igual incluso son capaces de escucharte.
En serio, no dejes que las series juveniles eduquen a tus hijas e hijos y empieza por hacerlo tú mismo.